Reseña bibliográfica: Ciudades latinoamericanas: Desigualdad, segregación y tolerancia – Elías Farías Caballero

Ciudades latinoamericanas: desigualdad, segregación y tolerancia
María Mercedes Di Virgilio y Mariano Daniel Perelman (Coord.).
CLACSO, 2014, 282 páginas

 

El libro Ciudades latinoamericanas, fruto de un grupo de ponencias presentadas por diversos investigadores en el 54 Congreso Internacional de Americanistas 2012, busca ser un aporte en la compresión y el estudio de los procesos de segregación y desigualdad social en la ciudad latinoamericana actual, haciendo énfasis en dos aspectos fundamentales: los modos en que ciertos grupos sociales acceden al espacio urbano, y las significaciones cotidianas de segregación y relegación urbana en los grupos sociales más desfavorecidos. Así, el libro complementa las lecturas tradicionales de la segregación con análisis centrados en las prácticas habituales, sus significaciones y los diversos espacios de interacción y disputa en la ciudad.

La segregación y la desigualdad social constituyen temáticas centrales en los estudios urbanos, especialmente si se analizan a la luz de procesos de modernización urbana recientes, con énfasis en políticas neoliberales, en el protagonismo del mercado y el urbanismo de proyectos. En este sentido, la publicación pone en evidencia las problemáticas transversales por las que atraviesan las ciudades de nuestra región en términos de integración social, entendiendo al territorio no solo como la plataforma donde las desigualdades se manifiestan, sino también como un espacio de poder que tiene una historicidad que lo relaciona con determinados grupos sociales, y como un espacio en el cual los modos de habitarlo y transitarlo contribuyen a “reproducir” la desigualdad social urbana.

En este sentido los autores afirman que: “Las fronteras marcan límites morales en los territorios. Así, en tanto arena de producción de sentidos, de conflictos, dominación, resistencia y transformación, el espacio tiene un rol central en la producción de sujetos e identidades y de argumentos clasificatorios o moralizantes. Es por ello que creemos que el análisis de la producción de las desigualdades debe centrase en territorios históricamente construidos, con sus complejidades y contradicciones, en tanto espacios morales en disputas, de redes de relaciones y campos de poder” (p. 13).

El conjunto de artículos que forman el libro se estructuran en tres grandes apartados que se centran en: barrios populares, el conflicto en el espacio público y la distribución espacial de la población. Para la presente reseña reflexionamos acerca de un artículo de cada apartado.

En el primer apartado Contactos, fronteras y derecho a la ciudad, el artículo “Las violencias como exclusión. Ciudadanías y estrategias de resistencia en un barrio pericentral de Santiago de Chile” presenta el caso de la población José María Caro, barrio del sur poniente de la ciudad conocido por ser una de las primeras zonas que concentró en grandes volúmenes a población pobre en Santiago. Junto con exponer la trayectoria sociohistórica de esta zona, se discuten las definiciones de violencia desarrolladas desde la bibliografía especializada, identificando diversos tipos: violencia política, económica e institucional.

Siguiendo la perspectiva general del libro, el autor plantea que los contextos territoriales signados por la segregación y la pobreza, experimentan situaciones cotidianas de violencia estructural en sus diversas dimensiones (institucional, económica y social) que se manifiestan permanentemente en el territorio. El resultado de este proceso es la conformación de una ética y una subjetividad de la exclusión asociada al territorio, la que se manifiesta en los discursos dominantes, en las prácticas cotidianas de instituciones y personas que “reproducen” día a día las condiciones de pobreza, violencia y segregación en la población José María Caro.

En el segundo apartado Pugnas por el espacio público el artículo “Problemas conceptuales, relaciones de trabajo y derechos laborales de los trabajadores informales” entrega una precisa reflexión que, junto con reconocer cómo la definición de un concepto define la forma y límites al momento de relacionarse con él (¿qué es informalidad?, ¿qué es trabajo?), tanto la informalidad como la “unidad productiva” y de “ocupación”, son nociones pertinentes “dependiendo del problema eje que se trate de resolver: el desarrollo sostenido, el trabajo decente o la evasión fiscal y el no registro” (p. 118). Tanto para los trabajadores del sector informal y los trabajadores informales del sector formal, existe un común denominador: ser un sector precario, de bajos ingresos, sin prestaciones ni derechos laborales. Así, un punto esencial para establecer sus derechos es la heterogeneidad de la “relación social de producción” de aquellos que trabajan en el sector a través de un concepto amplio de trabajo, en particular, que incorpore no solo a los clientes, sino que también a otros actores no laborales.

Por último, en el tercer apartado Migraciones, proyecto y espacialización de la desigualdad el artículo “Proyectos que dividen, ciudades que segregan” aborda el caso de Ciudad de México desde una perspectiva histórica, mostrando cómo la planificación urbana de la ciudad pasó desde un enfoque que buscaba modernizar al DF, haciendo crecer su capacidad productiva para integrarse a la economía capitalista bajo un discurso político de integración social urbana, a un enfoque cuyo paradigma es la planificación urbana estratégica. El resultado de este cambio lo podemos prever. Expulsión de los grupos sociales pobres de áreas centrales de la ciudad hacia la periferia, y la modernización selectiva de ciertas áreas de la ciudad con alta rentabilidad económica son rasgos distintivos del modo neoliberal de hacer ciudad, problemas que comparten varias  ciudades de la región de acuerdo con lo que señala el libro. Para el caso de Ciudad de México, señala el autor, el proceso ha cristalizado en la conformación de una ciudad archipiélago donde conviven diversos proyectos urbanos desarticulados e inconexos, caracterizados por la güetización de grupos sociales ricos y pobres que “reconstruyen” el espacio urbano a su manera y con los recursos que disponen. Aquí nuevamente el territorio nos habla, da cuenta de éticas, subjetividades e identidades que luchan y disputan el espacio urbano, tal como lo señalara Lefebvre hace más de 30 años.

Pero cabe hacerse la pregunta, ¿qué relevancia puede tener un libro como este en Observatorio Cultural? los conflictos urbanos y de ciudad como la segregación, la informalidad laboral y la fragmentación urbana, son realidades que no están ajenas al sector artístico y cultural, en diversos niveles de análisis. Fenómenos como la segregación, por ejemplo, han sido fuente de reflexión y análisis en diversos proyectos creativos tanto en el teatro, la performance y la intervención pública. Por otro lado, el lugar que ocupa la infraestructura cultural para combatir y articular de mejor forma los conflictos urbanos, resulta de alta relevancia más allá de su rol como mero espacio de acceso a bienes culturales, así como el impacto que tiene el desarrollo de la industria cultural en el valor del suelo. Por último, sin lugar a dudas, la pregunta por la informalidad laboral es fundamental para comprender y reflexionar respecto de los trabajadores y trabajadoras de la cultura en Chile, considerando la condición generalizada de pluriempleo, y el desafío de mejorar derechos y buenas prácticas laborales del sector.

 

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