Presentación – Consuelo Valdés

Cuando ya la primavera se avecina con sus brotes luminosos, un destello de alegría nos ha inundado. En mi persona se ha reconocido, por primera vez, que la cultura tradicional puede aspirar a la dignidad de un Premio Nacional de Arte.

 

Margot Loyola, al recibir el Premio Nacional de Artes Mención Música (1994).

Uno de los principios fundamentales que guía al Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio es el reconocimiento de los creadores, artistas y cultores nacionales, así como la valoración del rol social que ellos y ellas cumplen en el desarrollo cultural de Chile.

Como parte de los esfuerzos encaminados a lograrlo, nuestra institución conmemora año a año a creadores nacionales que durante su vida realizaron aportes trascendentales a la cultura, las artes y el patrimonio de nuestro país. Este 2018 y 2019 nos corresponde el honor de celebrar a dos grandes figuras de nuestra historia: Nemesio Antúnez y Margot Loyola. ¿Cuál es el objetivo? Precisamente, reconocer el aporte de cada uno de ellos en el devenir artístico y cultural chileno y dar a conocer a la ciudadanía la importancia de sus obras y legados.

En el marco de esta celebración —la que contempla una serie de actividades en todo el país—, la revista Observatorio Cultural del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, dedica la presente edición a la vida y obra de Margot Loyola. La idea es generar una instancia de reflexión entre diversos autores e intelectuales sobre lo que significa su figura para la cultura contemporánea y también abordar cómo su obra se reconfigura en las generaciones actuales.

Sin ninguna duda, el estudio de la cultura tradicional, folclórica y popular, es fundamental para el conocimiento y difusión de nuestra identidad y patrimonio. Por decirlo de alguna manera, es una forma de comprender lo que fuimos, lo que somos y lo que posiblemente seremos. Margot Loyola dedicó su vida completa a este propósito: el rescate y difusión del folclor y de lo que compone íntimamente nuestra cultura nacional. En más de ochenta años de trayectoria contribuyó, mediante la creación, la investigación y la enseñanza, a rescatar y transmitir parte esencial del patrimonio cultural de nuestro país.

La carrera de Margot tuvo múltiples e importantes facetas. Se inició en los años 30 con Las Hermanas Loyola, cuando subieron a su primer escenario para cantar en el teatro de Curacaví y, también, cuando ganaron su primer concurso en la Radio Pacífico. Lo más probable es que en ese momento nadie sospechara que estaba presenciando los inicios de una de las figuras más importantes del mundo del folclor y de la cultura tradicional de nuestra historia.

Durante su trayectoria también nos mostró sus dotes como maestra, primero en la Universidad de Chile y después en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Su estatura como docente queda demostrada con el nacimiento, bajo su alero, de conjuntos como Cuncumén y Millaray, y de los ballets folclóricos Loncurahue y Aucamán, precedente de nuestro actual Bafona. A Margot le debemos también discos imprescindibles, en los que supo transmitir a las nuevas generaciones el amor por lo nuestro. Impulsó la carrera de otros grandes maestras y maestros como Violeta Parra, Vicente Bianchi, Víctor Jara y Luis Advis, quien pidió a Margot ritmos y música para componer su disco Canciones del 900, según su misma confesión, el mejor disco que hizo en su vida.

Pero su trabajo no se quedó ahí. Mientras hacía todo esto, se lanzó a los caminos para rescatar el canto campesino chileno, labor que la llevó a las localidades más profundas del Valle Central de Chile. Gracias a esos viajes, Margot comprendió el sentir y las dinámicas más íntimas de los creadores y cantoras anónimas de nuestro país, lo que siguió estimulando su curiosidad y su propia creación.

No es aventurado decir que Margot salió en busca del alma de Chile. Descifró y entendió los mensajes de la sabiduría popular y originaria, ejercicio solo posible de lograr a través del recorrido que realizó por la geografía humana y espiritual del territorio chileno. Es difícil imaginar cuántas canciones y cantautores hubieran muerto en el anonimato si no hubiera sido por sus viajes a lo profundo del Chile rural. De esas incursiones también le debemos el rescate de danzas, ritmos, melodías y tradiciones de pueblos originarios que creíamos extintas, desde el altiplano nortino a Rapa Nui, desde Chiloé al Valle Central. Margot amaba a Chile con un sentimiento profundo y verdadero.

Fue maestra de tantas generaciones a las cuales iluminó con su forma única de entender nuestra cultura, con un interés y una ética en la transmisión de los conocimientos que son prueba de un compromiso irrestricto y desinteresado con la identidad del Chile profundo del siglo XX.

Cuando revisamos su trayectoria y celebramos 100 años de su nacimiento, no nos queda más que agradecer este legado invaluable que nos dejó. Estoy completamente segura de que sabremos mantener muy viva y vigente su figura y, especialmente, su trabajo, lleno de amor por Chile. Una obra que, sin duda, estará siempre en nuestra memoria e historia.

Los invito a todos y todas a disfrutar de este número especial de la revista Observatorio Cultural, dedicada a quién entendió y definió como pocos el valor de nuestra cultura, patrimonio e identidad nacional.

 

Consuelo Valdés Chadwick.
Ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio