Nuevos modelos creativos desarrollados por los jóvenes/New creative models developed by youths – Néstor García Canclini

Los jóvenes están ocupando nuevas posiciones en el desarrollo social. Algunas son señales de sus desventajas. En varios países europeos y latinoamericanos el desempleo juvenil duplica la desocupación promedio de la población: en España, por ejemplo, un 56% de los menores de 35 años carecen de trabajo. También los jóvenes son mayoría entre los migrantes latinoamericanos, en las estadísticas de la muerte violenta como soldados, sicarios o víctimas de la violencia urbana.

Ya en un informe producido en 2010, la Organización Iberoamericana de la Juventud advertía que en América Latina “los jóvenes son el sector más vulnerable a los trabajos irregulares, con el sueldo más castigado” en México, Colombia, Ecuador, Panamá y Perú, mientras que el 50,3% de los adultos tiene empleos informales, en los jóvenes de 15 a 29 años el porcentaje sube a 82,4% (Calderón, 2010: 6).

A partir de un estudio de la CEPAL que correlaciona datos semejantes con el avance educativo de los jóvenes, Martín Hopenhayn señala las siguientes paradojas: los jóvenes “tienen mayores logros educativos que los adultos, medidos sobre todo en años de educación formal, pero por otro lado menos acceso al empleo. Manejan con mayor ductilidad los nuevos medios de información, pero acceden en menor grado a los espacios consagrados de deliberación política y están menos afiliados a los partidos. Expanden exponencialmente el consumo simbólico pero no así el consumo material” (Hopenhayn, 2008: 53).

En otras palabras “la juventud goza de más educación y menos acceso a empleo que la población adulta. Ostenta más años de escolaridad formal que las generaciones precedentes, pero al mismo tiempo duplica o triplica el índice de desempleo respecto de aquellos. En otras palabras, están más incorporados a procesos consagrados de adquisición de conocimientos y formación de capital humano, pero más excluidos de los espacios en que dicho capital humano se ejerce, a saber, el mundo laboral y la fuente de ingresos para el bienestar propio” (Hopenhayn, 2008: 53).

 

Avanzados de la creatividad

Sin embargo, algunos estudios de años recientes muestran que los jóvenes se destacan al usar recursos creativos. De dos maneras: por una parte, para crearse empleos en las artes, desarrollar editoriales independientes, festivales de música y otras vías novedosas para difundir contenidos culturales, usando con más intensidad que otras generaciones las tecnologías recientes. Por otro lado, los jóvenes son quienes hacen trascender la imaginación creativa más allá de las áreas especializadas (las artes visuales, la literatura y la investigación científica) o sea en las industrias, el diseño urbano, gráfico y comunicacional. Incluso en el reciclaje de objetos y mensajes que circulan en mercados alternativos.

La importancia de estas actividades en el desarrollo social y cultural ha llevado a hablar de ciudades y economías creativas. ¿Qué balance hacer, luego de dos décadas de esta línea de experimentación sobre el papel de la creatividad como recurso socioeconómico, acerca del desempeño de los jóvenes en un modelo de trabajo y consumo distinto del que les asigna la reproducción del orden social? ¿Estamos realmente transitando, como a veces se afirma, del predominio de las industrias culturales a una economía creativa? ¿El tiempo de los libros en papel y los discos está cediendo ante el avance del arte público, los festivales, la comunicación en red y las descargas digitales?

En América Latina es difícil responder estas preguntas debido a la falta de estadísticas consistentes acerca de los creadores, los públicos culturales y los movimientos de las industrias de la comunicación. No son suficientes los estudios de rating sobre lo que se ve y se consume hoy. Necesitamos, por ejemplo, registros cuantitativos de las relaciones entre egresados de carreras artísticas en universidades y desempeños profesionales, conocer la estructura de la oferta cultural confrontada con los hábitos de consumo de la población.

Nos impulsó a realizar una investigación en los últimos tres años la percepción adquirida en el estudio etnográfico de que existen en muchas ciudades latinoamericanas miles de jóvenes semejantes a los que en Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países son llamados trendsetters por su capacidad de marcar tendencias, en Bélgica, España y Francia se nombran como emprendedores por el modo de autoorganizarse por fuera de las instituciones y grandes empresas, y en Francia se les dice intermitentes, aludiendo a la “discontinuidad continua” en la que se suceden “compromisos y proyectos” (de Heusch, Dujardin y Rajabaly, 2011; Florida, 2010; Mc Robbie, 2007; Rowan, 2010).

Fuimos seleccionando, entonces, mediante entrevistas y la técnica de bola de nieve figuras clave en las artes visuales, las editoriales independientes, la música y las prácticas digitales en la Ciudad de México. Encontramos a jóvenes que ensayan modos no convencionales de situarse en un paisaje cultural y socioeconómico en transformación. Son un tipo peculiar de trabajadores, ni asalariados ni plenamente independientes. Trabajan en proyectos de corta duración, sin contratos o en condiciones irregulares, pasando de un proyecto a otro, sin llegar a estructurar carreras. Con frecuencia, movilizan sus competencias y su creatividad en procesos cooperativos, cada vez diferentes. Deben adaptarse a clientes o encargos diversos, a la variación de los equipos con los que trabajan, al distinto significado que adquieren los oficios artísticos y culturales en escenas diferentes. Los limitados ingresos y la fragilidad de sus desempeños los obligan a combinar las tareas creativas con actividades secundarias.[1]Los resultados de esta investigación, auspiciada por las Fundaciones Carolina y Telefónica, se hallan en dos libros: Cultura y desarrollo: una visión crítica sobre los jóvenes (Buenos Aires, … Continue reading

Nos propusimos investigar en México en qué consiste la innovación cultural y socioeconómica de estas prácticas creativas. ¿Serán los individuos y pequeños agrupamientos creativos capaces de superar contradicciones del capitalismo si tienen suficiente iniciativa, capacidad de asociación, mucha sintonía con las tecnologías avanzadas y pueden posicionarse en lugares privilegiados?

