Cachureo, apuntes sobre Nicanor Parra
Guillermo Cahn, 1977
Disponible en: http://vimeo.com/46318570
En 1977, en plena dictadura, Jaime Vadell y José Manuel Salcedo montaban con la compañía de Teatro La Feria Hojas de Parra en una carpa en Providencia. Éxito de público, hasta que una noche, la carpa es incendiada. La amenaza no amilanó a Parra, a los pocos días aparece para dar respuesta con pasajes de su Cristo de Elqui en un acto cultural en una época donde cualquier reunión era ilegal. A la cita llegaron varios, figuraban ahí Enrique Lihn y Raúl Zurita; estaba también, cámara en mano, Guillermo Cahn, para grabar el acontecimiento. Este podría haber sido un registro más, como los muchos que andan dando vueltas por ahí, pero a partir de ese gesto, nace un documental que no quiere ser documento; surge un registro que juega con la palabra, que mezcla la poesía con la entrevista seria y que muestra a Parra divirtiéndose. Es un registro, pero es también un testimonio. Esa es su importancia.
Cachureo, apuntes sobre Nicanor Parra es para muchos una cinta de culto, primero porque fue filmada en dictadura; segundo, porque Guillermo Cahn, su director, había salido recién de la cárcel; y tercero, porque Parra aparece en ella hablando de su poesía y sus motivaciones. Pero la devoción tiene cara de hereje y el culto solo se puede dar en retrospectiva. Hoy, cuando Nicanor Parra cumple cien años y se desempolvan intentos como los de Cahn, vale la pena mirar el pasado como si fuera presente y pensar en Cachureo no como un objeto de museo, sino como el resultado de una intuición.
Quizás ahora, varios años después, vemos Cachureo y podemos dar cuenta de su rareza. Nicanor Parra no es amigo de las cámaras. Muchos documentalistas han seguido por años al poeta y este ha sabido esquivarlos. Sin embargo acá, Parra explica, habla y posa. Mira a la cámara y se deja grabar. La cinta parece ambigua en sus intenciones y quizás por ello es que con más de 30 años a cuestas, se parece mucho a los artefactos parrianos que no pasan de moda. La destreza de Cahn fue la de filmar a Parra desde una orilla y sugerir en vez de pontificar para crear poéticamente un universo paralelo al poeta.
La cinta arranca con un funeral, pero desde el final, sacando el cajón del nicho, el velorio y el muerto. Cambia el orden de los factores. Parra recita. Cahn parte desde el fin y desde ahí podemos intuir que Cachureos es también una apuesta que prefiere el collage. Cahn mezcla escenificaciones de sus poemas, vemos a Parra en bicicleta, emulando la voz gangosa de un cura en misa de domingo y hablando en serio sobre el nacimiento de la antipoesía; sin orden fijo, Cahn arma un golpe de efecto, como si quisiera burlar la censura.
En una de las secuencias Parra dice “Soy exclusivamente lo que está dicho en los poemas”. Cachureo bebe de esa frase para armar su estructura: no hay narrador, no hay entrevistas a terceros, no hay testimonios. Escenas sueltas montadas con libertad, en una época donde la libertad era un bien escaso. Quizás por eso Cachureo resulta un intenso homenaje a Parra, pero también a los cineastas que como Cahn, confiaban con fe ciega en el poder de las imágenes como registro y como creación.