Reseña audiovisual: Y las vacas vuelan: El extranjero – Lídice Varas

Y las vacas también vuelan
Fernando Lavanderos
2004

 

Filmada hace diez años, en un Santiago de micros amarillas, la primera cinta de Fernando Lavanderos fue en su estreno una sorpresa, una especie de golpe de efecto. Ese mismo año Sexo con amor seguía liderando en taquilla, Machuca se imponía como “LA” película importante y Raúl Ruiz con Días de Campo volvía a filmar ficción en Chile. En ese escenario surge una cinta nimia en apariencia, anodina en intenciones, pero profundamente decidora. 2004 fue un año donde el cine chileno parecía querer hablar sobre la identidad nacional: sexo, política, conflictos sociales y el pasado que se nos fue. Sin embargo, de todas ellas, Y las vacas vuelan es la que más lo intenta y se acerca, la que toma una opción arriesgada para retratar el alma de un Chile cínico, impuntual y mentiroso.

Kai es un danés que está en Chile para filmar un cortometraje. Cámara en mano recorre las calles de Santiago capturando escenas cotidianas y reveladoras: calles atestadas, predicadores, gente seria, negocios vestidos con luces navideñas y un Santiago gris. Busca a su protagonista preguntándoles directamente si mienten. Mentiras blancas, mentirillas dice la mayoría, otras responden que no mienten, que para qué. En esas entrevistas conoce a María Paz, una joven que se transforma en la protagonista de su cortometraje sin trama ni historia. Pero mientras él intenta grabar su película, él mismo es grabado, y la cinta se transforma en un juego ambiguo de ficción y documental.

Película dentro de otra película, realidad dentro de la ficción y en el centro de todo el extranjero, el hombre que a duras penas y con un español tosco va mirando una ciudad donde las personas llegan irremediablemente tarde y dan consejos sin que se los pidan. El extranjero será también protagonista de su segunda película, Las cosas como son (2013), que bebe del espíritu de estar descolocado en un país de apariencias y mentiras para la supervivencia. El extranjero es su punto de partida, extranjero el que viene de lejos, extranjero el que es un extraño.

De eso se trata Y las vacas vuelan, una película sobre las apariencias, sobre lo que no se dice y lo que se dice para funcionar. Sobre los límites difusos entre lo que es mentira y lo que es verdad. Es, al final, un engaño, pero uno orquestado para que el espectador también se sienta extrañado, ese es su logro.

La factura de Y las vacas vuelan es pobre, con diez años a cuesta se le nota aún más, pero contiene una riqueza inigualable: Lavanderos jugó peligrosamente a engañar a actores y espectadores. Vista a simple vista pareciera ser uno de esos juegos de escuela de cine. Pero no, hay plena conciencia en cada giro, en cada toma aunque sea accidental, en cada frase aunque no haya guión. Lavanderos como orquestador de un engaño, una cinta que pasó sin pena ni gloria en festivales, pero que cada cierto tiempo aparece en los listados de las mejores películas del cine chileno. ¿Por qué? No porque haya ha crecido con el tiempo, sino porque supo capturar un tiempo y eso, en las películas, sean ficción o realidad, es un pequeño milagro.

Disponible en: http://www.cinepata.com/peliculas/y-las-vacas-vuelan-2/