Hay varias características de estos jóvenes creativos que los habilitan para desempeñarse en estos espacios y circuitos:

a. mayor apertura a lo que sucede fuera del propio país, en gran parte del planeta;

b. disposición a estar conectado permanentemente, y por tanto a diluir la diferencia entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio;

c.  capacidad de ser un artista, un músico o un editor multitarea: esto significa, por un lado, usar simultáneamente diversos medios y conexiones (se escribe en la computadora mientras se atienden las redes, Facebook, Twitter y, a veces, también se tiene encendida la televisión). Por otro lado, esta versatilidad se muestra al ejercer oficios que aparecían separados en las prácticas artísticas tradicionales: el autor de una música o una obra de arte visual puede ocuparse del diseño de objetos, de la publicidad y de promoción en red;

d. habilidades mayores que en generaciones anteriores para establecer interacciones sociales a distancia y redes de cooperación; en algunos casos, microcomunidades que expanden la posibilidad de conseguir trabajos y difundir los resultados; pasar del capital social referido a espacios únicos (barrio, escuela, fábrica) al capital vinculante (Putnam), el que permite inserciones múltiples en espacios diversos cambiando las identificaciones en las que se valorizan distintos capitales;

e. hábitos de hipervinculación, intertextualidad e interdisciplinariedad: en la estructura de las obras se incorporan procedimientos como el copy/paste, el control zeta y el bluetooth, o sea disposición a la transparencia y al intercambio incesante.

La versatilidad —entre diversos oficios, formas de colaboración y aun lenguas y países— es facilitada por las redes digitales, pero es también un requisito “normalizado” por la flexibilización de los mercados laborales y la incertidumbre acerca del futuro de los trabajos.

Los comportamientos de estos jóvenes muestran prácticamente un modo distinto de encarar las relaciones entre creatividad, interdisciplinariedad e instituciones culturales. En otro tiempo, la interdisciplina fue un programa epistemológico o de interrelación entre prácticas artísticas, lenguajes y formatos, con el propósito de renovar las obras y el conocimiento, solo practicado por minorías dentro del campo científico o artístico. Hoy ese estilo de trabajo se extiende en el sampleo y el remix musical, la intertextualidad en la escritura, la colaboración entre disciplinas y la combinación de discursos visuales, literarios y tecnológicos.

Una consecuencia de esta reestructuración interdisciplinaria, que moviliza por fuera de las instituciones, o entre ellas, a los creadores y difusores es un cambio de lenguaje. Las nociones de campo artístico, campo editorial y campo musical, tan utilizadas en la sociología de las artes y la literatura inspiradas por Pierre Bourdieu, ceden lugar a otras. Para describir el objeto de estudio o actuación, los jóvenes hablan de escena, entorno, circuitos o plataformas, conceptos más abarcadores. Mientras la noción de campo aludía a un sistema especializado y autocontenido, con reglas peculiares que articulaban —por ejemplo, en el campo musical— a compositores, intérpretes, salas de concierto, promotores y espectadores, hablar de escenas o circuitos facilita, en cambio, incluir de modo más flexible una diversidad amplia (y entremezclada) de actores internos y externos a lo que antes se llamaba campo.

Las capacidades individuales y grupales de los actores jóvenes no son suficientes para actuar en las escenas o entornos actuales. Debe implicar cambios en las instituciones y empresas que hacen circular los bienes y mensajes, así como nuevas disposiciones en los públicos, espectadores, o, como se prefiere denominarlos de acuerdo con la fusión entre producción y consumo, prosumidores.

En las artes visuales la creatividad se redistribuye desde la emergencia de curadores y gestores que no solo estructuran el montaje de la exposición sino el sentido conceptual de un artista o de varias tendencias e intervienen en el momento de la producción, la autoría y la difusión.

En la música el dj, los ingenieros de sonido y otros que posproducen, a partir de materiales previamente creados por los artistas, modifican también los lugares de producción, circulación y apropiación. Pese a este carácter derivado de sus trabajos muchos dj’s se definen como creadores. Cambian, asimismo, la interacción entre el momento creador, antes entendido como solitario e individual y las escenas de comunicación, escucha, baile y fiesta. Así como los restaurantes, bancos y tiendas de diseño configuran el sentido del arte al exponer obras, la música hecha por jóvenes circula cada vez menos en tiendas de discos —incluso en discos— y se mezcla con actividades desplegadas en cafés, medios audiovisuales, museos, centros culturales polivalentes y sobre todo los sitios de internet y las redes sociales. El significado de los bienes artísticos y los criterios de valoración se reformulan en escenas expandidas donde también juegan las modas de ropa, los gustos gastronómicos, los valores de velocidad y entretenimiento de las industrias culturales, las zonas hipster de la ciudad, como las colonias Condesa, Roma y el Centro Histórico en la megaciudad de México.

Entre los espacios y circuitos estudiados, la música aparece como el ámbito en el que la vieja estructura concentrada de la industria cultural (en este caso manejada por cuatro gigantescas majors) es menos sostenible. Desde la irrupción de Napster hasta la multiplicación actual de redes P2P el intercambio va prevaleciendo sobre el lucro económico. Autoría colectiva, cooperación entre compositores y audiencias, creaciones colaborativas y ediciones a distancia entre músicos residentes en distintos países son algunas de las innovaciones frecuentes en la escena musical. En síntesis, dos consecuencias son particularmente notables: a) la ampliación del acceso a la creación y comunicación, diferenciando menos entre profesionales y aficionados; b) un cambio de horizonte, no solo de reglas, en la configuración de la propiedad intelectual.

