La revolución de lo bello. Capacidades culturales para el desarrollo/A time for the revolution of beauty. Cultural capacity development – Paulina Soto Labbé

Resumen

El texto sugiere que estaríamos experimentando un cambio cultural en el que la estética incidiría en las relaciones de poder de una manera radical. El factor determinante sería la emergencia y socialización de nuevos lenguajes que provocan un giro en la percepción del mundo y de lo imaginable. Podría tratarse solo de un rasgo civilizatorio que quedó pendiente en la agenda de la modernidad, ampliamente concentrada en los lenguajes que alimentaron las capacidades humanas de la racionalidad instrumental por sobre las proclives a la creatividad y a la emocionalidad. Creemos sin embargo, que se trata de un cierre de rutinas en la historia.

A continuación haremos un boceto de la trayectoria del enfoque político que plantea que las capacidades culturales de las personas son fundamentales para un desarrollo sostenible, incluso más allá que las productivas. Esta ha sido una propuesta de emergencia periférica, porque en estos territorios es donde sus porfiados horizontes han estado teñidos de intolerables desigualdades sociales a la manera de una cicatriz que recuerda sus precarios desarrollos. Así, haremos una esquemática crónica del viaje de este pensamiento que ha tenido su “lugar de emergencia” en la historia presente, y que abre un interesante debate contemporáneo sobre los derechos de segunda generación, entre los que por cierto se encuentran los culturales.

Finalmente, creemos que este cambio cultural nos anuncia efectos aleatorios que están incidiendo en la concepción misma del régimen jurídico de la convivencia, y que nos impone la urgencia de “traducir” antes que de comparar enfoques culturales, que es la manera en que hemos intentado resolver hasta el momento,  los conflictos de lo “universal múltiple o del cosmopolitismo de la diferencia” (Marramao, 2011). Las propias coordenadas este-oeste y norte-sur parecen esquemáticas e insuficientes para analizar los nuevos desafíos y se hace sugerente pensar desde fuera de los territorios centralitarios, que durante la modernidad han tendido a un modelo estándar, etnocéntrico y hegemónico.

 

1. Cultura como sentidos comunes y los sentidos comunes inscritos en la biología de la especie humana

La cultura está en gran medida compuesta por sentidos comunes trascendentes y que a escala universal son muy escasos. Cuando estos persisten en el tiempo, la cultura ha dejado su impronta en el cuerpo y esos sentidos comunes se harán determinantes y no solo circunstanciales. Ha habido momentos en la historia en que ha sido imprescindible consagrarlos a la manera de un decálogo de convivencia que se desea inviolable. Uno de estos parece no haber requerido jamás de ideologías ni de una política pública para su mantención: la búsqueda de mayores estados de felicidad. En sucesivos ciclos, una masa crítica de sujetos se ha contagiado con su motivante inspiración y esos son momentos en que los colectivos involucrados ingresan a un estado de embriaguez dichosa que puede observarse en sus semblantes. No todas las épocas de la historia han podido mostrarnos ese reflejo especular que vislumbra que algo ha iluminado de manera especial y que dota de sentidos y esperanzas a quienes lo experimentan. Ese placer que organiza aquel lugar común, está inscrito en la memoria de la especie humana y casi sin excepciones, tenemos la capacidad de reconocer la experiencia compartida como un impulso modelador de utopías. Su osadía; lo genuino; su elegancia; la espontaneidad; la curiosidad; la concentración extrema; el movimiento libre; son rasgos de esas épocas donde se impone algo atractivo e irresistible, casi estético y que cuando se pierde cada tanto, añoramos que regrese. Esos son los ciclos de auge de la participación en los cuales la política vuelve a capturar la imaginación.

Benjamín Arditi propone criterios de lectura para pensar —entre otros— el “reencantamiento de la política”. Señala que hay episodios en que la política es vivida como “posibilidad de tocar el cielo con las manos, de cambiar el mundo mediante la acción colectiva” (Arditi, 2012: 69). La capacidad de cohesión, pertenencia y encantamiento de estos períodos de auge se deberían a que se construyen ciertos sentidos comunes o consensos como resultado de polémicas que los anteceden y que por su condición histórica, volverán a ser cuestionados en nuevos contextos. Sin embargo, no se trata solo de sentidos comunes construidos en los discursos, sino de imaginarios que se realizan con base en acciones del presente y que por lo tanto, tienen algo de performativos.

Es interesante indagar en los nuevos lenguajes en que la población se ha comenzado a alfabetizar porque permitirán reconstruir, en parte, las influencias de nuevo tipo sobre los vectores clásicos: tiempo y espacio. Al respecto hemos acuñado el concepto “lugar de emergencia del pensamiento”. Este se conforma por las relaciones históricas e intercambios eidéticos que se generan entre“actantes”:[1]De la TNE (Actor-Network Theory) rescato la idea de referirnos a “actantes” como aquellos agentes humanos y no humanos, personas y no personas, en tanto es coincidente con mi definición … Continue reading obras; agentes[2]Utilizo el concepto agente para diferenciarlo del de sujeto, porque la premisa es que si analizamos ideas políticas, los grupos generadores de esas ideas tienen agency o disposición de incidir en … Continue reading —individuales o colectivos—; espacios y condiciones ambientales. El “lugar de emergencia” tiene de histórico su condición única e irrepetiblen y de geográfico que es un cruce o relación más que un territorio. Ambas coordenadas —tiempo y espacio— nos hacen repensar las relaciones de poder en un contexto donde los nuevos alfabetos (lenguajes) y sus soportes (los medios de comunicación), entre otros factores determinantes, han hecho estallar la noción tradicional de política  del régimen jurídico liberal que la sustenta.

De esta manera, una primera sugerencia de este texto es que estaríamos experimentando un momento de auge social por acumulación de sentidos comunes inscritos en lo más profundo de la memoria colectiva y que, en esta ocasión, es resultado de la ilusión de recuperar una espiritualidad extraviada en la racionalidad extrema impuesta por la trayectoria que siguió la modernidad.“La modernidad debe considerarse superada cuando la cultura comienza a definirse como un campo de significados, como el ámbito de la autoexpresión de las personas y se comienzan a borrar las fronteras que siempre existieron entre el arte y la vida. Esto ocurre cuando el actuar lo hacemos inspirados por la imaginación y no por la racionalidad” (Tomassini, 2010: 654).[3]Tomassini, citando a Daniel Bell, The Cultural Contradictions of Capitalism. Basic Books. Prefacio a la edición de 1978, pp. XV a XVII. La compuerta que reconectaría con un interrumpido proceso de aprendizajes humanos relacionados con el misterio o la inmanencia, sería el acceso a los lenguajes de las artes a los que segmentos cada vez más amplios de la población ingresan. Desde ese nuevo lugar de alfabetización, se realiza un reclamo por la redistribución de lo sensible (Rancière, 2002).

 

2.Estética y poder o arte y política. ¿Perspectiva revolucionaria o instrumental?

Examinaremos brevemente el interesante vínculo entre estética y poder, o entre arte y política, el que hemos sostenido que se viene potenciado. Los autores contemporáneos tienen un fuerte referente en la Escuela de Frankfurt que, como sabemos, fue pionera en el análisis crítico de la relación cultura y poder. Grosso modo,esta sostenía que la modernidad habría logrado desprender al arte de la religiosidad y la política, conquistando así su autonomía y que los costos de esta autonomía habrían sido dos: uno económico, que es su integración a la expansión mercantil y otro político, que habría atenuado la fuerza de la estética o su poder subversivo. Creemos que —como todo proceso— tiene efectos indeseados y que en este caso, si bien las premisas señaladas  se cumplen, también observamos un positivo efecto de nueva alfabetización que agregaría capacidades masivas de decodificación de otros lenguajes distintos al discursivo y racional. Ello permitiría cambios perceptuales y en la creatividad de las personas, es decir, en la concepción misma de los mundos posibles (Ginzburg, 1999; Chartier, 1992).

Por su parte, Jacques Rancière relaciona la estética no solo al arte, sino también a lo que denomina el “régimen de lo sensible”. Su propuesta es que una obra de arte, al igual que una política eficaz, logran conjugar—y de manera excepcional— lo visible, con lo decible y con lo pensable, sin tener que usar exclusivamente los términos de un mensaje como vehículo (García Canclini, 2010: 235; Rancière, 2002: 63). Ese “algo” que imaginan lo artistas y que hasta antes de convertirse en obra no existe —inmanencia (García Canclini); aura (Adorno); suspensión (Rancière); lo sublime (Kant)— tiene sin embargo, el imperativo de expresarse en una forma-objeto, o en un arte-facto. J. M. Barbero señala al respecto: “De todo lo anterior infiere Rancière que por debajo de la estética de las prácticas artísticas, y más allá de las estructuras sociales, de las posiciones ideológicas de los artistas o los contenidos de las obras, yace la estética base del sentido de lo común en que se desdibujan los linderos del arte y la política. Cuyo segundo hito se halla en la moderna propuesta de ‘educación estética del hombre’ según F. Schiler (1990) en la que la formación artística es parte de la formación de ciudadanos, esto es, de hombres aptos para vivir en una comunidad política libre. Lo que conduce a Rancière a redefinir el régimen estético de la modernidad, a partir de la formación de un nuevo reparto de lo sensible, en que la demarcación no pasa por la posición de clase…”(Barbero, 2012: 189).

La concepción política elaborada por Rancière sugiere que la emancipación tiene mucho menos que ver con una toma de conciencia de una explotación y sí con una “decisión de voluntad de igualdad social traducida en un cuerpo y una forma de vivir, pensar y actuar”. Su concepto, el reparto de lo sensible, es lo que haría emerger a la política y esta se hace presente cuando los grupos sociales excluidos cuestionan y rechazan la “distribución jerarquizada de las posiciones y las funciones”. Así, la democracia no es un régimen sino un modo de vida y el sujeto político es un articulador de disensos cuyo lugar es el del intervalo o la grieta, no solo el de la clase social, la raza, o el género: “El estar-juntos, como un ser-entre, las clases, las identidades, las culturas”(Barbero, 2012: 190). La política se haría posible con lo que tiene en común una comunidad y eso no es una propiedad o territorio sino la “coincidencia de modalidades del sentido. La política se da cuando ‘los que no tienen lugar en la comunidad se imponen y participan de la comunidad que no les reconoce” (Rancière, 2005: 9). Ante el cuestionamiento de la poca eficacia de las estrategias políticas del reconocimiento (Freiser, 2006; Yúdice, 2012; Spivak), se aclara que en su noción de política el ciudadano no se integra, acomodándose a la manera de un subalterno que pide que le vean y toleren, sino que irrumpe reclamando libertad. “Lejos de asumir una identidad para irrumpir, la irrupción se logra justamente rechazando cualquier identidad que haga posible la integración al régimen de representación” (Yúdice, 2012: 224). Es decir, son las grietas contraculturales o los márgenes, aquellos lugares que se tornan creativos.

Por su parte, el pensamiento original que busca un anclaje en la realidad, es por definición un pensamiento político, porque tiene pretensiones de construir mundos posibles. Para ello, debe tener capacidad sintética, la misma que poseen las obras de arte que capturar la cualidad de lo que está por ser, pero que aún no es. Construyen un ideario o un imaginario allí donde no lo hay, el que tendrá la compulsión de convertirse en uno realizable.

Hoy es más probable que antes, reconocer que como especie humana tenemos mínimos máximos que compartir y eso abre un imperio de posibilidades para concebir una revolución con el máximo de capacidad transformadora y el mínimo de dolor posible. “Por primera vez, todos los seres humanos, sin que lo sepan, están unidos por una misma oportunidad de destino. Ellos viven los mismos peligros y problemas fundamentales. Todo eso crea condiciones para un nuevo mundo… Precisamos reformar nuestra vida en el sentido de la construcción del otro” (E. Morin).[4]Edgar Morin, en el seminario realizado en Porto Alegre y denominado “Fronteras del pensamiento” (agosto de 2011).

La revolución de lo bello —como un nuevo orden de lo sensible— no es una revolución de nuevo tipo porque ya viene encarnada en los sueños-convicciones de sujetos que han encabezado grandes modelos civilizatorios y que han sido referentes humanos y verdaderos viajeros del tiempo como Cristo o Buda. Por generaciones han movilizado multitudes que buscan lo que ellos anunciaron, dotando a la realidad de un aura o inmanencia que hizo posible creer y crear mundos. ¿Estaremos ante el portal de una nueva utopía o simplemente ante el uso instrumental de transformaciones culturales derivadas de un nuevo tipo de alfabetización?

 

3. La idea de desarrollo y su viaje. Desde las periferias territoriales de la guerra fría, hasta el presente globalizado

Como un reflejo especular, las épocas que han tenido una indudable impronta histórica, marcan un antes y un después que se transforma en referencia para hablar de cualquier cosa-identitaria.

El “lugar de emergencia” del desarrollismo podemos situarlo en Latinoamérica de fines de los años sesentas. Hoy, en plena era de la “sociedad líquida”(Bauman) y de una planetarización cultural que deslocaliza constantemente a los cuerpos y a sus referencias eidéticas, es sabido que son autores periféricos los que han realizado importantes contribuciones a una apuesta que propone que la sostenibilidad del desarrollo humano descansa en capacidades culturales. Las propuestas elaboradas en América Latina se han proyectado hacia el espacio cultural iberoamericano[5]“Este ‘espacio cultural común’ remite a una identidad abierta y dinámica, una y diversa. A esa matriz de identificación colectiva cuya particularidad se encuentra recogida en la Carta … Continue reading primero y al internacional luego.

En un mundo que experimenta profundas y aceleradas transformaciones sostenidas en la valoración de los intangibles como generadores de riqueza, nos preguntamos por las condiciones de emergencia de Cultura para el Desarrollo como un pensamiento original; de cuño latinoamericano; y cuyos impactos sociales y políticos son aún observables y en proceso y que pueden significar un verdadero cambio civilizatorio o simplemente un instrumento de adaptación de formas de producción y circulación de riquezas-símbolos. El crecimiento de la mercantilización mundial de los denominados bienes y servicios culturales y el acceso diferencial indiscriminado, ha puesto en circulación diversos enfoques destinados a fundamentar y orientar las políticas e inversiones que apoyan esta tendencia en pro del desarrollo.

La hipótesis que sugerimos es que el desarrollismo es heredero de posiciones terceristas periféricas, propias del segundo período de la Guerra Fría, y que han devenido en orientaciones políticas promotoras de un enfoque integral de desarrollo humano y sostenible, en el que la cultura asume un rol protagónico. Es decir, desde su matriz sesentera, habría evolucionado hacia una concepción de desarrollo con base en capacidades culturales, y por lo tanto, sostenida en variables de naturaleza más intangible que material.

Por su parte, este binomio cultura y desarrollo se inserta en los debates políticos internacionales como una relación a la que si bien han aportado un grupo activo de intelectuales y gestores culturales latinoamericanos, se ha diseminado a escala internacional con una gran eficacia y relativa rapidez. Cultura para el Desarrollo viene a modificar a su antecesor que es la noción de desarrollo cultural que tuvo su auge en las políticas públicas desplegadas en los años sesenta en Europa y especialmente en Francia. Esta última moviliza un imaginario que le otorga todo tipo de bondades al acceso y participación democrática de la población en actividades artísticas y prácticas patrimoniales y que autores como García Canclini sentencian en declive de crisis terminal.

Cultura para el Desarrollo en cambio, supone trascender esta noción restrictiva de cultura artística e involucra una variedad de expresiones identitarias normalmente multiculturales que pasan a ser un componente determinante en el crecimiento y sostenibilidad global de una comunidad, haciendo de las políticas culturales un conjunto coherente de iniciativas transversales a otras áreas sectoriales del desarrollo. El principio es que sin desarrollo cultural, los avances en la conquista del bienestar colectivo y la lucha contra la pobreza y toda forma de exclusión y discriminación, no se sostendrían, porque el desarrollo no depende únicamente de una economía estable y una solidez institucional democrática.

Las cuestiones conceptuales relativas a la elaboración de indicadores de medición de capacidades culturales de y para el desarrollo humano, han tenido una base fundamental en el marco analítico establecido en la obra de Amartya Sen y que hoy se encuentra muy validada a escala internacional. Tradicionalmente los economistas han identificado el bienestar de las personas con la felicidad y la satisfacción de los deseos y han establecido la posesión de bienes como el medio principal para alcanzarlas. Sen ha criticado con agudeza este planteamiento por su subjetividad, en la medida en que el grado de felicidad depende de características accidentales de la psicología individual. Como alternativa, ha propuesto un enfoque más centrado en los logros personales con respecto a las actividades esenciales o “funciones”, como por ejemplo alimentarse adecuadamente, vivir en sociedad sin avergonzarse de la propia situación en la vida, gozar de seguridad física, etcétera. Hace una clara distinción entre capital humano y capacidad humana: “El primer concepto se concentra en el carácter de agentes [agency] de los seres humanos, que por medio de sus habilidades, conocimientos y esfuerzos, aumentan las posibilidades de producción, y el segundo, se centra en su habilidad para llevar el tipo de vida que consideran valiosa e incrementar sus posibilidades reales de elección” (Sen, 1997: 1). De esta manera, la libertad personal es para él la oportunidad de elegir entre el conjunto de funciones diversas de que se dispone (Pattanaik, 1998: 19).

Por su parte, la teoría de desarrollo originada en la CEPAL de fines de los años sesenta, legitima el concepto “desarrollismo” sin adjetivaciones de ningún tipo y ha tenido una gran expansión en el mundo de las ideas, lo que lo hace muy difícil de cuestionar puesto que la colonización semántica que los propios organismos internacionales han realizado con el término, ha sido de gran eficacia. Entonces, esta noción de cuño latinoamericano, que ha sido una de las más influyentes a nivel mundial y se ha introducido en el sentido común de expertos y legos, se hace difícil de reemplazar. No obstante, ha sido revisada a la luz de sus limitaciones para destacar los componentes culturales y políticos que enfatizan transformaciones humanas y no solo productivas y funcionales al crecimiento macro económico. Así, se proyectan nuevas semantizaciones de la satisfacción de necesidades con equidad, tales como: calidad de vida, felicidad, o buenvivir.

En el mundo europeo francófono de posguerra, existieron antecedentes del enfoque de cultura para el desarrollo en el movimiento de la éducation populaire que vinculaba centralmente a la cultura con el desarrollo, pero esto es casi paralelo con un Paulo Freire que en América Latinaproponía otra forma de interacción entre educación, cultura y desarrollo social y económico. Sin embargo, las primeras expresiones visibles de incidencia internacional de Cultura para el Desarrollo, así como su vocación universalista, se producen a fines de la década de los setenta. Entonces, comienzan a sucederse una serie de conferencias intergubernamentales convocadas por UNESCO y que vincularán la Cultura con el Desarrollo de manera decisiva (Miralles, 2010: 87). El colofón de esta saga de reuniones es la Conferencia Mondiacult celebrada en México en el año 1982.[6]En opinión de Eduard Miralles, esta cumbre escenifica una nueva correlación de fuerzas entre Estados Unidos, la Unión Soviética, los países europeos y el grupo de los “no alineados”, puesto … Continue reading A este hito le siguen otros que grosso modo son: la declaratoria de UNESCO del Decenio Mundial de Desarrollo Cultural (1988-1997); el Informe “Nuestra Diversidad Creativa” de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo encabezada por Javier Pérez de Cuellar y publicado al cierre de ese decenio (1997); la Conferencia Intergubernamental de Políticas Culturales para el Desarrollo en Estocolmo, The Power of Culture (1998); y los informes mundiales de cultura elaborados por UNESCO (1998 y 2001). Continúan el Informe de Desarrollo Humano del PNUD dedicado a la cultura y con el título: “La libertad cultural en el mundo diverso de hoy” (2004) y para ese mismo año, la “Agenda 21 de la cultura”, sancionada durante el IV Foro Mundial de Autoridades Locales por la Inclusión Social. Corolario de este proceso ha sido la firma de la Convención para la Protección y Promoción de la Diversidad de Expresiones Culturales (2005) de UNESCO, cuya entrada en vigor se produjo en marzo de 2007 siendo 128 los estados que han adherido a ella, o la han aceptado o ratificado. En el espacio cultural iberoamericano, la XVI Cumbre de Jefes de Estado aprobó la Carta Cultural Iberoamericana (2006).

En el ámbito de la economía de la cultura, la UNTAD-PNUD ha producido tres informes de Economías Creativas (2008, 2010, 2013), que no hacen más que reforzar la tendencia descrita pero con evidente foco en las oportunidades económicas del sector. Así, el estatus de la cultura respecto del desarrollo se ha convertido en un tema que ha contribuido a disminuir la marginalidad del sector, consolidándose en la reciente cumbre de la UNESCO en China (mayo de 2013), su inclusión en el desarrollo sostenible de la humanidad. El director general adjunto de la UNESCO para la Cultura, Francesco Bandarin señala al respecto: “El objetivo es que la cultura sea un pilar, un factor para el desarrollo sostenible, que se incluya en ese próximo ciclo de los ‘Objetivos del Milenio’ que se van a discutir en Nueva York”, haciendo clara referencia a la actualización de esos objetivos de desarrollo humano de las Naciones Unidas, conocida como la “Agenda post-2015” (Declaración de Hangzhou, 2013).

Otro indicador de crecimiento y cambio de estatus del sector cultural es su jerga propia. Néstor García Canclini se pregunta por su crecimiento en los últimos años señalando: “¿qué sucedió para que en poco más de una década aparezcan una decena de diccionarios sobre el estudio de la cultura? Podría usarse la explicación que los justifica en cualquier área o disciplina: a) una acumulación de conocimientos en un campo de saber; b) la necesidad de organizar esos conocimientos y darles rigor precisando el sentido de los conceptos empleados; c) la incertidumbre sobre el sentido de muchos conceptos por la disputa entre diversas orientaciones y la innovación o cruce de posiciones”. Luego precisa respecto de los estudios culturales en particular: “También volvieron necesarios este tipo de instrumentos (los diccionarios), los corredores existentes entre las disciplinas donde se abastecen los estudios culturales y con las cuáles conversan: antropología, sociología, literatura, lingüística, semiótica, estudios comunicacionales, psicoanálisis y, en muy pocos casos, economía de la cultura” (García, 2010: 124).

Destaca también que en esta década y media, se ha avanzado en el reconocimiento —aunque tardío—, del pensamiento teórico latinoamericano desde las instancias validadas en el mundo desarrollado: “Este recorrido comparativo entre los de hace una década y más y los recientes (estudios) muestra la consolidación de investigaciones cada vez más internacionalizadas, la tendencia a salir de la oposición entre norte auto-referido y latinoamericanistas que leen a los otros pero que no son leídos” (García, 2010: 130).

Cualquiera sean las variables en juego, Cultura para el Desarrollo —cual política con espíritu de época—, ha tenido vocación de incidir sobre la realidad apostando a vincular de manera decisiva las determinantes culturales con el desarrollo: “los valores de una sociedad determinan su estilo de desarrollo económico, político, social y personal y no a la inversa” (Kliksberg y Tommassini, 2000: 37). En la actualidad es el impacto y vigencia del enfoque de desarrollo humano, adoptado y desarrollado en las formulaciones del PNUD, suponen una incorporación mucho más amplia y compleja de la dimensión cultural: “Pero si bien el interés por esta relación (desarrollo y cultura) tuvo su inicio en el seno de los investigadores y gestores culturales, el giro conceptual que podemos considerar decisivo en los últimos tiempos es aquel que, en un viaje inverso, proviene del campo de las propias teorías del desarrollo, de los organismos financieros internacionales y de las crisis de pensamiento económico convencional que han terminado reconociendo y valorando cada vez más, las dimensiones subjetivas de la experiencia social como componente fundamental e insoslayable del desarrollo (…).” En esta formulación el desarrollo no es ya un asunto meramente económico o tecnológico sino que es concebido también como un reto de naturaleza institucional y política y, sobre todo, como una propuesta ética asociada a la dignidad de la gente, por tanto, entendida también y fundamentalmente como un tema de derechos humanos” (Hernández, 2008: 115).

Otro factor a considerar es el impacto de las tecnologías de las comunicaciones en la circulación de contenidos culturales, lo que ha traído como consecuencia el reforzamiento del rol propagandístico del arte y la creatividad, porque se sabe que es una poderosa herramienta en la construcción de imaginarios sociales a nivel masivo. Así, el crecimiento del denominado sector cultural se ha dado en los ámbitos de la producción, la circulación y el consumo de los bienes y servicios lo que lo convierte en gravitante para el campo del saber tanto como del poder. Es decir, se ha propuesto salir de los estrechos espacios del arte para aliarse con las oportunidades que abren la tecnología y las comunicaciones globales. Por lo tanto, la explicación fundamental de la rapidez del éxito de instalación del enfoque de economía creativa en la institucionalidad pública, fue la alianza intersectorial con los líderes de los negocios; empresarios y economistas. La derivación comercial de la producción simbólica resultante del ingenio humano, ha sido recuperada a nivel mundial a una velocidad inédita. Así lo prueban la decena de programas de economía creativa que se han desplegado en la última década en todos los continentes, motorizando lo que muy bien describe Andrew Senior “(…) la creatividad es un recurso natural distribuido de manera equitativa en el mundo entero, es muy complejo manejarlo puesto que es inmaterial y además hay que cultivarlo” (Senior, 2010: 182).

Así, la economía creativa, lejos de estar fuera de los fundamentos teóricos y políticos, se caracteriza por una capacidad de traductibilidad a múltiples lenguajes; así está de cómoda en la calle como en la academia; en los ministerios de hacienda y economía como en cultura; en los grandes consorcios comerciales trasnacionales como en las iniciativas de comercio justo. A llegado a institucionalizarse a una velocidad inédita y sus actores son múltiples porque convoca, alberga y parece no producir mayor revuelo crítico como el que sí generó el concepto industrias culturales. Sin embargo, el mecanismo que aparece como transmisor de sus virtudes, se apoya fuertemente en las potencialidades económicas que ofrece la explotación de los derechos intelectuales.

 

4. Desde el estado igualitario hasta el cosmopolitismo de la diferencia. Entrando en la era de los derechos de segunda generación

Una última tesis de este ensayo es que las transformaciones radicales y de carácter cultural que están aconteciendo, nos obligarán a reformularnos la noción de Estado, como aquella institucionalidad jurídica que sustentaba y garantizaba el ejercicio de los derechos soberanos de la población que albergaba.

Los hábitos expresivos hacen y califican a los sujetos en sociedad y sus símbolos, son esencia deseada e intencionada. Nación, pueblo y comunidad son conceptos que han descrito a los conglomerados humanos que pueden distinguirse por sus costumbres, símbolos y particulares sentidos y visión de mundo. En la modernidad reflexiva, estas identidades se han diversificado como respuesta al descentramiento individual y a las múltiples incertezas que el modelo de reproducción genera, dando lugar a un gran protagonismo de la cultura como agente de lo social. Algunos rasgos de estas múltiples identidades serían: la atracción hacia lo nuevo y experimental, la autonomización estética, y la subjetividad individual como fuente de valoración simbólica.

En esta “modernidad superada” el aparato estatal sigue operando prioritariamente sobre las esferas que le fueron asignadas para la administración de la convivencia social: la política y la economía, o el monopolio de la violencia y la gestión de los recursos. Ese desfase con el proceso cultural refuerza el accionar de lo local y lo global por sobre lo nacional. Para el Estado, la cultura ha ocupado un lugar secundario entre sus preocupaciones y casi completamente restringido a la promoción de las artes y el patrimonio. Se asume que las necesidades culturales no son básicas y que se localizan fuera de la vida cotidiana de las personas, porque son abstractas e inasibles. Los derechos que resguardan estas necesidades son denominados de segunda generación[7]Los derechos políticos son de primera generación y en ellos se funda la idea de un ciudadano libre y, en un modelo representativo, lo es para ser elegido y para elegir. Los de segunda generación, … Continue reading y claramente no ajustan al paradigma liberal porque tienen su base en la relación social y la intersubjetividad de las personas.

En la tradición liberal, lo que subyace a la constitución de los Estados modernos es el individuo como la persona moral que antecede a la sociedad. Él es el agente de elección soberana: “El tema común a una gran parte de la doctrina liberal clásica que surge de la consideración deontológica de la unidad del ‘yo’, es la noción del sujeto humano como un agente de elección soberano, una criatura cuyos fines son elegidos antes que dados, que llega a sus propósitos y objetivos por actos de voluntad, en contraste digamos, con los actos de cognición. Así, una persona moral es una persona con fines que él ha elegido, y su preferencia fundamental se inclina a favor de las condiciones que le permitan construir un modo de vida que exprese su naturaleza de ente racional, libre e igual, tan plenamente como las circunstancias lo consientan” (Sandell, 2000: 39).

La actual y extendida, diversa e inédita movilidad de personas por el mundo —desde sujetos de altísima calificación, hasta verdaderos esclavos siglo XXI o apátridas atrapados en los trayectos a la nada—, han generado nuevos desafíos a la tradicional concepción de soberanía que otrora se sustentaba en la existencia de fronteras territoriales físicas o en la entelequia de un estado proyectado en sus espacios diplomáticos protectores de sus ciudadanos. Así, sus derechos se fundaban en el jus solis y jus sanguinis, que eran garantía de pertenencia y protección.

