Reseña bibliográfica: El patrimonio indígena como valor fundamental de la identidad actual – Maritza Blanco Vidal

Patrimonio Cultural Indígena, norte semiárido de Chile
Patricio Cerda Carrillo,  2008, Editorial Universidad de La Serena
Proyecto financiado con aportes Fondart 2007

 

Chile ha sido poblado por diversas culturas indígenas a lo largo y ancho de su territorio, las que se han ido adaptando a las condiciones climáticas y geográficas propias de cada lugar. De esta forma, en el norte, centro y sur del país se han evidenciado diferentes legados de pueblos precolombinos los que, a través de hallazgos y estudios posteriores, reconocen la riqueza patrimonial y el valor identitario de los indígenas que allí habitaron.

Se trata de un objeto/libro experiencial con contenido. El caso de los indígenas del norte chico, ha sido abordado por el académico e investigador Patricio Cerda Carrillo, en el libro “Patrimonio cultural indígena: norte semiárido”. En el texto, se reconoce el valor histórico y antropológico de los grupos étnicos indígenas comprendidos entre el Valle del Huasco, por el norte y el Valle del Choapa, por el sur.

La investigación narra y describe las características de los habitantes de antaño en una zona que ofrece una diversidad de recursos naturales, flora y fauna. Valles fértiles, cordillera, estepas y un litoral extenso es el contexto geográfico en el que se manifestó la presencia de cazadores paleoindios (12.000 – 8.000 A.C); y más tarde, el asentamiento de la cultura molle (150 A.C – 800 D.C); ánimas (800 D.C – 1200 D.C) y finalmente, diaguita (1.200 D.C – 1536 D.C). Este proceso evolutivo experimentó, además, un gran impacto con la llegada de los españoles en 1536. Desde ese momento, el proceso de occidentalización generó consecuencias y cambios profundos en el orden demográfico y social existente hasta entonces.

“De la interacción entre las comunidades y su medio ambiente emerge la historia y memoria de los pueblos que, con el paso del tiempo son posibles de identificar en la materialidad de sus monumentos, así como de las expresiones de tradición criolla y la diversidad de mitos y leyendas que cubren el territorio regional y nacional (…) el patrimonio cultural de la nación chilena emerge del encuentro de tres poblaciones y culturas de diferente origen étnico: amerindios, españoles y africanos (…) y es posible afirmar que la herencia indígena es parte constitutiva del patrimonio nuestro, en una doble perspectiva” (p.18).

En base a esto, se determina la participación de los indígenas en la mezcla biológica de la población y en segundo término, como producto de la interacción de diversas culturas fundadoras que originan la cultura mestiza. El patrimonio cultural indígena, entonces, ha estado inserto desde los primeros asentamientos humanos en el continente y su legado se mantiene hasta nuestros días, siendo los propios indígenas protagonistas de la historia y parte fundamental de esta riqueza patrimonial y de identidad.

En ese sentido, Cerda Carrillo cita al arqueólogo Lautaro Núñez “Chile ha estado habitado por el ser humano durante varios miles de años… a los primeros habitantes les debemos el descubrimiento de estas tierras, el nombre dado a los animales, plantas, cerros, ríos y paisajes. Quienes llegaron desde Europa encontraron el territorio domesticado, nombrado y ordenado” (p.25). Esto se ha hecho evidente en los restos arqueológicos y paleontológicos descubiertos especialmente en la zona de Atacama y Coquimbo.

El libro profundiza en los pueblos del norte semiárido, entre ellos la cultura de las ánimas, los molles y los diaguitas, quienes han desarrollado sus propias costumbres y evidencian un legado propio que persiste hasta nuestros días. Esto, no sin antes explicar que las primeras migraciones se producen en la dirección norte-sur y desde las tierras altas hacia el litoral, en concordancia con el desplazamiento de los animales. Familias organizadas en bandas nómades que exploran el territorio, conviven con los mamíferos de la época, evidenciando el uso de herramientas para la caza, recolección de frutos y semillas.