Otra muestra del dinamismo en las transformaciones de la escena musical es la necesidad de distinguir, aun limitándonos a un arco entre 20 y 35 años, tres generaciones: la digital, formada por bandas surgidas en la última década, que usan sobre todo redes sociales y plataformas web; la generación de los compilados, partícipes a la vez de las reglas de la industria tradicional y de los circuitos digitales, organizados en forma autogestora; la generación de los disqueros, compuesta por músicos integrados a la industria, algunos de los cuales negocian con los anteriores la inserción en redes digitales.

¿Cómo modifica la innovación tecnológica el proceso creativo y los hábitos de las audiencias? La composición en computadoras personales, el uso de plataformas online y trabajo en la nube aumentan la ya citada colaboración a distancia y modifican la noción industrial del copyright dando lugar a licencias con apertura parcial tipo creative commons. Como en las artes visuales y en el mundo editorial, las tecnologías digitales potencian el acceso a la información sobre ofertas culturales del propio país y del mundo. Podríamos decir que las radios y sobre todo los sitios de internet realizan una curaduría de gustos musicales.

Este público interactivo, con tantas facilidades de acceso y de recreación de lo que escucha, es un difusor selectivo y expansivo: Facebook, Twitter, Youtube y los blogs extienden constantemente la circulación de músicas y videos con música, son orientadores de preferencias y convocan a los simpatizantes a agruparse.

Pasamos de un período en el que el desarrollo cultural se concebía en forma lineal (creadores-intermediarios-públicos) a otro en el que la creación es reformulada como programación, o sea manejo creativo de materiales preexistentes y de sus cambios en la circulación. Ahora la creatividad cultural se halla tanto en la gestación, como en la comunicación y la recepción, que se entremezclan sin un orden secuencial.

 

De la carrera a los proyectos

Otro cambio visible cuando comparamos a los productores culturales de hace veinte o treinta años con los actuales es el tránsito de una sociedad en la que se podía hacer carrera a otra en la que escasean las plazas laborales y, cuando se consiguen, son casi siempre nombramientos temporales inseguros. Los jóvenes artistas y músicos declaran estar acostumbrados a organizarse en proyectos de corta y media duración. Algunos realizan emprendimientos independientes por convicción, la mayoría por necesidad. La creatividad y la innovación, dos rasgos altamente valorados para conseguir trabajo, más que las competencias profesionales duraderas, contribuyen a dar a sus actividades esta periodización frágil. La presión de lo instantáneo, lo que se descubre o se informa hoy, refuerza esta relación con la temporalidad veloz de las biografías: todo es efímero, renovable y luego obsoleto, incluso los agrupamientos que organizan los jóvenes para poder trabajar.

Este sentido transitorio de los emprendimientos conspira contra el rendimiento en las prácticas culturales que requieren inversiones cuantiosas y cuya capacidad de recuperación económica es lenta. Los patrones laborales y comerciales de la industria editorial, donde la producción lleva meses y su sentido se nutre, en parte, de un catálogo formado durante años, entran en conflicto con la intermitencia de los trabajos y las coacciones del mercado que propician la obsolescencia y la renovación incesante.

Una zona particularmente sensible a la aceleración y la incertidumbre es el tránsito de las ediciones en papel a los circuitos virtuales. Por un lado, la bibliografía internacional y las declaraciones de editores hablan de la posible sustitución de los libros por la circulación digital: vemos una preocupación creciente por adecuar las editoriales y librerías para subsistir en un tiempo de producción y transmisión en red de los contenidos. Por otro, los editores independientes entrevistados se aferran a proyectos en papel, se oponen al catastrofismo como parte de su resistencia a la “tiranía del mercado”, defienden la producción de libros “concebidos para leer, para perdurar”. Valoran los aspectos artesanales de la producción (la calidad del papel y el diseño, las innovaciones tipográficas y el sentido cualitativo de la comunicación interpersonal y la lectura estéticamente justificada).

Desde hace cuatro años uno de los centros dedicados al arte joven en la ciudad de México, el Museo Carrillo Gil, abre en el mes de diciembre un espacio de exhibición, promoción y análisis para las editoriales independientes. En 2011 el Foro albergó a más de sesenta editores de varios países que ocuparon un piso entero del museo. Desde que uno entraba llamaba la atención el ambiente festivo, la mezcla de revistas, fanzines, objetos visuales o publicaciones referidas al cine, el video y por supuesto libros: en muchos de ellos hay signos artesanales, como el visible cosido a mano, portadas con marcas singularizadas, libros de artista junto a ediciones de aspecto convencional, pero que indican deseos de revitalizar el objeto editorial a partir de sus atributos clásicos. “El libro ha muerto, larga vida al libro” fue la consigna que tituló el emprendimiento de este año. El futuro no parece traer la sustitución del papel por las pantallas, sino una convivencia con interacciones complejas entre ambos.

¿Cómo está ocurriendo esta coexistencia de diversos hábitos, formas de agrupamiento, organización y estilos de trabajo? No es posible englobar los distintos procesos como si fuera el pasaje en bloque a una economía creativa que encuadraría a todos ni tampoco como la desaparición catastrófica de las industrias culturales y los tipos de comunicación que las volvieron hegemónicas en la segunda mitad del siglo XX.

