Violeta, profetisa de nuestra tierra – Gastón Soublette

La sabiduría es un conocimiento superior y vivencial mediante el cual se conoce el sentido de la vida. Por debajo de ella está la ciencia, que se ocupa de los fenómenos. Con solo la ciencia el hombre no puede asumir su destino como ser humano, por esa vía solo será un testigo del acontecer. Pero la sabiduría trasciende la dimensión de los fenómenos y va más allá de la percepción ordinaria de los hechos y las cosas. El estudio de los fenómenos nos enseña cómo es el mundo, en tanto el conocimiento del sentido nos enseña hacia dónde va el mundo y nosotros con él. La sabiduría muestra el camino. Si bien existe un poema célebre del poeta español Antonio Machado, luego inmortalizado como canción por Joan Manuel Serrat, que afirma, enfáticamente: “Caminante, no hay camino”, el camino o sentido, en sus líneas matrices ya está implícito en el potencial psíquico que pone en movimiento nuestro desarrollo como personas. Porque si bien no hay camino predestinado, para el ser humano hay, por el puro hecho de serlo un destino delimitado, tanto por lo que trae ya en sí como tal, como por lo que recibe en el contexto natural y cultural en que nace.

Violeta Parra poseía en alto grado el talento para versificar y concebir melodías. A pesar de que llegó a ser una cantautora de fama mundial, su poesía, que abunda en versos de carácter reflexivo, no se evade de los grandes temas y, por momentos, sintoniza con el repertorio de nuestros dichos de sabiduría, como por ejemplo en esta cuarteta (“Hijo que tiene a sus padres”), un poema canción en el que critica la deficiente educación que los padres suelen darles a sus hijos:

Yo proclamo la gallina
Como la madre ejemplar
Que al hijo al salir de huevo
Le enseña la realidad

En “Volver a los 17” hay un pasaje en que la cantora dice:

Lo que puede el sentimiento
No lo ha podido el saber

Y haciendo la apología del amor, dice:

El amor con sus esmeros
Al viejo lo vuelve niño
Y al malo solo el cariño
Lo vuelve puro y sincero

Y eso, porque según ella:

El amor es torbellino
De pureza original,
Hasta el feroz animal
Susurra su dulce trino

Esta reflexión, que se remonta al origen —como si quisiera decirnos que el amor es lo que queda del paraíso original—, es sapiencial y entra en el ámbito de lo que en nuestra tradición oral se denomina “sabiduría”. En el “Rin del angelito”, la cantora hace un juego poético de mucho colorido con la idea de lo que le ocurre al alma cuando se muere la carne. En una estrofa dice:

Cuando se muere la carne,
el alma busca su diana
en los misterios del mundo
que le ha abierto su ventana.

Por desgracia, las luminosas estancias de esa alma terminan en la oscuridad, como dice en los últimos versos:

Cuando se muere la carne,
el alma se qued’a oscura.

Y eso después de haber dicho:

Cuando se muere la carne
el alma busca en la altura
la explicación de su vida
cortada con tal premura

Estos ejemplos bastan para entender que la creatividad verbal de Violeta Parra, —que es propia de su poesía—, si bien formaba parte de su cuerda poética, no permitía que su pensamiento se fijara en el hito de una verdad absoluta, porque, de haber sido así, ella más que cantautora, habría sido una pensadora que formula enseñanzas para llevar una vida sensata.

Por lo general los textos de sabiduría tienden a ser breves. Los más célebres están redactados en epigramas y cortos versículos, y suponen un lector o auditor de cierto rango intelectual, que habla poco y aprecia la meditación. Confrontando con esos textos, por lo general de antigua procedencia, el refrán acusa en su mismo estilo los usos y costumbres que son propios del hombre común, el cual vive en buena medida inserto en el orden natural atento al lenguaje con que la tierra y el cielo le hablan. Porque, así como hay grandes sabios que han sido lumbreras de los pueblos, hay también sabios anónimos que solo se han movido en el limitado ámbito de sus comunidades. Pero en ambos casos la sabiduría enseñada es la misma. Por eso algunos de los textos célebres de la sabiduría universal contienen más de una cita de estas breves sentencias del habla popular, como ocurre con el Libro de los versos, de Confucio, el Tao Te Ching, de Lao-Tse, y también en los Evangelios.