Se multiplican los conflictos derivados de esta movilidad y entre Estados, se dictan sentencias vinculantes con base en derechos culturales que los países han debido asumir como fuente de resolución de los mismos, en tanto los migrantes portan en sus cuerpos identidades y costumbres de los territorios abandonados, entrando en contradicción no solo por las normalmente rudas condiciones de adaptación al lugar de adopción, sino también por la legislación moderna y liberal que se sostiene importantemente en derechos individuales. Los culturales por su parte, son por definición colectivos, no han recibido la atención e inversión económica que requiere su instalación y ejercicio efectivo. Los derechos políticos en cambio —como el de elegir y ser elegido representante de la ciudadanía— implicaron grandes inversiones de los Estados en alfabetización e incorporación de la población a los mecanismos de gobernanza. En la actualidad nadie se cuestionaría su derecho a voto, pero hay que recodar que fue solo hace poco más de medio siglo que las mujeres guerrearon y lograron su incorporación a la sociedad política.

Pareciera que resulta insuficiente el enfoque de derechos o garantista para avanzar de manera efectiva en derechos de segunda generación, porque los inmigrantes y los grupos vulnerables demandan ciudadanía, no lo hacen respecto de las formas tradicionales como el votar, la seguridad social, o el servicio militar, sino creando espacios diferentes de pertenencia e identificación a estos lugares tradicionales de la expresión política. Estos nuevos lugares serían transversales a las fronteras geográficas y “producen nuevos sujetos y escalas de ciudadanía” (Arditi, 2011: 72; Kymlicka, 2000: 47).

La convicción que tienen varios autores contemporáneos respecto de la centralidad que adquiere la cultura en esta segunda modernidad o en la modernidad reflexiva, es definitiva respecto de su determinación sobre/en lo social. “En el siglo XX, nuestra fase tercera y final, el proceso de modernización se expande para abarcar prácticamente todo el mundo y la cultura del modernismo en el mundo en desarrollo, consigue triunfos espectaculares en el arte y en el pensamiento” (Berman, 1995: 3). Para Daniel Bell, si bien las esferas de lo social y lo político mantienen cierta autonomía respecto de la otra, es la cultura la que les permite interactuar y operar de manera funcional: “La cultura es el ámbito de la autoexpresión y la autosatisfacción, por lo que es esencialmente anti-institucional, ya que son el individuo, sus sentimientos y sus juicios, los que determinan el valor cultural de los objetos y los comportamientos con los que nos movemos en la realidad, y no ciertos criterios de calidad abstractos” (Bell, 1978: XV).[8][8] Citado por Tomassini, op. cit., 654.

Para Marramao, los problemas de actual Babel no refieren a las llamadas diferencias culturales sino a cómo imaginamos y pensamos lo universal y sugiere que una manera de salir del estancamiento en que los debates de la filosofía política normativa se han instalado, entre “identidades culturales” versus “luchas por el reconocimiento”, es romper la ecuación cultura e identidad y, superar la universalidad como uniformidad, para adscribirla a un régimen de lo múltiple y diferente. “La verdadera apuesta en la dramática etapa de transición que estamos viviendo entre la modernidad-nación y la modernidad mundo, desde el ya-no-más del viejo orden interestatal bajo la hegemonía de Occidente hacia el no-todavía de un nuevo orden supranacional por construirse de manera multilateral, no puede reducirse a la alternativa entre liberalismo y comunitarismo—o, mejor dicho: entre individualismo liberal y holismo communitarian—, o resolverse en una especie de compromiso o síntesis entre las instancias del universalismo distributivo y del diferencialismo de la identidad” (Marramao, 2011: 37- 38). El autor nos recuerda que la Declaración de Bangkok consistiría en mantener universalismo; contextualismo; principios de territorialidad mundial, cosmopolitismo y soberanía estatal, pero tomando como punto de partida los derechos humanos y el uso estratégico instrumental que Occidente ha hecho de ellos. Si avanzamos tan decididamente a un doble movimiento de hibridación y diferenciación, valdría la pena hacer interactuar la comparación jurídica y la antropología cultural que apuntan entre otros, a delinear los posibles códigos de una democracia intercultural basada en un derecho multipolar y mestizo quedando pendiente una reflexión y una propuesta teórica y práctica de la “traducción” como mecanismo político.

 

Bibliografía

Alburquerque, Germán(2011): La trinchera letrada: Intelectuales latinoamericanos y la Guerra Fría, Santiago, Ariadna Ediciones.

Arditi, Benjamín (2011): “El reencantamiento de la política como espacio de participación ciudadana”,en Sentido de pertenencia en sociedades fragmentadas. América Latina en una perspectiva global,MartinHopenhyn y Ana Sojo (coord.),Buenos Aires, Siglo XXI Editores SA y Naciones Unidas.

Martín-Barbero, Jesús (2012): “La insoportable hibridación”,en Voces híbridas. Reflexiones en torno a la obra de García Canclini, Eduardo Nivon (coord.), México DF, UAM, Iztapalapa.

Benjamin, Walter (1990): El origen del drama barroco alemán, (ed. original en alemán de 1928), Madrid,Taurus.

Bell, Daniel (1978): The CulturalContradictions of Capitalism. Nueva York, Basic Books. CanelasRubim,Antonio Albino y Bayardo, Rubens (orgs.)(2008): Políticas culturales en Iberoamérica, Salvador de Bahía, Editorial Universidad Federal de Bahía (EDUFBA).

Freiser, Nancy (2006): “La justicia social en la era de la política de la identidad: redistribución, reconocimiento y participación”, en ¿Redistribución o reconocimiento?, Nancy, Fraser y Axel Honneth, Madrid, Ediciones Morata.

García Canclini, Néstor (2010): “Estudios culturales: ¿un saber en estado de diccionario?”,en En torno a los estudios culturales. Localidades, trayectorias y disputas, Nelly Richard (ed.), Santiago, Editorial ARCIS y CLACSO.

García Canclini, Néstor (2010): La sociedad sin relato: antropología y estética de la inminencia, Buenos Aires, Katz editores.

Ginzburg, Carlo (1999): El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI. Traducido del italiano por Francisco Martín, tercera edición, Barcelona, Mushnik Editores.

Kant, Immanuel(1993): Crítica a la razón pura (primera edición 1978), prólogo, traducción, notas e índices, Pedro Ribas, Madrid, Alfaguara.

Kiliksberg, Bernardo y Tommassini, Luciano (comp.)(2000): Capital social y cultural: claves estratégicas para el desarrollo, Buenos Aires,Fondo de Cultura Económica.

Kymlicka, Will (2000): Ciudadanía y multiculturalidad. Cap. 2: las políticas del multiculturalismo. Barcelona, Paidós.

Max Neef, Manfred, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn (coed.) (1998):Desarrollo a escala humana. Conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones, Madrid, Editorial Nordan Comunidad e lcaria Editorial.

Marramao, Giacommo (2011): “Después de Babel: Identidad, pertenencia y cosmopolitismo de la diferencia”,en Sentido de pertenencia en sociedades fragmentadas. América Latina en una perspectiva global, MartinHopenhyn y Ana Sojo, Buenos Aires, Siglo XXI Editores SA/Naciones Unidas.

Miralles, Eduard (2010): “Casi cincuenta años de relaciones entre la cultura y el desarrollo: de la cultura como factor de desarrollo al desarrollo cultural”,en El sector cultural hoy: oportunidades, desafíos y respuestas. Memorias del seminario internacional del mismo nombre. Cartagena de Indias, septiembre 10 y 11 de 2009, Universidad Tecnológica de Bolívar y Ministerio de Cultura de Colombia.

Pattanaik, Prasanta (1989): “Indicadores culturales del bienestar: algunas cuestiones conceptuales”, en Informe Mundial de Cultura de UNESCO.

PNUD (2013): “El ascenso del sur: progreso humano en un mundo diverso”, Informe sobre Desarrollo Humano 2013, web Programa Naciones Unidas para el Desarrollo, http://www.pnud.org.ec/Noticias2013/HDR2013%20Report%20Spanish.pdf

Ranciere, Jacques (2002): La división de lo sensible: estética y política, Salamanca, Salamanca 2002, la capital de la cultura.

Saíd, Edward (2007): Representaciones del intelectual, Barcelona, Random House Mondadori.

Sandell, Michael (2000): El liberalismo y los límites de la justicia, Barcelona, Gedisa.

Sen, Amartya (1997): “Capital humano y capacidad humana”. (Foro de Economía Política-Teoría económica. Consultado el 15 de septiembre de 2004. www.red-vertice.com/fep)

Senior, A. 2010. “El empresario creativo en el sector cultural”, en El sector cultural hoy: oportunidades, desafíos y respuestas. Memorias del seminario internacional del mismo nombre. Cartagena de Indias, 10 y 11 de septiembre de 2009, Universidad Tecnológica de Bolívar y Ministerio de Cultura de Colombia.

Soto, María Paulina (2012): “Emprendimientos creativos en modernidades inconclusas. El debateen Latinoamérica”, en Estudio y revisión de los marcos normativos para el fortalecimiento empresarial cultural en Colombia, Cartagena de Indias, Laboratorio Iberoamericano de Investigación eInnovación en Desarrollo y Cultura.

Soto, María Paulina (2012): “Los lugares de emergencia del pensamiento intelectual, en la obra de Beatriz Sarlo”, mimeo de uso académico.

Tomassini, Luciano (2010): Rompiendo códigos. El cambio cultural de nuestro tiempo, Santiago, FLACSO/CNCA.

UNCTAD-PNUD (2010): “Economía creativa: una opción factible de desarrollo”, web Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, México. http://www.undp.org.mx/spip.php?article1787

UNESCO (1996): “Nuestra Diversidad Creativa”, Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo. Paris, UNESCO, en web unesco.org Publicado: septiembre 1996. http://unesdoc.unesco.org/images/0010/001055/105586sb.pdf

UNESCO (2002): “Comprender las Industrias Creativas. Las estadísticas como apoyo a las políticas públicas”, web unesco.org http://portal.unesco.org/culture/en/files/30850/11467401723cultural_stat_es.pdf/cultural_stat_es.pdf

UNESCO (2005):“International Flows of Selected Cultural Goods and Services, 1994-2003” [Corrientes comerciales internacionales de un conjunto seleccionado de bienes y servicios culturales], Instituto de Estadísticas. web unesco.org http://portal.unesco.org/culture/es/ev.phpURL_ID=29523&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html

Yúdice, G. (2012): “De la sociedad sin relato a la gestión de la sociedad”,en Voces híbridas. Reflexiones en torno a la obra de García Canclini, Eduardo Nivon (coord.), México DF, UAM, Iztapalapa.