Lo que encontramos, en cambio, es que las formas industriales y posindustriales (digitales) de producir y circular los bienes y mensajes interactúan con hábitos comunitarios antiguos, formación de nuevas comunidades y tipos de negocio. Se combinan el gusto por la cultura masiva con “nuevas” formas de trabajo artesanal, la búsqueda colectiva de soluciones innovadoras y los modos de compartir su expertise. Más que sustituir un sistema por otro, los emprendimientos de los jóvenes ensayan aprendizajes múltiples, relaciones de amistad junto con la colaboración con grandes instituciones, competencia, autoempleo e inserción imaginativa en redes prexistentes.

El estudio de estos actores versátiles genera interrogantes acerca del tipo de sociedad que engendra el trabajo por proyectos inestables y discontinuos. Los testimonios de algunos entrevistados muestran el carácter ambivalente de estos cambios. Me decía una artista visual que trabaja a veces como productora cultural y otras como diseñadora digital:

Entre la licenciatura y la maestría estudié nueve años. Sé inglés y francés y soy capaz de desempeñarme en distintos oficios. Pero no encuentro trabajo que dure: di cursos y hago trabajos con contratos temporales, y entre uno y otro puedo quedarme tres meses sin ganar nada. No puedo esperar que me den un préstamo para comprar un auto ni que me den licencia si quedo embarazada.

También hay que valorar, junto con la creatividad extendida, las consecuencias de esta reorganización social y económica sobre la producción cultural y el sentido de vivir juntos. Si bien este modo de trabajar por proyectos, contratando y descontratando gente, permitiendo a algunos liberarse de la rutina e innovar en tareas diversas, dinamiza la economía, también perjudica a muchos. En palabras de Richard Sennett, corroe el carácter y debilita la solidaridad social. ¿A qué se refiere cuando dice esto? Corroe especialmente “aquellos aspectos del carácter que unen a los seres humanos entre sí y brindan a cada uno de ellos una sensación de yo sostenible” (Sennett, 2000: 25).

La difícil sustentabilidad a mediano plazo de esta organización del trabajo creativo por proyectos más que como carreras se aprecia tanto en el análisis económico como antropológico de los jóvenes estudiados en México. Un equipo de economistas con los que hicimos el estudio, dirigido por Ernesto Piedras, estableció que los artistas visuales, editores independientes, músicos y artistas multimedia solo reciben de sus actividades creativas, en promedio, 23% de los ingresos que necesitan para sobrevivir. Completan sus recursos con becas, ayudas familiares y trabajos temporales como docentes o en tareas de empresas de video, cine, publicidad y con frecuencia en actividades lejanas a sus proyectos creativos.

En la investigación antropológica sobre artistas visuales, Carla Pinochet Cobos y Verónica Gerber indagaron qué alcance puede tener en las artes visuales el analizarlas como industria creativa, en qué sentido las ocupaciones y los emprendimientos de estos creadores son cuantificables. Ciertas producciones son remuneradas, algunas se insertan en el mercado, participan en ferias comerciales de arte y estimulan circuitos urbanos de turismo cultural. Pero cuando se presta atención al carácter cualitativo de las experiencias creativas, a los espacios de convivencia, colaboración y participación comunitaria, se vuelven significativas también prácticas no retribuidas que dan satisfacciones y crean sentido. El mundo artístico exhibe índices de subempleo y precariedad semejantes a los del conjunto de la población joven de la ciudad de México; sin embargo, aunque los modos de resolver las necesidades económicas, como la obtención de salarios y el consumo material, están sometidos a presiones de inestabilidad y exigencia de trabajar en “lo que aparece”, sus usos de las tecnologías y los intercambios de bienes e información, confieren a los artistas una mirada peculiar sobre el presente y el futuro. Encontramos que no coinciden completamente con lo que ocurre en la economía creativa, el nivel micro de las economías domésticas y las lógicas grupales e individuales.

Las innovaciones tecnológicas en los procesos culturales representan la mayor alteración en los vínculos entre economía y cultura. Reconversión digital de las empresas, cambios tecnológicos en las maneras de producir y circular los libros, en el diseño gráfico e industrial, organización reticular del trabajo, emergencia de nuevas profesiones y caídas de otras son algunos de los cambios que asignan protagonismo a los jóvenes techsetters. El lugar en apariencia privilegiado que ocupan estos jóvenes con alto nivel educativo y destrezas apropiadas para los actuales modos de trabajo y negocio no los libra de compartir con el resto de la juventud la falta de contratos laborales y salario fijo, de prestaciones sociales y seguridad más allá del corto plazo. No obstante, escribe Enedina Ortega Gutiérrez, su uso fluido de las redes les habilita un universo de conexiones donde son valorados, son requeridos por coolhunters y les permite disfrutar cierta autonomía en la elección de sus tareas y la distribución de su tiempo. Su versatilidad para cruzar fronteras disciplinarias y entornos culturales desorganiza las categorías habituales en los estudios cuantitativos. No basta, por ejemplo, saber cuántos disponen de internet en casa (en la ciudad de México 42,3%). Hay que averiguar cuántos tienen acceso en otras escenas (amigos, cafés internet, escuelas) y cuáles son las diferentes lógicas de uso: qué temas o páginas les interesan y para qué necesidades profesionales, de asociación o de juego las utilizan.

En cuanto al futuro, apenas existe a corto y mediano plazo: solo la mitad de los jóvenes emprendedores, aun los universitarios, piensa en el retiro laboral o en planes a largo término. Los jóvenes techsetters, que actúan desde su creatividad individual y cultura participativa, construyen un momento instituyente en la sociedad mexicana. Pero el bono demográfico y digital que representa esta masa de jóvenes queda como algo difuso en una sociedad donde se deja la innovación a las empresas privadas, sin una política digital, sin una agenda estatal y una legislación que canalicen la acción creativa de los movimientos culturales.

