Reseña audiovisual: Alicia Scherson: identidad a la deriva – Lídice Varas

Play (2005) y Turistas (2009)
Alicia Scherson

 

Las obsesiones son como las cicatrices, están ahí para dar cuenta de algo, una marca que relata una historia. Antes de ser cineasta, Alicia Scherson fue bióloga y ese mundo masculino y aséptico está presente en toda su filmografía, en sus personajes –casi siempre mujeres– y en la disección del entorno. Scherson filma como si estuviera haciendo una autopsia, para bien y para mal, esa es su obsesión.

Con tres largometrajes a la fecha y varios cortos, sus historias juegan con los formalismos y escapan del género fácil. Construye dramas, pero con emociones controladas. Se aventura en la intimidad, pero desde la distancia del observador. Sus personajes están siempre escapando de sí mismos, buscándose.

En Play (2005), su primer largometraje, no son los personajes sino la ciudad la protagonista. Scherson filma Santiago como una urbe dispareja en la que las personas no pueden encontrarse. En la cinta, Cristina (Viviana Herrera) es mapuche y tiene a su cargo a un viejo enfermo, está en Santiago para escapar del sur que odia; al otro lado de la ciudad vive Tristán, un tipo que ha sido abandonado y que vaga por barrios que no son los suyos. Sus historias son mínimas, pues lo realmente importante son las distancias.  Nadie quiere ser lo que es ni estar donde está. Cristina juega a ser otra persona, el maletín que encuentra en la basura le permite inventarse, fumar cuando nunca lo ha hecho, escuchar música que no conoce, entrar a una casa ajena y vestirse con ropa que no le pertenece. Tristán se mete a un bar de barrio, pero pide vodka; las personas lo confunden con un tal Walter; no sabe cómo moverse.

En Turistas (2009) pasa algo parecido, pero ya no es la ciudad si no la naturaleza la que alberga los dramas de personajes que también están buscándose a sí mismos. Una pareja entra en crisis en pleno viaje de vacaciones. Carla (Aline Kuppenheim) tiene 37 años y le confiesa a su marido que ha abortado, él (Marcelo Alonso) la abandona en medio de la carretera. Ahí, sola, no sabe si volver o partir. En eso conoce a Ulrik (Diego Noguera) un mochilero noruego que la invita a su viaje. Pero Ulrik es en realidad Miguel, un joven que finge ser extranjero, que adopta un acento y una historia para ser más interesante.

Nuevamente es una mujer la protagonista, nuevamente personajes insatisfechos, en lugares ajenos, personas de paso y conversaciones nimias. Al igual que en Play, Scherson filma con distancia a sus protagonistas, superficialmente y sin emociones. Lo que en un momento podría haberse supuesto como impericia narrativa parece adquirir el tono de estilo. Pero es un estilo que al igual que sus protagonistas está en proceso de conformarse. Scherson es más una cineasta de atmósferas que de historias, que encuentran en lo formal –como la estética videoclipera de Play, la fotografía cuidada y los planos perfectos de Turistas– las vestimentas que le permiten dar cuenta de su propia personalidad.

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