 

 

Paulina Soto Labbé.[9]Docente, investigadora y candidata a doctor en Estudios Americanos con beca del Consejo Nacional de Investigación Científica y  Tecnológica. Coordinó por 8 años el Departamento de Estudios y … Continue reading

Summary

The text suggests that we are experiencing a cultural change, where the aesthetic is having a strong and radical impact on power relations. The determining factor being the emergence and socialization of new languages, which are causing a change in world perception and what is deemed imaginable. However, this change might only be a civilizing trait that was left pending in the agenda of modernity, wildly concentrated on languages that fed the human capacity of instrumental rationalism above the inclinations of creativity and emotionality. Still, we believe however that this is a historic closure of past routine.

We will trace the trajectory of the political focus that suggests that peoples cultural capacities are fundamental for sustainable development, even more so than productive capacities. This is therefore a proposal emerging in the peripheral territories, since it is in these territories where stubborn horizons have been stained by intolerable social inequalities, like a scar that remembers its precarious origins. We make a simplified chronicle of the journey of thought and its “place of emergence” in present history, creating an interesting contemporary debate on second-generation rights, which is where culture is found.

Ultimately, we believe that this cultural change influences the conception of the legal regime of coexistence, imposing the urgency of “translation” before buying into cultural perspectives, which is how we have attempted so far to solve the conflicts of “multiple universe or the cosmopolitism of difference” (Marramao, 2011). The very coordinates of East-West and North-South appear to be too simple and insufficient to analyse new challenges, making one think outside of centralized territories, which during modernity have had a standard, ethnocentric, and hegemonic model.

 

1. Culture as common sense and common sense as inscribed in the biology of our human species 

Culture is largely composed of transcendent common sense where universal scales are very rare. It is when these persist in time that culture leaves its mark on the body and common senses become fundamental rather than merely circumstantial. There have been moments in history when it has been indispensable consecrate them as inviolable and as a living Decalogue. One of these moments, the search for greater levels of happiness, seems to have never required either ideologies or public policy to maintain itself. In successive cycles, a critical mass of people have become contagious with their motivating inspiration and it’s in these moments where the collective involved enter a state of happy drunkenness, seen in their similarities. Not all times in history however have been able to show us that spectacular reflection that discerns something as being especially illuminated with meaning and hope for those that experiment with it. That pleasure that organizes that common space is inscribed in the memory of the human species. We have the capacity to recognize shared experiences almost without exception, as a model impulse of utopia. Its boldness; the genuine; elegance; spontaneity; curiosity; extreme concentration; freedom of movement; are all features of those times where something attractive and irresistible and almost aesthetic was imposed; and when it is lost, we crave for it to return. These represent those moments when there is an increase in participation, when politics recaptures the imagination.

Benjamín Arditi proposes certain reading criteria to think —among others— about “political charm”. This shows that there are episodes where politics is seen as a “chance to touch heaven with your hands, a chance to change the world through collective action (Arditi, 2012: 69). The capacity of cohesion, belonging, and charm during these periods of growth, were due to the construction of certain common senses as a result of prior polemics and historical conditions, which will be questioned again under different contexts. However, it is not only about common sense constructed in discourse, but about imaginations that are realized based on current actions and are therefore to a certain degree performative.

It is interesting to explore through new languages, which the population has begun to alphabetize, because they let you construct, in part, new types of influences on those classic vectors: time and space. In this regards, we have incorporated the concept “place of the emergence of thought”. This is conformed by historic relations and eidetic exchanges that are generated between “actants”:[10]De la TNE (Actor-Network Theory), I take the idea of referring to “actants” as those human and non human agents, people and non-people, as coincidental as it is with my proposed definition of … Continue reading works; agents[11]I use the concept of agent to differentiate from the subject, because the premise is that if we analyze political ideas, the groups that generate their ideas have agency or the disposition to split … Continue reading —individuals or collectives—; spaces; and surrounding conditions. The “place of emergence” has a historically unique and unrepeatable condition and a geography that is more a relation or cross between different territories than an actual territory itself. Both coordinates —space and time— make us think that power relations within the context of new alphabets (languages) and its support (means of communication) –among other determining factors— have destroyed the traditional notion of politics and the liberal legal regime that sustains it.

Therefore, an initial suggestion of this text is that we are experiencing a moment of social growth due to the accumulation of common sense inscribed in the depths of collective memory and that on this occasion, are a result of the illusion of recovering a spirituality lost in the extreme rationality imposed on us by the trajectory that modernity has taken. “Modernity must be considered overcome when culture begins to be defined as a field of meanings, like the field of a persons self-expression, and begins to erase the frontiers that always existed between art and life. This happens when acting is done by being inspired by the imagination, not by rationality” (Tomassini, 2010: 654).[12]Tomassini, citing Daniel Bell, The Cultural Contradictions of Capitalism. Basic Books. Preface of the 1978 edition, pp. XV to XVII. The gate that reconnects us with an uninterrupted process of human learning’s related to mystery or immanence, would be the expansion of access to the language of art that increasingly larger segments of the population enter. From this place of alphabetization, there is a reclaim over the distribution of what is considered sensitive (Rancière, 2002).

 

2. Aesthetics and Power or Arts and Politics. Revolutionary or Instrumental Perspective?

We will briefly examine the interesting link between aesthetics and power, or between art and politics, which we continue to believe is becoming stronger. Contemporary authors have a strong reference in the School of Frankfurt, which we know, was pioneering in the critical analysis of the relationship between culture and power. Grossomodo maintained that modernity had managed to separate art from religion and politics, winning its autonomy and that the costs of this autonomy had between twofold: one, economic, with its integration within the merchant expansion; and the other, politics, that softened the strength of aesthetics or its subversive power. We believe that —as other processes— it had unwanted effects that in this case although the premises pointed out are achieved, we also observe a positive effect from this new alphabetization adding the widespread ability to de-codify other languages that are rational and different to that of ones own discourse. This allows changes in perception and in the creativity of people, that is to say, in the very conception of possible worlds (Ginzburg, 1999; Chartier, 1992).

Jacques Rancière however, relates aesthetics not only to art, but also to what he calls the “regime of the sensitive”. His proposal is that a work of art, just as political efficiency, manages to join —in a special way— the visible with what is expressible and imaginable, without exclusively using terms from a message as a vehicle (García Canclini, 2010:235; Rancière, 2002: 63). That “something” that artists imagine and that before becoming a piece of work, does not exist —imminence (García Canclini); aura (Adorno); suspension (Rancière); the sublime (Kant)—has however, the imperative to express itself in a form-object, or arti-fact. J. M. Barbero says in this regard: “of everything previously mentioned, Rancière assumes that underneath the aesthetics of artistic practices, and beyond social structures, ideological stances of artists, or pieces of work, lies the basic aesthetic of common sense where the boundaries of art and politics break down. His second milestone is found in the modern proposal of “men’s aesthetic education” according to F. Schiler (1990) in that the artistic formation is part of citizen formation, that is, of men apt to live in a free political community. That leads Rancière to redefine the aesthetic regime of modernity, from the formation of a new distribution of the sensitive, where the demarcation does not pass through the position of class…” (Barbero, 2012: 189).

The political conception elaborated by Rancière suggests that the emancipation has a lot less to do with raising awareness of an exploitation and more to do with the “wilful decision of social equality translated into a body and way of living, thinking, and acting”. Its concept, the redistribution of the sensitive, is what will make it merge with politics and is made present when excluded social groups question and reject “the hierarchical distribution of positions and functions”. This way, democracy is not a regime but a way of life and the political subject facilitates dissent usually found at the interval or at the break, and not only that of social class, race, or gender: “being together, as one being, classes, identities, cultures” (Barbero, 2012: 190). The political is made possible with what it has in common with a community and it is not a property or territory but rather a “conscience of modalities of senses. Politics is given when “those that do not have a place in the community impose themselves and participate with the community that does not recognize them” (Rancière, 2005: 9).When questioned by the inefficient political strategies of recognition (Freiser, 2006; Yúdice, 2012; Spivak), it is clear that in its notion of politics the citizen does not integrate, adjusting to a sub-alternative way by asking to be seen and tolerated, but rather it invades, demanding freedom. “Far from assuming an identity to break into, this invasion is achieved by rejecting any identity that makes possible the integration ofa regime of representation” (Yúdice, 2012: 224).That is, they are the counter culture gaps or margins, and it is these very places that become creative.

On their behalf, original thought that looks for an anchor in reality is by definition a political thought, because it has the intention of constructing a world that is possible. For this it must have synthetic capacity, the same goes for works of art that capture the quality of what is not yet, but about to be. It constructs an ideology or an imagination where there is none, which therefore has the impulse to become realizable.

Today, now more so than before, we recognize that as a human species we have minimums and maximums to share. This opens limitless possibilities to create a revolution with the maximum of transforming capacities and the least pain possible. “For the first time and without their knowledge, all human beings are joined by the same chance of destiny. They live the same dangers and fundamental problems. All this creates conditions for a new world… we need to reform our lives in the construction of another” (E. Morin).[13]Edgar Morin, in the Seminar of Porto Alegre called “Frontiers of Thought” (August 2011).

The revolution of beauty —as a new order of the sensitive—is not a new kind of revolution because it is already embedded in the dreams–convictions of subjects that have led great civilizing models and that have been human references and true time travellers, such as Christ or Buddha. For generations they have moved crowds that have been searching for what they preach, giving reality an aura or immanence that made the belief and creation of worlds possible. Are we before the portal of a new utopia or simply before the instrumental use of cultural transformations derived from a new type of alphabetization?

 

3. The Idea of Development and Its Journey. From Territorial Periphery of the Cold War, up to Current Globalization

Like a spectacular reflex, the times that have had an unquestionable historic impression mark a before and after, becoming a reference for when talking about anything identifying.

The “place of emergence” from development can be placed in Latin America by the end of the seventies. Today, in the era of a “liquid society” (Bauman) and a cultural planetization that constantly delocalizes bodies and its eidetic references, it is known that peripheral authors are the ones that have made important contributions to this gamble that proposes that the sustainability of human development rests on cultural capacities. These proposals made in Latin America have been projected to the Ibero-American cultural space.[14]“This ‘common cultural space’ refers to an open and dynamic identity. This collective identification matrix who’s peculiarity is in the Ibero-American Cultural Letter —presented in the VIII … Continue reading First there and then internationally.

In a world that experiences profound and accelerate transformations sustained in tangible values as generators of wealth, we ask about the conditions of emergence of Culture for Development as original thought; the Latin-American mark; whose social and political impact is still visible and still in process and can either mean a true change in civilization or simply an instrument of adaptation from forms of production and circulation of wealth-symbols. The growth of world mercantilization and the denominated cultural goods and services with indiscriminate differential access, has circulated various views destined to give meaning and orient politics and investments that support this tendency in favour of development.

The hypothesis we suggest is that development is hereditary from peripheral third positions from the second period of the cold war, and that have become political orientations that promote a integral view of sustainable human development, where culture assumes a leading role. That is, from the sixties it would have evolved into the concept of development as the basis for cultural capacities, sustained in natural variables more intangible than material.

Consequently, this cultural binomial and development is inserted in international political debates as a relation that, although has contributed with an active group of intellectuals and Latin-American cultural entrepreneurs, has spread quite efficiently and with relatively quickness internationally. Culture for Development has changed from its predecessor, which was the notion of Cultural Development that rose in public policy during the 60s in Europe and especially France. This last point creates an imagination that is kind to active democratic participation of the population in artistic activities and patrimonial practices, which authors such as García Canclini state are in decline and currently experiencing a terminal crisis.

Culture for Development on the other hand attempts to transcend this restrictive notion of artistic culture and involves a variety of identifying expressions, normally multicultural, that become determining components in a communities sustainable global growth, making political culture a coherent group of initiatives that transversally cover other areas of development. The premise is that without cultural development, the advances in the conquest of collective wellbeing and the fight against poverty and all forms of exclusion and discrimination, cannot be sustained, because development does not solely depend on a stable economy and solid institutional democracy.

The conceptual questions relative to the elaboration of cultural measuring indicators of and for human development have had a fundamental base in the analytic framework set in the work of Amartya Sen, and that today is highly valued on an international scale. Traditionally economists have identified the wellbeing of people with the happiness and satisfaction of desires and have established the possession of goods as the main means for achieving it. Amartya Sen has sharply criticised this proposal for its subjectivity, in the measure that the level of happiness depends on accidental characteristics of individual psychology. As an alternative, Sen has proposed a view more centred on personal achievements in regards to essential activities or “functions”, as for example to eat adequately, live in a society without feeling embarrassment for ones own life situation, enjoyment of physical security, etc. Sen also makes a clear distinction between human capital and human capacity: “The first concept focuses on the character of agency of human beings, that through its abilities, knowledge, and efforts, increases the possibility of production; while the second, centres on the ability to follow the way of life that they consider valuable, increasing real possibilities of choice” (Sen,1997: 1). This way, personal freedom is for her the chance to choose between diverse groups of available functions (Pattanaik, 1998: 19).

On the other hand, the theory of development from ECLAC at the end of the sixties, legitimizes the concept of “structuralist economics” without the use of adjectives of any kind and has had a great expansion in the world of ideas, making it difficult to question since semantic colonization that the very own international organisms have realized with the end, has been extremely efficient. Therefore, this notion, of Latin-American mark, which has been one of the most influential on a global scale, has been introduced in the common sense of experts and laymen, making it extremely difficult to replace. However, it has been revised in light of its limitations to highlight the cultural and political components that emphasize human transformations that are not only productive, but also functional towards the economic framework of growth. This way they project new semantics on the satisfaction of needs with equity, such as: quality of life, happiness, and good living.

In the post war Francophone European world, there existed a history of cultural view son the development of the movement of education populaire that centrally linked culture with development. This is in line with Paulo Freire, who in Latin America proposed another form of interaction between education, culture, social development, and economics. However, the first visible expression of international incidence of Culture for Development, as a universal vocation, was towards the end of the seventies. Here, a series of intergovernmental conferences started taking place, organized by UNESCO, linking more decisively Culture with Development (Miralles, 2010: 87). The culmination of this period of conferences was the Mondiacult Conference held in Mexico in 1982.[15]According to the opinion of Eduard Miralles, this highlighted stage is a new correlation of strengths between the United States, the Soviet Union, European countries and the “unaligned” group, … Continue reading This milestone was followed by others that, grossomodo, were: the UNESCO declaration on the World Decade for Cultural development (1988-1997); the report “Our Creative Diversity” from the World Commission on Culture and Development, led by Javier Pérez de Cuellar and published at the end of the decade (in 1997); the Intergovernmental Conference on Cultural Politics for Development in Stockholm, The Power of Culture (1998); and the World Report on Culture presented by UNESCO (1998 and 2001). The Report on Human Development from UNDP dedicated to Culture continues today, and is titled: “Cultural Freedom in the Diverse World of Today” (2004). That same year there was the “Agenda 21 for Culture”, sanctioned during the IV World Forum of Local Authorities for Social Inclusion. Corollary to this process was the signing of the “Convention on the Protection and Promotion of the Diversity of Cultural Expressions” (2005) of UNESCO, which entered into effect in March 2007, with 128 states either signing, accepting, or ratifying. In the Ibero-American cultural space, the XVI summit of chiefs of state approved the Ibero-American Cultural Letter (2006).

In the field of cultural economy, UNTAD-UNDP has produced three reports on Creative Economies (2008, 2010, 2013), that reinforced the tendency described, but with an evident focus on economic opportunities within the sector. This way, the status of culture in regards to development has become a theme that has helped diminish the maginalization of the area, establishing itself in the recent UNESCO summit in China (May 2013), and its inclusion in human sustainable development. The General Director attached to UNESCO for Culture, Francesco Bandarin, points out in this regards that: “The objective is for culture to be a pillar, a factor in sustainable development, that is included in the next cycle of “Millennium Objectives” that are to be discussed in New York”, making clear reference to the updating of these United Nations human development objectives, known as the “Post 2015 Agenda” (Hangzhou declaration, 2013).

Another indicator of growth and change in the status of the cultural sector is its own jargon. N. García Canclini asks about its growth in the last few years: What happened so that in little over a decade there appeared a dozen dictionaries about the study of culture?One could use the same explication used in any other area or discipline justifying this process: a) an accumulation of knowledge; b) the need to organise this knowledge and give it exactitude by specifying the meaning of the concepts used; c) the uncertainty on the meaning of many concepts due to the dispute between diverse orientations and innovation or the crossing of positions”. Then it specifies in respect to Cultural Studies in particular: “This type of instrument (dictionaries) also became necessary, as the corridors that exist between disciplines that supply these cultural studies discussed in: anthropology, sociology, literature, linguistics, semiotics, communication studies, psychoanalysis, and, in some cases, cultural economics” (García, 2010: 124).

What also stands out is that in this decade and a half, there have been advances —although somewhat slow— in Latin-American theoretical thought, from instances validated in the developed world: “this comparative tour between those of over a decade or more ago and more recent (studies) show the consolidation of investigations that are each time more international, the tendency to step out of the opposition between the self-referred North and Latin Americans that read others but in return are not read” (García, 2010: 130).

Whatever the variables in the game, Culture for development —the political with the spirit of the time—, has had the calling to influence reality by attempting to decisively link cultural determinants with development: “the values of a society determine its form of economic, political, social, and personal development, and not the other way around” (Kliksberg and Tommassini, 2000: 37). Currently, the impact and validity of the focus on human development, adopted and developed by formulations presented by UNDP, suppose the much wider and complex incorporation of cultural dimension: “But if the interest in this relation (development and culture) had its beginnings in the bosom of investigators and cultural advisors, the conceptual turn that we can consider decisive in these last times is that which in an inverse trip, came from the field of development theories, from international financial organisms, and from the crisis of conventional economic thought that ended up being recognized and valued more and more, the subjective dimensions of social experience as a fundamental component inescapable from development (..). “In this form of development, it is no longer merely an economic or technological matter, but rather it is conceived as a challenge of an institutional and political nature, and above all, an ethical proposal associated with the dignity of people, and therefore also fundamentally understood as an issue of human rights” (Hernández, 2008: 115).

Another factor to consider in the study is the impact of communication technologies on the circulation of cultural content, which has had as a consequence the reinforcing of the role of artistic propaganda and creativity, since it is known to be a powerful tool in the construction of social imagination on a massive scale. This way, the growth of the cultural field has been in areas of production, circulation, and the consumption of goods and services, making it a threat to the field of to know as much as power. This is to say, it means to abandon the restricted space of art and become an ally of opportunities created by technology and global communications. Therefore, and unlike any of the previous cases mentioned, the fundamental explanation for the speed of success in the incorporation of the view of creative economy within public institutions, is the cross sector alliance with business leaders, economists, and entrepreneurs. The commercial derivative of symbolic production and as a result of human ingenuity, has been recovered on a global level and at an unprecedented speed. This is proved by dozens of creative economic programs that have unfolded during the last decade in all continents, enhancing what Andrew Senior describes as “(…) creativity as a natural resource distributed equally throughout the world, being too complex to manage as it is immaterial and must be cultivated (Senior, 2010: 182).