 

Bibliografía

Calderón, Verónica (2010): “La juventud perdida de Latinoamérica” en El País, viernes 13 de agosto de 2010, pág. 6.

Florida, Richard (2010): The Great Reset: How New Ways of Living and Working Drive Post-Crash Prosperity, Nueva York, Harper Collins.

Gerber, Verónica y Carla Pinochet (2013): “Economías creativas y economías domésticas en el trabajo artístico joven” en Jóvenes creativos: estrategias y redes culturales,  Néstor García Canclini y Ernesto Piedras (coords.), Ciudad de México, Juan Pablos/ UAM/ FONCA.

de Heusch, Sara; Anne Dujardin y Héléna Rajabaly (2011): “L’artiste entrepreneur, un travailleur au projet”. En L’artiste un entrepreneur? Collectif sous la direction du Bureau d’études de SMartBe, Bruxelles, Les Impression Nouvelles, SMartbe.

Hopenhayn, Martín (2008): “Inclusión y exclusión social en la juventud latinoamericana” en Pensamiento Iberoamericano. Inclusión y ciudadanía: perspectivas de la juventud en Iberoamérica, número 3, 2ª época, revista bianual, 49-71.

Mc Robbie, Angela (2007): “La ‘losangelización’ de Londres: tres breves olas de microeconomía juvenil de la cultura y la creatividad en Gran Bretaña”, en web Fundación Carolina, consultado: 20 de junio de 2011 <http://eipcp.net/transversal/10/20/macrobbie/es/pm>

Ortega, Enedina (2013): “Jóvenes techsetters y emprendizaje en el contexto de la economía creativa” en Jóvenes creativos: estrategias y redes culturales, Néstor García Canclini y Ernesto Piedras (coords.), Ciudad de México, Juan Pablos/ UAM/ FONCA.

Piedras, Ernesto (2013): “Estrategias creativas y economías domésticas en el trabajo artístico joven,  enJóvenes creativos: estrategias y redes culturales,  Néstor García Canclini y Ernesto Piedras (coords.), Ciudad de México, Juan Pablos/ UAM/ FONCA.

Rowan, Jaron (2010): Emprendizajes en cultura. Discursos, instituciones y contradicciones de la empresarialidad cultural, Madrid, Traficantes de Sueños.

Sennett, Richard (2000): La corrosión del carácter: las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo, Madrid, Anagrama.

 

 

Néstor García Canclini.[2]Profesor Distinguido de la Universidad Autónoma Metropolitana e investigador Emérito del Sistema Nacional de Investigadores de México.

Youths today are occupying new positions within social development, although some of these positions are signs of their disadvantages. In various European and Latin American countries, youth unemployment is double that of national unemployment: in Spain for example, 56% of people under 35 are jobless. Also, the majority of Latin American migrants are youths, and are also the majority in violent death statistics as either soldiers or victims of urban violence.

Already in a report produced in 2010, the Organization of Ibero-American Youth warned that in Latin America “youths are the most vulnerable when it comes to irregular jobs, with more penalized salaries” while in Mexico, Columbia, Ecuador, Panama, and Peru 50,3% of adults have informal jobs, this percentage among youths between the age of 15 and 29 rises to 82,4% (Calderón 2010: 6).

Martín Hopenhayn mentions the following paradoxes in a report prepared by ECLAC, which also presents similar data with regards to the educational development of youths: youths “have greater educational achievements than adults, measured above all by the number of years in formal education, however, they have less access to employment. They manage with great ductility the new mediums of information, but have less access to spaces for political deliberation, and are less affiliated to parties. They expand exponentially symbolic consumption yet do not do so with material consumption” (Hopenhayn, 2008: 53).

In other words “youths enjoy more education yet have less access to employment than the adult population. They have more years of formal schooling than previous generations; yet at the same time have double or triple the level of unemployment. In other words, they are more incorporated into processes renowned as acquisition of knowledge and formation of human capital, but more excluded from spaces where such human capital is practiced, namely, the work force and the main source of income for personal wellbeing” (Hopenhayn, 2008: 53).

 

Advances in Creativity

Some studies during recent years however, show that youths stand out when it comes to creatively using resources. This can be seen in two ways: on the one hand, for creating employment within the art world by developing independent editorials, conducting music festivals, and creating other innovative paths for spreading cultural content by using recent technology with greater intensity than previous generations. On the other hand, youths are those that transcend creative imagination by taking it beyond that of specialized areas (visual arts, literature, and scientific investigation), that is, urban design, graphics, communications and industries. This is also true in the recycling of objects and messages that circulate within alternative markets.

The importance of these activities for social and cultural development has led to the discussion of creative economies and cities. What balance can be made, after two decades of this line of experimentation on paper of creativity as a socioeconomic resource, in regards to the performance of youths in a work and consumption model that is different to that assigned by the reproduction of social order? Are we really passing, as sometime suggested, from the predominance of cultural industries to a creative economy? Is the era of books and paper and records’ giving in to the advances of public art, festivals, online communications and digital downloads?

It is difficult to answer these questions in Latin America, due to the lack of consistent statistics on creators, cultural audiences, and movements within the communication industry. There are not enough studies on ratings and what is seen and consumed today. We need, for example, quantitative records of the relationships between graduates from artistic university careers and professional achievements. We need to know the structure of the cultural offer compared with consumption habits of the population.

