Casos de participación cultural – Sexo como variable y género como telón de fondo

Aun siendo un ámbito recurrente de estudio,[1]La ENPC 2017 no consideró preguntas asociadas a la identidad de género de la persona en su cuestionario, como tampoco alguna referida a la orientación sexual, como si lo han comenzado a hacer … Continue reading existe conciencia respecto a las limitaciones de la variable sexo en la interpretación de fenómenos sociales; no logra expresar la construcción cultural que resulta determinante como elemento configurativo de la identidad de una persona, el género (Butler, 2018).

En breve, esta distinción podría sintetizarse en que el sexo “refiere a la diferencia biológica entre las personas (hombre/mujer), mientras que la noción de ´género´ (femenino/masculino) indica la construcción social de roles, actitudes, preferencias, entre otros elementos, sobre hombres y mujeres, respectivamente” (INE, 2019a, p. 8). El abordaje de la participación cultural desde una perspectiva de identidad de género es una relativa novedad, y eso explica que la evidencia disponible todavía se concentre en la noción de sexo, aun cuando la mirada de género si esté presente o esbozada en dichas investigaciones.

El sexo de la persona es un factor interviniente tanto en la frecuencia e intensidad de la participación cultural, como en la forma en que ésta se despliega. Es así como hay estudios que concluyen que en general las mujeres participan en más prácticas culturales que los hombres (Batabunde, Jones y Millward, 2011), y que, además, se trata de un fenómeno particularmente acentuado en lo que refiere a las prácticas observacionales (Creative Scotland, 2014). A su vez, las mujeres que son madres o figuras maternas ejercerían una influencia decisiva en la transmisión intergeneracional del gusto por las prácticas culturales a los niños y niñas (Silva, 2005; Van Hek y Kraaykamp, 2014; Willekens y Lievens, 2016), asunto que no se comprueba al momento de evaluar la influencia de los hombres como padres en esta misma materia (Willekens y Lievens, 2014; Smyth, 2016).

Estudios como el de Lehman y Dumais (2017) aportan al señalar que las mujeres participan comparativamente más que los hombres en clases y talleres artísticos durante la niñez y que los patrones de comportamiento adulto de ellas se concentran en aquellas prácticas que han sido categorizadas como de “alta cultura”. Para estos autores, la explicación de este fenómeno lo ofrece la perspectiva de género, que atribuye estas diferencias a la construcción de estereotipos de lo “masculino” y lo “femenino” como categorías de referencia asociadas al sexo biológico en las escuelas, y que serían determinantes en que las niñas sean familiarizadas en mayor medida con las prácticas culturales en general y también con una clase especifica de ellas.

Aunque algunas investigaciones señalan que estas construcciones deberían tender a disminuir con el tiempo, debido a la progresiva igualación de participación de hombres y mujeres en la vida pública (Christin, 2012), existen distintas evidencias que aun dan cuenta de lo contrario. Desde una perspectiva social, y aunque la mayor disponibilidad de tiempo libre derivada de menores jornadas laborales sea un factor a considerar por quienes sostienen esa tesis, un análisis de este tipo no parece considerar la magnitud del trabajo no remunerado como parte de las tareas corrientes que suelen desarrollarse por mujeres, a lo menos en sociedades como la chilena (INE, 2016a).

En este sentido, se vuelve relevante lo planteado por Lagaert y Roose (2018), quienes, a partir de un estudio comparado sobre las prácticas de participación cultural en países miembros de la Unión Europea, concluyen que una mayor igualdad en la distribución equitativa de labores de cuidados familiares implica mayores niveles de participación para ambos sexos, especialmente en aquellas actividades de “alta cultura” que están más asociadas a un estereotipo de participación femenino.

Más allá, Katz-Gerro y Sullivan (2010) argumentan que el involucramiento de los hombres en labores de cuidado genera un cambio cultural en los roles y estereotipos de género que se traducen en todas las esferas de la vida, incluida la participación cultural. Resulta bastante claro; el análisis del fenómeno de la participación cultural bajo una mirada de género es indisociable de los entornos culturales en los que las personas recrean sus vidas se expresan en aspectos como la distribución de roles en el hogar y el uso del tiempo en actividades domésticas y de cuidado, así como en los ya mencionados estereotipos de género.