Son estos paleoindios la base cultural más antigua de la diversidad ética y cultural. A través del intercambio de productos entre los distintos grupos y personas, comienzan a conformarse redes que facilitarán los desplazamientos y cooperaciones mutuas, destacando el progreso de los primeros cultivos agrícolas. La transición progresiva de un modo de vida arcaico a una vida sedentaria, tuvo su base en la agricultura y, en torno a ella, la actividad ganadera y alfarera, lo que cambió notablemente el nivel de desarrollo y productividad de los pueblos indígenas.

De esta forma, los primeros asentamientos de los molles, organizados socio-políticamente en tribus, se llevaron a cabo en los valles medios y altos de los ríos Copiapó, Huasco, Elqui y Limarí. De estos grupos agro-alfareros, sobresale la cerámica como máximo indicador de identidad cultural. La cerámica molle se distinguió por el predominio de la altura en la confección de piezas, su simetría, bases planas y finas terminaciones.

Hacia el año 800 D.C el complejo cultural las ánimas, que agrupó a pastores, agricultores y pescadores, sucedió a los molles. Aunque se desconoce la relación de continuidad entre ambas culturas, se sabe que las ánimas se asentaron en la bahía de Coquimbo y tuvieron una estrecha relación con el mar, algo que no sucedió con sus predecesores. Dentro de su legado patrimonial, la cultura de las ánimas innovó en el uso y obtención del negro en los utensilios cerámicos. El diseño, el uso del color y las formas, sin duda marcaron una gran transformación en la cerámica utilizada por las diversas culturas indígenas reseñadas en el libro. En otras palabras, hay evidencia que validaría la hipótesis que la cerámica de las ánimas sería la base para los soportes utilizados por los diaguitas en sus inicios.

La cultura diaguita precede la llegada de los incas y los españoles al territorio en 1536. Socio-políticamente estuvieron organizados en aldeas conducidas por los caciques. Lo que más distinguió a este pueblo precolombino, fue su gran desarrollo en la alfarería. Su complejidad simbólica, la diversidad de técnicas pictóricas, los diseños de sus utensilios y la invención del jarro-pato les convirtieron en el pueblo indígena más avanzado en técnicas alfareras de todo el territorio nacional.

Ya hacia 1541, se comenzaron a notar los primeros impactos del período de la conquista, según explica el autor: “se puede afirmar que la época de la conquista es un período de formación fractal, por el quiebre del tejido cultural indígena y la transición histórica al proceso de occidentalización de la sociedad colonial” (p. 110). Un proceso que se mantendrá hasta el período de la colonia y que sólo en 1819, con el decreto impulsado por Bernardo O’Higgins, tendrá como hito la consagración de la libertad e igualdad de los indígenas.

Patricio Cerda Carrillo, sintetiza el resultado de una investigación teórica y documental profunda, que busca relevar nuestros antepasados y pone en valor sus costumbres, su legado y los procesos evolutivos que han contribuido a la conformación de la cultura mestiza y la identidad del Chile de hoy. Es un recorrido desde la llegada del ser humano a estas tierras y cuya evidencia empírica, permiten conocer el pasado autóctono del norte semiárido de Chile. Un texto bien redactado, de lenguaje cercano y con muchas ilustraciones y fotografías que facilitan la comprensión de cada uno de sus capítulos. Recomendado para profesores, estudiantes, investigadores y todos quienes deseen conocer parte de nuestra esencia e identidad.

 

 

Maritza Blanco Vidal.[1]Periodista, investigadora y docente. Máster en Dirección de Comunicación Empresarial e Institucional, U. Autónoma de Barcelona, Diplomado en Gestión y Participación Social. Encargada regional … Continue reading

References
1 Periodista, investigadora y docente. Máster en Dirección de Comunicación Empresarial e Institucional, U. Autónoma de Barcelona, Diplomado en Gestión y Participación Social. Encargada regional de comunicaciones, Consejo Nacional de la Cultura, Región de Coquimbo.