This drove us to investigate over the last three years the perception acquired in ethnographic studies that exist in many Latin American cities and that of thousands of youths similar to those in the United States, Great Britain, and other countries that are called trendsetters, due to their ability to establish trends. In Belgium, Spain, and France they are called entrepreneurs due to their ability to self organize outside institutions and large companies, while in France they are called indicators, alluding to their “continuous discontinuity” through which their “engagements and projects” take place (de Heusch, Dujardin y Rajabaly, 2011; Florida, 2010; Mc Robbie, 2007; Rowan, 2010).

Therefore, we went selecting through interviews and the snowball sampling technique, key figures from the visual arts, independent editorials, music and digital practices found in Mexico City. We found young people that practice non-conventional methods to situate themselves in a transforming cultural and socioeconomic landscape. They are a peculiar kind of worker, with no fixed salary and completely independent. They work on short-term projects without contracts or in unconventional conditions, passing from one project to the next, without any career structure. They frequently move their competencies and creativity among cooperative processes, each time in a different manner. They must adapt to different clients or diverse orders, to variations in equipment used, to different artistic and cultural professional meanings from various different scenes. Their limited income and the fragility of their performances, forces them to combine creative activities with secondary activities.

We proposed to investigate in Mexico what cultural and socio economic innovation creative practices consist of. Is it individuals and small creative groups capable of overcoming capitalist contradictions if they have sufficient initiative, capacity of association, a high level of understanding of advanced technologies, and can position themselves in privileged places?

  • There are various characteristics of these young creative people that allow them to carry out their work in these spaces and circuits:
  • Greater exposure to what is happening outside their own country, and most of the world;
  • Willingness to be permanently connected, and therefore the ability to dilute the separation between work time and leisure time;

Ability to be an artist, a musician, and multitask as an editor; meaning that on the one hand, they simultaneously use different mediums and connections (they write on the computer while visiting social networks, such as Facebook and Twitter, while also sometimes leaving the television on). On the other hand, this versatility can be seen when joining professions that were considered separate in the practice of traditional arts: the author of a music piece or work of visual art can take care of the design, publicity, and online promotion;

Greater abilities than previous generations in establishing social interactions and cooperative networks over long distances; in some cases, micro communities that expand the possibility of getting jobs and spreading results; passing from social capital such as unique spaces (neighbourhoods, schools, factories) to binding capital (Putnam), which allows for multiple insertions in diverse fields by changing the identification of which it values different capitals;

Interdisciplinary, intertextuality, and hyperlink habits: in the structure of their work, they incorporate procedures such as copy/paste, control zeta and bluetooth, showing their disposition for incessant exchange and transparency.

Versatility —among different professions, forms of collaboration and even language and country— is made easier through digital networks, but is also a requisite “normalized” by the flexibility of the work market and the uncertainty about future work.

The behaviour of these youths essentially shows a different way of facing the relationships between creativity, interdisciplinary practices, and cultural institutions. Before, interdisciplinary practices was an epistemological programme or an interrelation between artistic practices, languages and formats, with the intention of renewing works and knowledge, only practiced by minorities within the scientific or artistic field. Today this style of work can be seen in music sampling and remixing, the intertextuality in writing, the collaboration among disciplines and the combination of visual, literary, and technological discourses.

A consequence of this interdisciplinary restructuring for creators and diffusers, which moves either outside or among institutions, is a change in language. The notions of artistic field, editorial field, and musical field, so frequently used in sociology of the arts and literature inspired by Pierre Bourdieu, gives way for others. To describe the object of study or performance, youths talk of scene, environment, circuits and platforms, concepts that are more encompassing. While the notion of a field alludes to a specialized and self contained system with peculiar rules that articulate —for example, a musical field— composers, interpreters, concert halls, promoters and spectators, to speak of scenes and circuits on the other hand facilitates the inclusion of a more flexible method and wider diversity (and mix) of internal and external actors to what was previously referred to as a field.

The capacities of individuals and groups of young actors are not enough to act in current stages and surroundings. This must implicate changes in the institutions and companies that circulate goods and messages, as well as new dispositions by the public, spectators, or as whatever they prefer to be called according to the fusion between production, consumption, and prosumers.

In visual arts, creativity is redistributed from the emergence of curators and managers that not only establish the structure to assemble an exhibition but also the conceptual tone of an artist or the various tendencies that intervene in production, authorship, and diffusion.

In DJ music, sound engineers and others that post-produce from materials previously created by other artists, also modify places of production, circulations, and appropriation. Despite this characteristic derived from their DJ work, many are still defined as creators. They also change the interaction between the creative moment, before seen as solitary and individual, and scenes of communication, hearing, dance and celebration. As restaurants, banks, and design stores create a sense of art by exhibiting works, music created by youths is circulating less and less among record stores —even on records— and is instead mixed with activities taking place in cafes, audio-visual mediums, museums, multi-use cultural centres and above all internet sites and social networks. The meaning of an artists goods and value criteria is reformulated by these ever expanding scenes where fashion design also plays a role, as do gastronomic tastes, and values of speed and entertainment within cultural industries within more hipster areas of the city, such as the Condesa and Roma colonies and the Historical Centre of the Mexican megacity.

Among the spaces and circuits that were studied, music emerges as an area where the old concentrated structure of the cultural industry, (in this case managed by four gigantic majors), is least sustainable. From Napster bursting on the scene to the current proliferation of P2P networks, exchange prevails over economic gain. Collective authorship, cooperation among composers and the audience, collaborative creations and editions made over long distance between resident musicians from different countries are some of the frequent innovations seen in the music scene. In short, two consequences are particularly notable: a) the increased access to creation and communication, with less and less differentiation between the professional and the amateur, b) a change in horizon, not only of the rules, but the configuration of intellectual property.