El refrán es una de las tantas formas de expresión de la sabiduría tradicional, un modo popular y circunstancial de expresión sapiencial adecuado a una situación concreta del hombre en el espacio-tiempo, que no por eso carece de elevación y profundidad. Es su mismo carácter circunstancial, como enseñanza pertinente para un caso concreto de la experiencia humana, que hace de él un decir formulado mediante la contracción del pensamiento a sus formas más concentradas de expresión. El refrán popular chileno que mejor identificaría a Violeta Parra, y que se me viene a la mente de inmediato es el que dice:

Para saber quién es, canta el canario

El refrán referido al canario corresponde a la sentencia que dice “el hombre se hace haciendo”, esto es, sólo actuando y enfrentando los desafíos del destino gana la experiencia que le permite afrontar adecuadamente todas las situaciones difíciles que nunca dejan de salir al paso en la existencia. Y es así porque el desafío suele ser un estímulo para sacar del interior espontáneamente lo que la persona, sin saberlo, es. Dicho de otro modo, mientras una emergencia no lo obligue a actuar de un modo no acostumbrado, es decir, de un modo que supera lo que él o ella ordinariamente cree ser, la persona no sabe lo que puede llegar a ser. Si el sujeto anhela sinceramente conocer la verdad, el desafío del destino tiene el poder de revelarle aspectos de su ser que creía desconocer. Así, el refrán referido al canario, que tan bien identifica a nuestra Violeta, contiene una clara mención del autoconocimiento en la expresión: “Para saber quién es…”, porque es en la acción en la que ella puede conocerse, más allá de la conciencia de sí que cree tener cuando se mira y se piensa a sí misma. Y esa verdad acerca de sí misma, puede ser buena o mala, es decir, favorable o desfavorable, lo cual para quien ama la verdad es indiferente.

En un curso sobre la sabiduría chilena de tradición oral le hice a mis alumnos la siguiente pregunta: ¿podemos considerar a Violeta Parra, a su hermano Nicanor y a Pablo Neruda, como sabios populares? Todos respondieron que en cierto sentido lo son, pues son hijos de nuestro pueblo, en el sentido con que se usa esta palabra referida a los tres estamentos tradicionales de la sociedad, pero con la salvedad de que un sabio popular por lo general es un personaje anónimo que vive inmerso en su pequeña comunidad rural, y no se hace famoso al punto de que su pensamiento sea conocido en el mundo entero. Y en lo que refiere a Violeta, dijeron que el sabio popular es siempre una persona serena a quien no se le vendría a la mente poner fin a su vida, por su propia voluntad.

Este concepto, el del sabio popular, corresponde a un tipo humano de la cultura tradicional, el que formuló los “dichos” y narraciones de la tradición oral de sabiduría de nuestro pueblo. Esos dichos pueden ser clasificados como “refranes”, “sentencias”, “proverbios” y otras formas de expresión sucinta, aguda y sentenciosa, como dice el Diccionario de la RAE. También el sabio popular conservaba en su memoria una nutrida antología de cuentos, leyendas, anécdotas, y solía ser un buen narrador. Podía ser también un cantor a lo poeta, aunque no necesariamente, pues se trata de un género poético-musical para el que se requiere un talento especial que puede darse separado de la condición de un hombre o una mujer específicamente sabios y reconocidos como tales por la comunidad (el vecindario).

Asimismo, los profetas pertenecen a una categoría humana muy especial de los pueblos de raza semita de religión monoteísta. En ese sentido son mensajeros de Dios, cuya misión consiste en intervenir en momentos críticos de la sociedad para recordar a los seres humanos las verdades fundamentales de la fe y hacer un llamado al arrepentimiento y a la rectificación de las conductas individuales y sociales. En el ciclo de los profetas bíblicos estos mensajes de Dios insistieron mucho en el problema que se estaba creando en una sociedad injusta, explotadora, de escandalosas desigualdades e insensibilidad. En ese sentido, Violeta cumple, en la historia de Chile, una misión semejante.

En su canción titulada “Yo canto la diferencia”, en la primera estrofa hay tres versos que dicen:

Yo canto la diferencia
que hay de lo cierto a lo falso.
De lo contrario no canto.

Con lo cual nos está diciendo que ella en su canto proclama la verdad.

En otra estrofa dice:

Yo paso el mes de setiembre
con el corazón crecido
de pena y de sentimiento
del ver mi pueblo afligido,
el pueblo amando la patria
y tan mal correspondido.

En la sexta estrofa el mensaje es aún más fuerte:

Afirmo, señor ministro,
que se murió la verdad.
Hoy día se jura en falso
por puro gusto no más.
Engañan al inocente
sin ni una necesidad.
¡Y arriba la libertad!

Y si a esto agregamos que en el primer disco que ella grabó en los años cincuenta del siglo pasado, incluyó un “Verso por el fin del mundo” cuyos primeros versos rezan así:

El primer dida, el Señor
bajará con sus arcángel’
con nuevo coro de ángel
a juzgar al peca’or.

Se perfila la figura de Violeta como una voz situada en una dimensión superior a otras voces de nuestro pueblo, cuya misión se vincula al alma de nuestro colectivo.