¿Participan más las mujeres que los hombres y lo hacen preferentemente en actividades de “alta cultura”? Observando algunas evidencias provenientes de instrumentos internacionales, los resultados de la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España (2018-2019) indican la existencia de un perfil de género donde las mujeres se caracterizan por una mayor afición a la escritura y la lectura —salvo para los casos de la lectura profesional y la prensa— actividades a las que son más asiduos los hombres. Del mismo modo, actividades que pueden asociarse a un perfil femenino a partir de estos resultados son la asistencia presencial a espectáculos de artes escénicas, bibliotecas, museos, exposiciones y galerías de arte, así como pintar y dibujar. Por su parte, los hombres muestran mayores proporciones de asistencia a monumentos y yacimientos arqueológicos, a las salas de cine y a conciertos, así como tocar instrumentos musicales, hacer fotografías o videos (MCD, 2019).

En España y el Reino Unido el factor de género marca diferencias significativas en la lectura y el consumo de medios, lo que no sucede para las prácticas asociadas a las artes visuales y la música (Bennett et al., 2008). Los resultados de la encuesta realizada en Inglaterra entre los años 2018 y 2019 permiten identificar en forma consistente, y para el conjunto de prácticas estudiadas, un patrón de participación cultural mayor en mujeres que en hombres (DCMS, 2019), evidencias que se replicarían en el caso de la ciudad de Chicago, Estados Unidos (Allen et al., 2013). Por su parte, un estudio realizado en Australia durante 2017 señala que la valoración social del aporte de las artes a la vida social es mayor entre las mujeres que los hombres, pese a que no se reportan brechas de participación cultural entre ambos sexos (Australia Council for the Arts, 2020). Por último, las niñas en Irlanda tienen mayores probabilidades de dibujar o de pintar que los niños, independientemente de su origen socioeconómico (Smyth, 2016).

En el contexto latinoamericano, existen estudios que arrojan conclusiones similares a las mencionadas. La Encuesta Nacional de Consumos Culturales de Argentina (ENCC) da cuenta de asimetrías en la participación cultural de la población de ese país según sexo en prácticas como la lectura de revistas, la asistencia al cine y al teatro, donde el consumo asociado a mujeres es mayor al de los hombres. Por el contrario, los hombres juegan significativamente más videojuegos que las mujeres y también leen más que ellas, lo que daría cuenta de un perfil de género asociado a las distintas prácticas consideradas (Ministerio de Cultura, 2018).

Ese mismo estudio indica que el análisis de formatos o estilos de una práctica cultural se vuelve relevante cuando se considera el género como un factor explicativo o interviniente en la participación cultural de una persona. La escucha de programas de radio no es una práctica asociada a hombres o mujeres en especial, pero el tipo de escucha si puede asociarse a un patrón de género; los hombres escuchan significativamente más programas deportivos que las mujeres, mientras estas últimas escuchan más programas misceláneos. En esa misma línea, Welschinger (2014) identifica una relación entre el género musical escuchado y la construcción de la identidad de lo femenino en Argentina.

¿Es el sexo un factor que explica la participación cultural por sobre otros? Estudios como el de Katz-Gerro y Sullivan (2010) afirman que las variables de capital cultural y estrato40 son más explicativas que el sexo en los niveles de participación cultural. Sin embargo, al momento de analizar los resultados al interior de grupos de igual estrato o capital cultural según sexo, estos autores dan cuenta de que son los hombres los que presentan una participación más intensa. En otras palabras, allí cuando las condiciones de capital económico y cultural son más equitativas, los hombres podrían participar más que las mujeres.

En términos generales, los resultados que la ENPC 2017 arroja para Chile parecen ser consistentes con estos antecedentes. En principio, las mujeres residentes en zonas urbanas de Chile participan algo más que los hombres en prácticas observacionales, manteniendo las variables asociadas a estrato y a capital cultural bajo control o incorporándolas en los modelos. Visto así, las mujeres participan más en todas las prácticas estudiadas, con independencia de su estrato socioeconómico. De hecho, el análisis de los modelos da cuenta de que este efecto es estadísticamente significativo y algo mayor al que se visualizaba con la mera descripción de los datos (ver Capítulo 4).