Another example of dynamism within the transformations of the music scene is the need to distinguish, still within the arc of 20 to 35 years of age, three generations: the digital, formed by bands from the last decade, that use above all social networks and web platforms; the compilation, also participants of traditional industry rules, digital circuits, and self managed nature; and the generation of records, composed of musicians within the industry, some which negotiate, with the previous generations mentioned, their inclusion in digital networks.

How does the creative process and habits of the audience modify technological innovation? The composition on personal computers, the use of online platforms, and work in the cloud increases the already mentioned long distance collaboration and modifies the industrial notion of copyright, making way for licenses with partial freedom like creative commons. As in the visual arts and editorial work, digital technologies strengthen the access to information about cultural offers from ones own country and the world. We could say that radios and above all websites present a “curatorship of musical tastes”. This interactive audience, with such easy access and ability to recreate what is hear, is a selective and expansive diffuser: Facebook, Twitter, YouTube and blogs constantly increase music and video music circulation, and orient preferences and bring together those of similar taste.

We have passed from a period in which cultural development was conceived lineally (creator-intermediary-public) to another in which creation is reformed as programming, that is the creative managing of pre-existing materials and changes in circulation. Now, cultural creativity is as much in the gestation as it is in communication and reception that mixes in no specific sequential order.

 

From Careers to Projects

Another quite visible change when we compare cultural producers from 20 to 30 years ago with the present day is the transition from a society in which a career could be made, to another with scarce opportunities, that when achieved, are almost always temporary and insecure. Young artists and musicians are now accustomed to organizing themselves for short or medium term projects. Some continue their independent ventures through conviction, although the majority do so out of necessity. Creativity and innovation, two highly valued skills for employment opportunities, more so than lasting professional competencies, help give these activities this fragile periodization. The pressure of the instantaneous, what is discovered or informed today, reinforces this relation with the temporal speed of such biographies: everything is ephemeral, renewable and then obsolete, even groups that organize young people for work.

This transitional feeling behind these projects conspires against the performance of cultural practices, which require numerous investments and whose capacity for economic recovery is slow. The work and commercial patters of the editorial industry work, where production takes months and its sense is fed, in part, by a catalogue formed over years, clashes with intermittent jobs and the pressures of a market that favours incessant renewal and obsolescence.

An area particularly sensitive towards acceleration and uncertainty is the transition from paper editions to virtual circuits. On the one hand, international sources and declarations from editors speak of a possible substitution of books for digital circulation: we see a growing concern from editorials and bookstores to linger in a time of online content production and transmission. On the other hand, independent editorials that were interviewed hold on to projects on paper, opposing alarmism as part of a resistance to “the tyranny of the market”; they defend the production of books as being “conceived to read, and to last”. They value the artisan aspects of production (paper quality and design, typographic innovations and the qualitative sense of interpersonal communication and aesthetically justified reading).

For the last four years one of the centres in Mexico City dedicated to young art, the Carrillo Gil Museum has during the month of December opened a space for the exhibition, promotion, and analysis of independent editorials. In 2011 El Foro housed over sixty editors from various countries, occupying the entire floor of the museum. From the entrance the festive environment caught your attention, with the mix of magazines, fanzines, visual objects and publications related to movies, video, and of course, books: among many of these one could see artisan signs of work, such as visible hand stitched covers, covers with unique marks, artist books together with conventional looking editions but that indicate the desire to revitalize the editorial object starting from classic attributes. “The book is dead, long live the book” was the slogan of this year’s event. The future therefore does not seem to bring the substitution of paper for screens, but rather a coexistence and complex interaction between both.

How is this coexistence of various habits, forms of grouping, organisation and style of work happening? It is impossible for one to group all these different processes as if they were a group ticket towards a creative economy that encompasses everyone, and neither the catastrophic disappearance of cultural industries and types of communication that would make them hegemonic in the second half of the twentieth century.

What we found, in turn, is that industrial and post-industrial (digital) forms of the production and circulation of goods and messages interact with old community habits, forming new communities and types of businesses. It is a taste for widespread culture with “new” forms of artisan work, the collective search for innovative solutions and ways of sharing expertise. More than substitute one system for the other, these ventures of youths practice multiple learning’s, relationships of friendship, together with the collaboration of large institutions, competence, self-employment and the imaginative insertion into pre-existing networks.

The study of versatile actors creates questions about the type of society that gave birth to these unstable and discontinuous projects. Testimonies from some of the people interviewed showed the ambivalent nature towards these changes. A visual artist would say to me that they work sometimes as cultural producers while other times as digital designers:

“Between my undergraduate and masters degree I studied for nine years. I know English and French and am able to perform in various areas. But I cannot find work that lasts: I give classes, do temporary work, and between one and the other I can potentially live without income for three months. I cannot wait for a loan to buy a car nor for a licence if I get pregnant”.

One must also value, together with extended creativity, the consequences of this social and economic reorganization of cultural production and the sense of living together. Although this way of working on projects and the hiring and firing people, allows for certain freedoms from routine and the ability to innovate in various fields, it might inject new energy into the economy, but it also harms many people. In the words of Richard Sennett, it corrodes character and weakens social solidarity. What does he mean when saying this? It especially corrodes “those aspects of character that unite human beings and give each one a sense of sustainability” (Sennett, 2000: 25).

The difficulty of medium term sustainability within this form of work, according to projects rather than by a career, is seen in economic analysis as in anthropological analysis of Mexican youths. A team of economists with which we conducted this study, directed by Ernesto Piedras, established that visual artists, independent editors, musicians and multimedia artists only receive from their creative activities 23% of the income needed to survive. They acquire the remaining resources through scholarships, family assistance, and temporary jobs as teacher’s or in video companies, movie theatres, and publicity, although frequently in activities far away from creative projects.