Therefore, the creative economy, far from being outside of the theoretical and political fundamentals, is characterized by the ability to translate to multiple languages; this is how comfortable it is on the street as in academia; in economic and finance ministries as in culture; in the great transnational commercial consortiums as fair commerce initiatives. By institutionalizing itself at an unprecedented speed, its actors are numerous because it evokes, houses, and appears to not produce great critical commotion, opposite to the one that generated the concept of industrial cultures. However, the mechanism that appears as a transmitter of virtues relies strongly on economic potentials that offer the exploitation of intellectual rights.

 

4. From the Egalitarian state to the Cosmopolitanism of difference. Entering the era of second-generation rights

The last thesis of this essay states that the radical cultural transformations that are happening will force us to reformulate the notion of the state, as that legal institution that sustained and guaranteed the exercise of its populations sovereign rights.

Expressive habits make and qualify subjects in society, and its symbols are a wanted and desired essence. Nation, people, community, are concepts that have described groups of human beings that are differentiated by their customs, symbols, and particular sense and vision of the world. In a pensive world, these identities have diversified in response to individual decentralization and the multiple uncertainties that this reproductive model generates, making room for a more advocate role of culture as a social agent. Some features of these multiple identities would be: attraction to the new and the experimental, aesthetic autonomy, and individual subjectivity as a source of symbolic value.

In this “surpassed modernity” the state apparatus continues operating primarily in the spheres assigned to them in the administration of social coexistence: politics and economy, or the monopoly of violence and resource management. This discrepancy with the cultural process reinforces the triggering of the local and the global above the national. For the state, culture has taken a secondary place among its concerns and is almost completely restricted to the promotion of the arts and cultural heritage. It is assumed that cultural needs are not basic and that they are found outside everyday life, because they are abstract and cannot be grasped. The rights guarded by these needs are called second-generation[16]Political rights are first-generation and hold the idea of a free citizen, and in a representative model, the freedom to choose and be chosen. Second-generation are where culture is found, holding … Continue reading and clearly do not adjust to the liberal paradigm since it has its base in the social relation and intersubjectivity of people.

In liberal tradition, what lies underneath the constitution of modern states is the individual as a moral person that precedes society. She/he is the agent of sovereign choice: “The common theme of a large part of the classical liberal doctrine that emerges from the deontological consideration of the unit ‘I’, is the notion of a human as an agent of sovereign choice, a creatures whose purpose is chosen before given, who reaches their purpose and objectives by acts of personal will, in contrast we might say, with cognitive acts. Therefore, a moral person is a person with a purpose chosen by them, and their fundamental preference leans towards the conditions that allow them to construct a way of life that expresses their nature as a rational being, free and equal, as much as the circumstances permit” (Sandell, 2000: 39).

The current and extended diverse and unedited movement of people throughout the world —from highly qualified individuals, to real slaves of the XXI century and stateless people trapped in nothing—, has generated new challenges to the traditional concept of sovereignty that used to be sustained in the existence of physical territorial frontiers or in the entelechy of a state projected in the protective diplomatic spaces of its citizens. Therefore, its rights are founded in the jus solis and jus sanguinis, being guarantees of belonging and of protection.

The conflicts derived from this mobility are multiplying, and between states, binding sentences are dictated with their base in cultural rights of countries that have had to take on as a source of resolution, while migrants carry in their bodies, identities and customs from abandoned territories, not only contradictory due to the normally rough conditions of adapting to the newly adopted place, but also due to modern and liberal legislation that holds itself in individual rights. However, culture by definition is collective, and has not received the attention or economic investment that its installation and effective exercise needs. Political rights on the other hand, -such as choosing or being chosen as a citizen representative- imply great investments of the states in alphabetization and incorporation of the population in the mechanisms of governance. Currently nobody questions their right to vote, but one has to remember that it was only slightly over a half century ago when women fought and managed to be included in political society.

But the focus on rights or guarantees seems insufficient to efficiently advance and move forward on second generation rights, because immigrants and vulnerable groups in general, when they demand citizenship normally do not do so in regards to their formal traditions such as the right to vote, social security, or military service, but rather create different spaces of belonging and identification to these traditional spaces of political expression. These new spaces are transversal in comparison to that of geographical frontiers and “produce new individuals and levels of citizenship” (Arditi, 2011: 72; Kymlicka, 2000: 47).

The conviction that various contemporary authors have in regards to the centrality acquired by culture in this second modernity or reflexive modernity, is definitive with respect to its determination on/in the social. “In the twentieth century, our third and final phase, the process of modernization expands to include practically all the modern world and culture of the developing world, achieving spectacular triumphs in art and thought” (Berman, 1995: 3). For Daniel Bell, although the social and political spheres maintain certain autonomy from each other, it is culture that lets them interact and operate in a functional way: “Culture is the field of self-expression and self-satisfaction, and is therefore essentially anti-institutional, since it is the individual, their feelings and judgements, that determine the cultural value of objects and the behaviours with which we move through reality and abstract criteria’s of quality”(Bell, 1978: XV).[17][8] Cited by Tomassini, op cit. 654.

For Marramao, the problems of current Babel do not refer to the so called cultural differences but rather at how we imagine and think universally, suggesting a way out from stagnation that normative philosophical political debates currently find themselves in, between “cultural identities” and “fights for recognition”, it breaks the cultural equation and identity and surpasses universality as uniformity, to assign a multiple and different regime. “The true gamble in the dramatic transitional stage that we are living in between modernity-nation and world modernity, from the old interstate order that is no more, under the hegemony of the west to the not-yet of a new supranational multilateral order, cannot reduce itself to an alternative between liberalism and communitarians—or, better said: between liberal individualism and communitarian holism—, or settle in a type of compromise or synthesis between instances of distributive universalism and differentialism of identity” (Marramao, 2011: 37-38). The author reminds us that the Bangkok Declaration will consist of maintaining universalism; contextualism; principles of world territory, cosmopolitanism and sovereign statehood, but taking as a starting point “human rights” and the instrumental and strategic use that the West has done with them. If we advance so decidedly towards a double movement of hybridisation and differentiation, it will be worth the while to cross the comparison between the political and cultural anthropology that aims to, among others, delineate the possible codes for an intercultural democracy and a theoretical and practical proposal of “translation” as a political mechanism.

 

Bibliography

Alburquerque, Germán (2011): La trinchera letrada: Intelectuales latinoamericanos y la Guerra Fría,Santiago, Ariadna Ediciones.

Arditi, Benjamín (2011): “El reencantamiento de la política como espacio de participación ciudadana”, in Sentido de pertenencia en sociedades fragmentadas. América Latina en una perspectiva global, Martin Hopenhyn and Ana Sojo (coord.), Buenos Aires, Siglo XXI Editores SA and United Nations.

Martín-Barbero, Jesús (2012): “La insoportable hibridación”, in Voces híbridas. Reflexiones en torno a la obra de García Canclini, Eduardo Nivon (coord.), Mexico City, UAM, Iztapalapa.

Benjamin, Walter (1990): El origen del drama barroco alemán, (original edition in German from 1928), Madrid, Taurus.

Bell, Daniel (1978): The Cultural Contradictions of Capitalism, Nueva York, Basic Books.

Canelas Rubim, Antonio Albino y Bayardo, Rubens (orgs.) (2008): Políticas culturales en Iberoamérica, Salvador de Bahía, Editorial Universidad Federal de Bahía (EDUFBA).

Freiser, Nancy (2006): “La justicia social en la era de la política de la identidad: redistribución, reconocimiento y participación”, in ¿Redistribución o reconocimiento?, Nancy, Fraserand Axel Honneth, Madrid, Ediciones Morata.

García Canclini, Néstor (2010): “Estudios culturales: ¿un saber en estado de diccionario?”, in En torno a los estudios culturales. Localidades, trayectorias y disputas, Nelly Richard (ed.), Santiago, Editorial ARCIS and CLACSO.

García Canclini, Néstor (2010): La sociedad sin relato: antropología y estética de la inminencia, Buenos Aires, Katz editores.

Ginzburg, Carlo (1999): El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI. Translated from Italian by Francisco Martín, third edition, Barcelona, Mushnik Editores.

Kant, Immanuel (1993): Crítica a la razón pura (primera edición 1978), prologue, translation, notesandindexes, Pedro Ribas, Madrid, Alfaguara.

Kiliksberg, Bernardo y Tommassini, Luciano (comp.) (2000): Capital social y cultural: claves estratégicas para el desarrollo, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

Kymlicka, Will (2000): Ciudadanía y multiculturalidad. Cap. 2: las políticas del multiculturalismo, Barcelona, Paidós.

Max Neef, Manfred, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn (coed.) (1998): Desarrollo a escala humana. Conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones, Madrid, Editorial Nordan Comunidad andlcaria Editorial.

Marramao, Giacommo (2011): “Después de Babel: Identidad, pertenencia y cosmopolitismo de la diferencia”, in Sentido de pertenencia en sociedades fragmentadas. América Latina en una perspectiva global,Martin Hopenhyn and Ana Sojo, Buenos Aires, Siglo XXI Editores SA/Naciones Unidas.

Miralles, Eduard (2010): “Casi cincuenta años de relaciones entre la cultura y el desarrollo: de la cultura como factor de desarrollo al desarrollo cultural”, in El sector cultural hoy: oportunidades, desafíos y respuestas. Memorias del seminario internacional del mismo nombre. Cartagena de Indias, September 10 and 11, 2009, Universidad Tecnológica de Bolívar andMinisterio de Cultura de Colombia.

Pattanaik, Prasanta (1989): “Indicadores culturales del bienestar: algunas cuestiones conceptuales”, in UNESCO World Culture Report.

PNUD (2013): “El ascenso del sur: progreso humano en un mundo diverso”, Informe sobre Desarrollo Humano 2013, web Programa Naciones Unidas para el Desarrollo, Published: Accessed: http://www.pnud.org.ec/Noticias2013/HDR2013%20Report%20Spanish.pdf

Ranciere, Jacques (2002): La división de lo sensible: estética y política, Salamanca, Salamanca 2002, la capital de la cultura.

Saíd, Edward (2007): Representaciones del intelectual, Barcelona, Random House Mondadori.