Teniendo en cuenta que la literatura existente tiende a poner el acento en las barreras que dificultan la participación de las mujeres en actividades culturales en el espacio público, como las que refieren a la seguridad personal (Kanes, 2019), la constatación de que éstas participen más es un hallazgo importante. De hecho, la participación cultural de las mujeres sugiere que esta podría ser aún mayor de no mediar barreras objetivas que lo impiden, como el tener comparativamente menores ingresos que los hombres (MDS, 2018a).

Desde una perspectiva opuesta, las menores asimetrías entre ambos sexos que exhibe la modalidad de participación ambiental podrían explicarse a partir de que los hombres tendrían una menor costumbre de asistir voluntariamente a instancias relacionadas a prácticas culturales, pero se involucran en ellas de igual forma que las mujeres cuando estas suceden en forma “casual” en el contexto de sus vidas cotidianas.

Dicho eso, es relevante destacar que las mujeres residentes en Chile tienen prácticamente los mismos años de escolaridad que los hombres (MDS, 2018b) y aun así participan más en prácticas culturales. Es en este punto donde adquiere mayor sentido la diferenciación de gustos y la transmisión intergeneracional de capital cultural con un sesgo de género, lo que podría explicar que las mujeres sean más asiduas a la participación deliberada y voluntaria en prácticas culturales como señala la ENPC 2017.

Pese a lo anterior, los resultados de esta encuesta permiten establecer un cierto perfil de participación cultural según sexo atribuible a la construcción de estereotipos a la que se hacía mención anteriormente. Así, y aun cuando en la mayoría de las prácticas bajo estudio no se evidencian diferencias significativas entre hombres y mujeres, se aprecia que la lectura y la compra de objetos de artesanía son prácticas mayoritariamente realizadas por mujeres, mientras que el visionado de contenidos audiovisuales, uso de videojuegos y las prácticas inventivas e interpretativas de música, son características de la participación masculina.

Brechas de género: algunos ejemplos recientes fundados en la evidencia
Los resultados de la ENPC 2017 muestran diferencias relevantes en los patrones de participación cultural entre hombres y mujeres.

El Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio —y antes el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA)— mediante diversos estudios ha investigado las brechas de género en los sectores que componen el campo cultural. Los hallazgos obtenidos son importantes, especialmente si se considera que la dimensión inventiva e interpretativa ha sido destacada por el marco conceptual de referencia de la ENPC 2017 como una de las modalidades de participación cultural.

Así, el “Estudio de mujeres artistas en la macroárea artes de la visualidad: brechas, barreras e inequidades de género en el campo artístico chileno” (2019), identifica que, si bien no existen brechas entre hombres y mujeres en la postulación a fondos públicos, es posible observar estereotipos de género respecto a las características de cada una de las líneas de financiamiento en que postulan personas de ambos sexos. De esta forma, las mujeres predominan en la postulación a líneas asociadas a la organización de festivales y de gestión, tradicionalmente feminizadas, mientras a las líneas de fotografía postulan más hombres.

Dicho estudio también da cuenta de las diferencias, nuevamente perjudiciales para las mujeres en lo referido a su participación en los principales espacios de exhibición y comercialización del circuito de las artes de la visualidad en Chile, donde se estima que las mujeres no sobrepasan el 35,3% en presencia, y también en cuanto a la remuneración que estas reciben por su trabajo, 156.295 pesos menos que los hombres.

Por su parte, la investigación “Mujeres artistas en el campo de la música: barreras y brechas de género en el sector artístico chileno” (2019) identifica tendencias interesantes de mencionar referidas al consumo de música en Chile. A modo de ejemplo, del total de las descargas de música pagas que se realizan a través de PortalDisc, solo un 19,2% corresponde a una artista mujer o a una banda compuesta solo por mujeres, mientras el 57,2% pertenece a un hombre o un conjunto compuesto solo por ellos.

References
1 La ENPC 2017 no consideró preguntas asociadas a la identidad de género de la persona en su cuestionario, como tampoco alguna referida a la orientación sexual, como si lo han comenzado a hacer otros instrumentos públicos. Por ejemplo, la Encuesta CASEN, a partir del 2015 consulta por orientación sexual y no por identidad de género. De acuerdo con esta encuesta, un 2,4% de la población declara alguna orientación distinta de la heterosexual (MDS, 2020a).