Horizontes para la contemplación – Michael Jones

¿Estará atravesando una crisis de identidad cultural Valparaíso?

Cultura es el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etcétera. Lo que de Valparaíso hay es su geografía, sus edificios, sus casas, sus habitantes, pero un conflicto que ya se asomó es la doble personalidad que quiere tener, o peor, que se le quiere dar.

Después de 450 años de crecimiento natural según lo que sus habitantes quisieron, aparece el factor ocio e inversionista del afuerino que lo toma momentáneamente como su lugar de entretención, creando guetos determinados en lugares específicos, a lo que llaman Valparaíso.

Pero Valparaíso es mucho más que eso, como obviamente todos sabemos. Es el diario caminar por escalas escondidas, a la vista solamente de sus cotidianos, ascensores que trepan rieles en busca de alturas, casas que se caen de las laderas con terremotos, aguaceros o simplemente por roturas de cañerías o un bus que se les viene encima. Ventanas que se asoman con telas al sol y viento, volantines que juegan en sus quebradas, y de vez en cuando una mula transportando su carga. Los cerros dispersando a los habitantes que se reúnen en el plan.
Este es el Valparaíso al que continuamente quieren despojar del Congreso Nacional o del Centro Nacional de la Cultura, para volver a centralizarlos en una capital que hace rato dijo ya no más.

El ser artista en esta región es una situación a medias también; pocas son las galerías que se dedican a la comercialización de arte, ¿serán dos, tres? La obra debe emigrar, sí, de nuevo a la capital, donde obviamente existe una población que dentro de su afluencia económica puede tener para sí lo que en un momento el creador imaginó.

Valparaíso y la región sí ofrecen la calma y los horizontes para la contemplación, necesaria para meditar lo que como artista se quiere hacer. La cuenca del Gran Valparaíso da una amplitud a la mirada prácticamente desde cada rincón, los cerros que rodean la extensa bahía permiten ese soñar que está en una solitud especial. Cada salida de sol, o cada luna vista desde el poniente de Valparaíso, dan esa maravillosa sensación de creación a medida que la cordillera se recorta, hasta que su brillo se refleja sobre el mar. El momento de su ocultamiento detrás del inmenso mar da una pasividad que es ajena a nadie. Pero como todo, debemos estar abiertos a estas posibilidades, a esta posibilidad que requiere capacitarnos para apagar el bullicio mental interminable que domina nuestro quehacer, y que generalmente suplimos con una permanente distracción para olvidar el yo interno que busca silencio.

Hacer arte en regiones ha sido siempre un desafío en Chile, sabemos que tarde o temprano sucumbiremos a los mercaderes de la capital si nuestro fin es obtener ingresos de nuestra pasión. Estos ingresos, además, estarán a merced de un mercado que pedirá ciertas características de la obra para que sea evidente su autor o autora, y mientras más ambicioso en términos económicos se ponga el artista, más entrampado estará en serializar su creación dejando menos posibilidades a experimentar con otras miradas, técnicas o innovaciones.

Pero estar fuera de la capital y, ciertamente, con un sustento o un ganarse la vida paralelo permite hacer una obra menos comprometida con el comprador, y más con una creación desde el alma.

Educarse en arte en la Región de Valparaíso no es problema. Universidades, institutos y academias tienen ganadas sus posiciones en distintas medidas, entregando conocimientos de primer nivel a través de destacados artistas, profesionales e investigadores. De aquí han partido jóvenes que se desempeñan a lo largo del país en distintas posiciones laborales ligadas a las materias de su estudio, creando una sapiencia más allá de lo regional.

El Museo de Bellas Artes al cuidado del municipio porteño ha pasado décadas de abandono con anuncios periódicos de su recuperación, lo que deja en una orfandad el patrimonio de las artes visuales de grandes maestros de siglos pasados; ha sido un camino difícil y postergado en un puerto considerado Patrimonio de la Humanidad. Lo mismo ha sucedido con los principales teatros municipales regionales, uno recuperado y otro en espera.

Sin embargo, hay una constante motivación mediante concursos para jóvenes y consagrados, que se traducen en interesantes exposiciones en centros de extensiones universitarios y a veces municipales. Además, cada año el órgano oficial de gobierno en cuanto a cultura promueve unas semanas de un quehacer que llena de creación distintos espacios de la ciudad de Valparaíso, así como también se empiezan a promover eventos de recurrencia anual desde organizaciones particulares, que apuestan a una permanencia en el tiempo con la ayuda del sector privado y concursando para fondos que los ayuden en su labor en cuanto a la difusión de sus intereses. Entusiasma la creación joven en los cortometrajes que se presentan en dos buenos festivales de cine cada año.

Dignas son las propuestas del interior de la región, con importantes concursos musicales y literarios, producto de una buena gestión cultural que incentiva la creación entre los más alejados de la metrópoli.

Los carnavales culturales trajeron a la ciudad una efervescencia que no se había visto en años, gente por doquier deambulando de una actividad a otra, todo el día un bullicio de música, teatro, danza, poesía, además del silencio de la escultura, fotografía y pintura. Ahora transformados o re-nombrados, buscan cautivarnos con un quehacer un poco más reposado. Controvertida como toda actividad humana que se repiensa, esta iniciativa marcó una etapa por el gentío que reunió.

La actividad cultural es siempre tomada como secundaria al hacer económico, su posición será acaso de apoyo al ocio que se genera cuando la sociedad se pone afluente; ser sensible a estas manifestaciones supone una condición especial que diferencia por lo general al que la ejerce, y en cierta medida a los que simpatizan con ella. Los valores más perseguidos siempre han sido aquellos que dan poder, ese poder que hace que el ego se extreme en logros no siempre deseables, y es aquí precisamente que el hacer arte –esa manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros– y crear cultura trae el beneficio del equilibrio que toda sociedad busca y que acrecienta cada vez más un incentivo para invertir en ella.

Valparaíso, innegablemente, es un polo atrayente para la creación, su conformación geográfica da una amplitud cuyo horizonte induce a una contemplación que satisface a quien la busca.

 

 

Michael Jones.[1]Fotógrafo. Académico Universidad de Playa Ancha.

References
1 Fotógrafo. Académico Universidad de Playa Ancha.