Cultura, una palabra arrasada – Raúl Zurita

El título de este encuentro, “Desde el polvo a las estrellas”, creo que es extremadamente pertinente. Es precisamente arrancar desde el polvo en un país y en una humanidad que se ha permitido los crímenes que se ha permitido este país en su historia y esta humanidad. La palabra cultura es una palabra arrasada, es una palabra socavada, y arte del clima crispado que estamos viviendo; tiene que ver precisamente con que no nos hemos hecho cargo del significado del polvo, del significado de la tierra, del significado de los paisajes que habitamos, que son inmensos memoriales.

Si no partimos desde el fondo de nuestra historia, lo más intolerable de ella, lo más irrepresentable de ella, es muy difícil que elijamos visiones, discursos, esperanzas, que realmente puedan trascender y traspasar, motivar y encausar nuevos sueños y nuevas visiones. Si no profesamos profundamente ese horror que de una u otra forma nos acompaña, como le acompañaba el horror a los trágicos griegos, es casi imposible que logremos imaginar algo que vaya más allá de, precisamente, la contingencia de un gobierno, y sea lo sea que nuestros ministros dicen, de una política de Estado.

Porque hablar de una política de Estado implica asumir profundamente una historia, implica asumir nuestra pertenencia a una humanidad que no siempre pareciera merecedora de existir. Cuando uno ve el horror en la televisión, lo ve diariamente… ayer viendo los refugiados sirios detenidos en la frontera con Macedonia, cuando vemos esa capacidad, esa fuerza destructora, pareciera que la misma humanidad no tiene sentido.

Entonces enfrentarse, primero, con el absurdo, con el hecho de que todo lo que llamamos una institucionalidad, todo lo que llamamos precisamente una cultura, todo lo que llamamos arte, se estrella contra ese fondo viscoso y casi inaferrable de la muerte. Pero volver a eso, mirarlo, es porque solamente desde allí, desde asumir esa oscuridad, es posible levantar realmente una nueva esperanza. No me refiero a una esperanza media, no me refiero a una esperanza cautelosa, sino que a levantar de nuevo una arrasadora esperanza, una esperanza tan fuerte que sea capaz de doblegar lo real.

Creo que cada uno de nosotros es el escenario donde se debate la humanidad entera. Y al mismo tiempo, creo que cada uno de nosotros es responsable, no solamente por lo que ha hecho, sino que por lo que han hecho los demás. También somos responsables de cada crimen, somos responsables de cada pan que se repartió mal, somos responsables de cada niño que no tuvo una escuela. Por eso nos podemos llamar un país, aunque no queramos verlo… por eso podemos intentar llamarnos una nación, un territorio, una humanidad.

Ser responsable es hacerse cargo de lo que a nosotros nos ha tocado, y también lo que no nos ha tocado. Y la palabra con la que yo reemplazaría la abstracción de la palabra cultura, es la palabra compasión.

Compasión por los demás, compasión por los que han sufrido, compasión por nosotros mismos, compasión también por los criminales y sobre todo por la familia de los criminales, por la familia de los monstruos que en estos territorios y en estas ciudades, en estas calles, han sido engendrados.

A mí, entre paréntesis, me impresiona mucho que no se piense en un organismo que se preocupe de aquel niño o joven que descubre a los 15 años que su papá era un criminal. Me parece que una sociedad compasiva, que se hace claramente cargo de sus culpas y por eso, desde eso, pueda efectivamente levantar un nuevo sueño. Hemos vivido en una especie de limbo, una especie de limbo infinitamente incomparable con la dictadura, pero es una especie de limbo del cual no acaba, no termina de salir un relato nuevo, no termina de salir un sueño nuevo, no termina de salir un poema nuevo.

Entonces el volver a cantar, volver a realmente a cruzar las anchas alamedas, es algo que requiere de nosotros algo más que definiciones de diccionario. Pues bueno, ¿qué es cultura? Cultura es todo. Pero qué avanzamos con eso, qué hemos ganado haciendo esa definición. Absolutamente nada.

Ser, asumir, protagonizar la propia existencia con una imagen de la existencia de todos, y desde esa imagen efectivamente poder soñar casi como en un sueño, que volvemos a ver las estrellas, las volvemos a ver desde los granos del suelo arenoso, desde el arrastrarnos por el pavimento. Entonces, creo que llenar estos paisajes, llenar estos escenarios que, como digo, son un gran memorial, estos paisajes fueron la única piedad que recibieron miles de detenidos desaparecidos, estos paisajes fueron nuestro mar, nuestro desierto, nuestros ríos, nuestros volcanes, fueron la única compasión, la única acogida que tuvieron tantas, tantas víctimas.

Hay algo de indecible en pensar eso, en pensar porque en un país de desaparecidos todos los demás somos sobrevivientes. Entonces compasión, amor, luz, bondad, libertad, sueño, paisaje, estrella. Pronunciar las palabras que nos son, y que nos debieran ser queridas; fe, esperanza, y pronunciarlas desde la consciencia de los territorios que habitamos, desde la consciencia de los memoriales que miramos. Entonces, tal vez, hayamos empezado a encontrarle un significado a la palabra cultura, un significado a la palabra arte, un significado a la palabra poesía.

Precisamente, al final de la Divina Comedia, Dante tiene la visión de las estrellas, la visión de un universo del cual somos sus espectadores, y recogemos parte de su grandeza, de su infinita inmensidad, y parte también de su indiferencia y de su violencia. Nos tocó un segundo en el todo, nos tocó un fragmento ínfimo de la totalidad, es de esperar que algún día seamos realmente dignos de los paisajes y del universo en que nos tocó vivir. Pero el camino es arduo, y pasa por despojarse del escudo de las definiciones. Despojarse de las trampas de las definiciones.

 

Raúl Zurita.[1]Poeta y Premio Nacional de Literatura 2000.

References
1 Poeta y Premio Nacional de Literatura 2000.