Reseña audiovisual: El Húsar de la Muerte: el mito, el héroe y la memoria – Lídice Varas

El Húsar de la Muerte
Pedro Sienna, 1925

 

¿Cómo se construyen los mitos? Primero con paciencia, no hay héroe de la noche a la mañana. Segundo, con historia, resistiendo el paso de tiempo. Y tercero, con pasión, a través de personas que comparten cierto espíritu de época y saben resguardar lo importante. Si hoy, en pleno siglo XXI podemos ver El Húsar de la Muerte es porque estamos frente a un mito que ha sabido sortear el olvido y la fragilidad de su propio material.

De la época muda de nuestra filmografía hay más material escrito que visual. Quedan reseñas, afiches y críticas cinematográficas; pero casi nada que ver, salvo un par películas que son vestigios perdidos de una industria incipiente pero fructífera en la que se estrenaban más cintas que hoy con, comparativamente, más audiencia. Del Húsar se ha escrito mucho: se le ha alabado su relato, montaje y actuaciones; “la primera gran película histórica nacional” en la que “vibra el alma nacional”, escribió El Mercurio en su estreno; sabemos de sus restauraciones, las diferentes musicalizaciones y del esfuerzo por mantenerla presente y protegida. Sin embargo, más allá de todas las letras que le han dedicado, no hay homenaje más grande que volver a verla.

Muda y en blanco y negro, El Húsar de la Muerte (Pedro Sienna, 1925) retrata las hazañas de Manuel Rodríguez por la independencia, vemos las batallas a caballo entre patriotas y realistas, y las escenas íntimas de las casas y su gente. Hoy sería un thriller, con un héroe carismático y una banda sonora dolby stereo, pero tiene casi 90 años encima y verla es un ejercicio que exige ponerse en la piel de aquellos que entraban al teatro de traje o vestido a ver un pedazo de historia, sabiéndose testigos de algo mítico. Porque el cine que hoy vemos nada tiene que ver con la teatralidad de ese lenguaje a retazos unido por cartones explicativos, sin embargo su logro es seguir siendo interesante: su drama sigue vibrando, aún podemos seguir las aventuras de sus personajes y sentir emociones genuinas ante su suerte.

Contemporánea de películas como La quimera del oro (Charles Chaplin, 1925) o El Doctor Mabuse (Fritz Lang, 1922), El Húsar de la Muerte comparte con ellas el misterio de la vigencia. Los toques de humor, la existencia de personajes icónicos como el “huacho pelao” y el manejo rítmico de la aventura ponen un velo sobre su antigüedad, sin pasarla por alto, porque su gracia está también en la posibilidad de ver hoy un monumento histórico, no como pieza museográfica, sino como patrimonio vivo.

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