In anthropological research on visual artists, Carla Pinochet Cobos and Verónica Gerber looked into what scope could visual arts have, analysing it as a creative industry, and inquiring into which way the projects of these creators was quantifiable. Certain productions are paid, some are part of the market, participate in commercial art fairs and stimulate cultural tourism of urban circuits. Yet when attention is given to the qualitative nature of these creative experiences, of these living spaces, collaborations and community participation, although considered unrewarding practices they become significant as they satisfy and give meaning. The artistic work shows indications of sub employment and precariousness similar to those of the young population in Mexico City. However, although the ways of resolving economic needs, such as earning a salary and consuming, are submitted to unstable pressures and the demand for working in “whatever shows up”, their usage of technology and their exchange of goods and information give artists a peculiar outlook on both the present and the future. We find that they do not completely agree with what is happening in the creative economy, the micro level of domestic economy, and group and individual logic.

Technological innovations in cultural processes represent a greater alteration in the ties between the economy and culture. Digital reconversion of companies, technological changes in the way that books are produced and circulated, in the graphic and industrial design, constructed organization of work, emergence of new professions and the fall of others are some of the changes assigned to the protagonism of young techsetters. The apparently privileged place that these highly educated young people with the skills required for current forms of work and business does not allow them to break away from the rest of the young world and the shortage of work contracts and fixed salaries, of social lending and security that is beyond the short term. However, Enedina Ortega Gutiérrez writes that their fluid use of networks opens up a universe where connections are valued, are required by coolhunters, and allows them to enjoy certain autonomy in the choice of their work and in the distribution of their time. Their ability to cross boundaries and cultural surroundings disorganizes regular categories in quantitative studies. It is not enough for example to know how many have access to Internet at home (in Mexico City, 42,3%). One has to find out how many have access in all other environments (friends, internet cafes, schools) and what the different logical uses are: what subjects or pages interest them and what professional needs of association or of play they use them for.

As for the future, there is only short and medium term. Only half of young entrepreneurs and university students actually think of retirment or of the long-term. Young techsetters that act from their individual creativity and participatory culture constitute a moment in Mexican society. But the digital and demographic bonus that these youths represent is somewhat vague in a society where innovation is left to private companies, with no digital policy, and no state agenda or legislation that channels cultural movements and their creative action.

 

Bibliography

Calderón, Verónica (2010): “La juventud perdida de Latinoamérica” in El País, Friday 13th of August 2010, p. 6.

Florida, Richard (2010): The Great Reset: How New Ways of Living and Working Drive Post-Crash Prosperity, New York, Harper Collins.

Gerber, Verónica and Carla Pinochet (2013): “Economías creativas y economías domésticas en el trabajo artístico joven”, in Jóvenes creativos: estrategias y redes culturales,  Néstor García Canclini y Ernesto Piedras (coords.), Mexico City, Juan Pablos/ UAM/ FONCA.

de Heusch, Sara; Anne Dujardin y Héléna Rajabaly (2011): “L’artiste entrepreneur, un travailleur au projet”, in L’artiste un entrepreneur? Collectif sous la direction du Bureau d’études de SMartBe, Brusells, Les Impression Nouvelles, SMartbe.

Hopenhayn, Martín (2008): “Inclusión y exclusión social en la juventud latinoamericana”, in Pensamiento Iberoamericano. Inclusión y ciudadanía: perspectivas de la juventud en Iberoamérica, number 3, 2ª época, bianual magazine.

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Ortega, Enedina (2013): “Jóvenes techsetters y emprendizaje en el contexto de la economía creativa”, inJóvenes creativos: estrategias y redes culturales, Néstor García Canclini and Ernesto Piedras (coords.), Mexico City, Juan Pablos/ UAM/ FONCA.

Piedras, Ernesto (2013): “Estrategias creativas y economías domésticas en el trabajo artístico joven”, in Jóvenes creativos: estrategias y redes culturales, Néstor García Canclini and Ernesto Piedras (coords.), Mexico City, Juan Pablos/ UAM/ FONCA.

Rowan, Jaron (2010): Emprendizajes en cultura. Discursos, instituciones y contradicciones de la empresarialidad cultural, Madrid, Traficantes de Sueños.

Sennett, Richard (2000): The corrosion of the character: the personal consequences of work in the new capitalism, New York, W.W. Norton & Company.

 

Néstor García Canclini.[3]Distinguished Professor from the Metropolitan Autonomous University and Emeritus Investigator from the National System of Investigators of Mexico.

Translated by Christopher Clarke.

References
1 Los resultados de esta investigación, auspiciada por las Fundaciones Carolina y Telefónica, se hallan en dos libros: Cultura y desarrollo: una visión crítica sobre los jóvenes (Buenos Aires, Paidós, 2012) y Jóvenes, culturas urbanas y redes digitales: prácticas emergentes en las artes, las editoriales y la música (Madrid-Barcelona, Ariel, Fundación Telefónica, Universidad Autónoma Metropolitana, 2012). Este último volumen incluye, además de una parte del estudio en la Ciudad de México, la investigación de temas semejantes en Madrid realizada por un grupo de antropólogos de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, coordinado por Francisco Cruces. Mediante seminarios conjuntos de los equipos de investigadores de ambas ciudades fuimos comparando los resultados, el tipo de cambios que manifestaban los comportamientos de los jóvenes respecto de la historia cultural y social.
2 Profesor Distinguido de la Universidad Autónoma Metropolitana e investigador Emérito del Sistema Nacional de Investigadores de México.
3 Distinguished Professor from the Metropolitan Autonomous University and Emeritus Investigator from the National System of Investigators of Mexico.