Sandell, Michael (2000): El liberalismo y los límites de la justicia, Barcelona, Gedisa.

Sen, Amartya (1997): “Capital humano y capacidad humana”. (Foro de Economía Política-Teoría económica. Accessed September 15, 2004. www.red-vertice.com/fep)

Senior, A. 2010. “El empresario creativo en el sector cultural”, in El sector cultural hoy: oportunidades, desafíos y respuestas. Proceedings of the international seminar of the same name. Cartagena de Indias, 10 and September 11, 2009, Universidad Tecnológica de Bolívar and Ministerio de Cultura de Colombia.

Soto, María Paulina (2012): “Emprendimientos creativos en modernidades inconclusas. El debate en Latinoamérica”, in Estudio y revisión de los marcos normativos para el fortalecimiento empresarial cultural en Colombia, Cartagena de Indias, Laboratorio Iberoamericano de Investigación e Innovación en Desarrollo y Cultura.

Soto, María Paulina (2012): “Los lugares de emergencia del pensamiento intelectual, en la obra de Beatriz Sarlo”, mimeo academic use.

Tomassini, Luciano (2010): Rompiendo códigos. El cambio cultural de nuestro tiempo, Santiago, FLACSO/CNCA.

UNCTAD-PNUD (2010): “Economía creativa: una opción factible de desarrollo”, web Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, Mexico: http://www.undp.org.mx/spip.php?article1787

UNESCO (1996) “Nuestra Diversidad Creativa”, Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo. Paris, UNESCO, in web unesco.org Published: September 1996. Accessed:http://unesdoc.unesco.org/images/0010/001055/105586sb.pdf

UNESCO (2002): “Comprender las Industrias Creativas. Las estadísticas como apoyo a las políticas públicas”, web unesco.org http://portal.unesco.org/culture/en/files/30850/11467401723cultural_stat_es.pdf/cultural_stat_es.pdf

UNESCO (2005): “International Flows of Selected Cultural Goods and Services, 1994-2003” [Corrientes comerciales internacionales de un conjunto seleccionado de bienes y servicios culturales], Instituto de Estadísticas. web unesco.org http://portal.unesco.org/culture/es/ev.phpURL_ID=29523&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html

Yúdice, G. (2012): “De la sociedad sin relato a la gestión de la sociedad”, in Voces híbridas. Reflexiones en torno a la obra de García Canclini, Eduardo Nivon (coord.), México DF, UAM, Iztapalapa.

 

 

Paulina Soto Labbé.[18]Teacher and Investigator. PhD candidate in American Studies with a scholarship from the Consejo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica. Coordinated for eight years the Departamento de … Continue reading

Translated by Christopher Clarke.

References
1 De la TNE (Actor-Network Theory) rescato la idea de referirnos a “actantes” como aquellos agentes humanos y no humanos, personas y no personas, en tanto es coincidente con mi definición propuesta de “lugar de emergencia”, donde considero como sus componentes: obras; agentes; espacios y condiciones ambientales. Es decir, comparto la idea que el mundo está constituido por mucho más que dimensiones paralelas donde la naturaleza estaría escindida de lo social o de lo cultural.
2 Utilizo el concepto agente para diferenciarlo del de sujeto, porque la premisa es que si analizamos ideas políticas, los grupos generadores de esas ideas tienen agency o disposición de incidir en la realidad. Son territorio de reflexión, de acción y de recepción de su acción. Considero que en la actualidad latinoamericana podemos hablar del “cuerpo como territorio” porque muchos de los creadores contemporáneos, tanto de ideas como de acciones, han sido desterritorializados o reterritorializados en su propio cuerpo. Como resultado de los períodos autoritarios, intelectuales creativos y/o argumentativos han sidoexpulsados de sus lugares tradicionales de morada (la academia o el propio país).Al respecto, he desarrollado algunas ideas en el ensayo: “Los lugares de emergencia del pensamiento intelectual en la obra de Beatriz Sarlo”, (2012), y en las ponencias: “Los lugares de emergencia de la concepción cultura para el desarrollo en América Latina: el cuerpo como territorio”, presentadas en el 2º Congreso Uruguayo de Sociología (2013), y en el XXIX Congreso Latinoamericano de Sociología ALAS Chile (2013). La propuesta se sostiene en las reflexiones de Beatriz Sarlo (1998, 2001), Michel de Certau (2003), Roger Chartier (1991) y Edward Saíd (2007).
3 Tomassini, citando a Daniel Bell, The Cultural Contradictions of Capitalism. Basic Books. Prefacio a la edición de 1978, pp. XV a XVII.
4 Edgar Morin, en el seminario realizado en Porto Alegre y denominado “Fronteras del pensamiento” (agosto de 2011).
5 “Este ‘espacio cultural común’ remite a una identidad abierta y dinámica, una y diversa. A esa matriz de identificación colectiva cuya particularidad se encuentra recogida en la Carta Cultural Iberoamericana —presentada en la VIII Conferencia Iberoamericana de Cultura—, compromiso político de ámbito regional que consagra a Iberoamérica como un sistema de diversidad y que a la vez posibilita la proyección de sus culturas hacia el exterior bajo la forma de un gran sujeto cultural”. Revista Pensar Iberoamérica N° 10. Extraído de: http://www.oei.es/revistacultura/secc_02/index.php
6 En opinión de Eduard Miralles, esta cumbre escenifica una nueva correlación de fuerzas entre Estados Unidos, la Unión Soviética, los países europeos y el grupo de los “no alineados”, puesto que luego de ella, EEUU, Reino Unido y Singapur abandonaron la UNESCO “decisión que acarreará profundas consecuencias económicas y de legitimidad del organismo. Estos países no regresarán a la UNESCO hasta el año 2003 (EEUU) y 2007 (Singapur), en el contexto de la aprobación de la Convención de la Diversidad de Expresiones Culturales de UNESCO, que amenaza con afectar sus intereses en el mercado cultural mundial” (Miralles,2010: 88).
7 Los derechos políticos son de primera generación y en ellos se funda la idea de un ciudadano libre y, en un modelo representativo, lo es para ser elegido y para elegir. Los de segunda generación, donde se originan los culturales, se fundan en la idea de una comunidad que antecede al sujeto y que lo modela por la simple pertenencia a ella. Por lo tanto, es un vínculo que no depende de la voluntad del sujeto. Así, a diferencia de la ciudadanía política, la cultural es irrenunciable.
8 [8] Citado por Tomassini, op. cit., 654.
9 Docente, investigadora y candidata a doctor en Estudios Americanos con beca del Consejo Nacional de Investigación Científica y  Tecnológica. Coordinó por 8 años el Departamento de Estudios y Documentación del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile. Es experta UNESCO en diversidad cultural,  e integrante del Laboratorio Iberoamericano de Investigación y Desarrollo en Políticas Culturales.
10 De la TNE (Actor-Network Theory), I take the idea of referring to “actants” as those human and non human agents, people and non-people, as coincidental as it is with my proposed definition of “place of emergence”, where I consider as its components: works; agents; spaces; and surrounding conditions. That is to say, I share the idea that the world is made up of many parallel dimensions where nature is divided from the social or cultural.
11 I use the concept of agent to differentiate from the subject, because the premise is that if we analyze political ideas, the groups that generate their ideas have agency or the disposition to split from reality. This is an area of reflection, of action, and of reception of its action. I consider that in the Latin America of today we can speak of the “body as territory” because many of the contemporary creators, as much as ideas as actions, have been territorialized or re-territorialized in their own body. As a result of the authoritarian periods, creative and/or argumentative intellectuals have been expelled from traditional spaces (academia or own country). In this regards, I have developed some ideas in the essay: “Los lugares de emergencia del pensamiento intelectual en la obra de Beatriz Sarlo”, (2012), and in the talks: “Los lugares de emergencia de la concepción cultura para el desarrollo en América Latina: el cuerpo como territorio”, presented in the 2º Uruguayan Sociology Congress (2013), and in the XXIX Latin-American Sociology Congress ALAS Chile (2013). The proposal is sustained in the reflections of Beatriz Sarlo (1998, 2001), Michel de Certau (2003),Roger Chartier (1991) and Edward Saíd (2007).
12 Tomassini, citing Daniel Bell, The Cultural Contradictions of Capitalism. Basic Books. Preface of the 1978 edition, pp. XV to XVII.
13 Edgar Morin, in the Seminar of Porto Alegre called “Frontiers of Thought” (August 2011).
14 “This ‘common cultural space’ refers to an open and dynamic identity. This collective identification matrix who’s peculiarity is in the Ibero-American Cultural Letter —presented in the VIII Ibero-American Conference on Culture—, regional political agreement that establishes Ibero-America as a system of diversity that also allows for the projection of its cultures internationally as a great cultural subject”. Pensar Iberoamérica Magazine N° 10. From the website: http://www.oei.es/revistacultura/secc_02/index.php
15 According to the opinion of Eduard Miralles, this highlighted stage is a new correlation of strengths between the United States, the Soviet Union, European countries and the “unaligned” group, since after these, the US, United Kingdom, and Singapore abandoned UNESCO “decision that will carry profound economic consequences and legitimacy of the organism. These countries will not return to UNESCO until 2003(US) and 2007 (Singapore), in the context of approval of the convention on the Diversity of Cultural Expressions of UNESCO, that threatens to affect its interests in the world cultural market” (Miralles,2010: 88).
16 Political rights are first-generation and hold the idea of a free citizen, and in a representative model, the freedom to choose and be chosen. Second-generation are where culture is found, holding the idea of a community that precedes the subject and models it by simply belonging to it. Therefore, it is a link that does not rely on the will of the subject.. Thus, different to that of a political citizen, culture is inalienable.
17 [8] Cited by Tomassini, op cit. 654.
18 Teacher and Investigator. PhD candidate in American Studies with a scholarship from the Consejo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica. Coordinated for eight years the Departamento de Estudios y Documentación del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes of Chile and is an UNESCO expert in cultural diversity, and member of the Laboratorio Iberoamericano de Investigación y Desarrollo en Políticas Culturales.