Violeta, como ser humano y figura nacional, surgió de su canto. Es posible que todo su mensaje no estuviera tan claro en su mente antes de versificarlo y musicalizarlo, y que en el acto de engendrar sus “criaturas” ella hiciera consciente lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo bello y lo deforme. Al final queda una antología poética, la que, en su conjunto, es más de lo que pudo llegar a ser su autora, pues uno tiene la clara sensación, al leerla, que es más la voz de todo un pueblo que la de un ser individual.

La tradición oral de la sabiduría que se halla en el “texto hablado de nuestro pueblo”, es auténtica sabiduría. Lo mismo podría decir de la tradición de sabiduría de cualquier otro pueblo. Es un conocimiento del sentido de la vida y de los patrones de pensamiento y conducta que se requieren para llevar una vida sensata. Porque el estamento campesino popular de nuestra sociedad no tenía acceso a la cultura ilustrada de los estamentos altos de la nación, y como no se puede vivir sensatamente sin sabiduría, la vida misma suscitaba en las comunidades rurales a los sabios encargados de enseñar ese texto hablado que guiaba los pasos de la gente por el recto camino. Por eso es fundamental rescatar las enseñanzas y conocimientos de la sabiduría tradicional chilena, sobre todo para una sociedad en crisis como la actual, en la que la cultura ilustrada se ha alejado de la sabiduría, en tanto que esta permanece en la tradición popular. Incorporar el estudio del texto hablado de nuestro pueblo en la educación superior es una iniciativa que ha tenido mucho éxito entre la gente joven. Es la misma sabiduría que les habrían enseñado Sócrates y Confucio, pero formulada en pequeñas frases, sentencias y narraciones.

En este sentido, la labor de Violeta fue relevante, porque reeditó la cultura tradicional chilena que estaba siendo olvidada. Y por haber perdido totalmente esa sabiduría, es que los chilenos podemos sopesar ahora el hecho de que hubo, por ejemplo, refranes en Chile. Es decir, expresiones de auténtica verdad en el habla cotidiana de nuestro pueblo, cuyo significado hasta puede sernos revelado hoy de un modo nuevo y sorprendente, pero en el supuesto ineludible de que la orientación para el buen vivir que ellos contienen, no incide para nada en los criterios que hoy conducen a la sociedad chilena hacia las metas que sus autoridades le han fijado dentro del contexto de este modelo de civilización. En ese sentido, pienso que la ideología que está en la base de ese modelo es totalmente ajena a eso que nuestros antepasados llamaron “sabiduría”.

Si tuviese que hablar sobre mi relación con Violeta Parra, diría que durante muchos años fuimos amigos y nos veíamos muy frecuentemente, entre otras razones, porque yo colaboraba en su trabajo. Lo hacía transcribiendo a pauta musical lo que ella recopilaba en sus viajes de investigación. Aunque debo agregar a eso que nuestra Violeta tenía un carácter difícil, y al enfrentarse por primera vez conmigo, no faltaron los momentos en que ella perdió la paciencia y me echó encima toda su concepción revolucionaria de la sociedad tratándome de “pituco de mierda”, porque según ella no entendería nunca a su pueblo.

En las décimas que me dedicó refleja ella la tensión de nuestros malos entendidos, como se puede apreciar en la siguiente estrofa:

No tengo la culpa ingrato
De que entre los dos el diablo
Por tres o cuatro vocablos
Nos cause tan malos ratos.
De hacerte sufrir no trato
Aunque más parezca el caso,
Yo creo que este mal paso
Nos lleva por mal camino
Preguntar no me animo
¿hasta cuándo ingratonazo?

Según su hermano Nicanor, también venía dedicada a mí su canción “Huyendo voy de tus rabias”. Pero Violeta era un ser esencialmente benéfico, de manera que sus rabias y malas palabras eran muy incidentales, y de inmediato ella recomponía la amistad y la armonía. Era generosa y bondadosa. La última vez que nos vimos, en el aeropuerto de Orly, en París, me hizo pasar un examen interrogándome para saber si yo conservaba en la memoria muchas canciones recogidas en terreno o compuestas por ella, y eso para tener la certeza de que yo había pasado a ser un real discípulo suyo. Yo creo que desde entonces ya había concebido el proyecto de poner fin a su vida, pues el alejamiento de su amado Gilbert Farvre fue una herida mortal de la que nunca pudo sanar.

 

Gastón Soublette.[1]Musicólogo, filósofo, escritor y esteta. Estudió Música en el Conservatorio de París. Fue director del Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica entre 1978 y 1980. Es autor … Continue reading

References
1 Musicólogo, filósofo, escritor y esteta. Estudió Música en el Conservatorio de París. Fue director del Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica entre 1978 y 1980. Es autor de Sabiduría chilena de tradición oral (refranes) (2009) y Sabiduría chilena de tradición oral (2013).