Malón. La Rebelión del Movimiento Mapuche 1990-2013
Fernando Pairican Padilla
Editorial Pehuén, 2014, 420 páginas
El primer libro del historiador Fernando Pairican, retrata el desarrollo histórico del movimiento mapuche durante los últimos 25 años, realizando un exhaustivo análisis de los acontecimientos que se van sucediendo desde el retorno a la democracia a partir del relato de dirigentes y militantes de la Coordinadora Arauco Malleco y de la información registrada en medios de comunicación locales y nacionales,[1]El Mercurio, La Tercera, El Austral, Punto Final y El Siglo. incluyendo en esta muestra algunos medios propios de las organizaciones que son parte de este movimiento.[2]Aukiñ, de Aukiñ Wallmapu Ngulam; Weftun de la Coordinadora Arauco Malleco; y Azintuwe, periódico mapuche.
El valor de los testimonios recabados en esta investigación permite al(la) lector(a) sumergirse y experimentar en muchos casos las emociones transmitidas por los protagonistas de esta obra, sin que por ello el texto se quede en el mero registro testimonial. Por el contrario, el material resulta lo suficientemente potente como registro de la historia subalterna que el autor investiga.
El historiador comienza su recorrido por el movimiento mapuche en el periodo de “La Ocupación”, título del primer capítulo del libro, situada hacia fines de 1860 y que retrata la expansión de la Republica de Chile sobre la vieja frontera representada por el río Bíobío; límite pactado con la colonia española hacia mediados del siglo XVII. Aquí se retrata lo desgarrador del proceso de ocupación del territorio, desde el punto de vista de la erradicación de los habitantes en reducciones, que implican no sólo la pérdida de tierras ancestrales y la riqueza asociada a ellas, sino que también la emergencia de la figura inferiorizada del “indio”, que actúa como dispositivo racista, originando la negación de lo mapuche durante varias generaciones.
En el siguiente capítulo, se describe de manera detallada cómo, hacia inicios del siglo XX, el empobrecimiento y la violencia física y simbólica vivida producto de la ocupación, despiertan las primeras bases organizativas levantadas en defensa del territorio, que si bien logran avances, vuelven a ser apagadas en la década de los 70, junto con las revocatorias de las expropiaciones ocurridas durante la Reforma Agraria.
Luego, en la dictadura militar, la instalación de las empresas forestales e hidroeléctricas simbolizan la instalación del neoliberalismo en los campos, escenario en el que transcurre la gestación de un nuevo ciclo del movimiento, caracterizado por la pobreza de sus habitantes y el enriquecimiento de las familias que controlan el negocio maderero. El autor retrata de manera cruda el hambre y la violencia vivida, especialmente en la escuela como principal institución socializadora, en este periodo. En este contexto surgen los Centros Culturales Mapuche (CCM), que retoman el proceso organizativo y la reconstrucción de un proyecto sociopolítico anclado en la reivindicación de la identidad cultural como eje articulador del discurso. Los CCM comienzan a ser el espacio de formación política de muchos(as) de los(as) futuros(as) dirigentes de la década de los 90.
La firma del Acuerdo de Nueva Imperial en 1989, se reseña en el tercer capítulo como el hito de inicio del nuevo ciclo del movimiento mapuche, firmado por el entonces candidato del pacto de la transición, Patricio Aylwin, donde se acuerda entre otros puntos, el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas, el envío de una nueva Ley Indígena, la creación de la Conadi y la ratificación del Convenio 169, que ese mismo año fue establecido por la OIT.
Siguiendo al autor, el prominente futuro marcado por el acuerdo firmado y el trabajo desarrollado por la diversidad de organizaciones presentes en el territorio, permiten generar en la década de los 90, condiciones claves para lo que él denomina la mapuchización, caracterizada por el rescate de elementos tradicionales de la cultura mapuche (la lengua, las rogativas, el palín, la vestimenta y el respeto a los Longos y Machis como figuras de autoridad) y por la apropiación de nuevos símbolos identitarios (como la Wenufoye, bandera creada por el Consejo de Todas las Tierras en 1992).
Ello cristaliza el surgimiento de una nueva subjetividad y discurso, que inserta los conceptos de autodeterminación y autonomía en el centro del proyecto político del movimiento.
Un punto de inflexión en este contexto de complejidad en que se desarrolla el periodo de transición, lo constituye la construcción en el territorio de Alto Biobío de la Centra Hidroeléctrica Ralco (1997), que pone de manifiesto la contradicción existente entre la promesa hecha respecto a la nueva relación que establecía el Estado con el pueblo mapuche, en el marco del retorno a la democracia, y la consolidación del modelo neoliberal con afectación directa sobre el territorio y la cultura mapuche.
En ese contexto, la quema de tres camiones de la Forestal Bosques Arauco en Lumaco, en diciembre del mismo año, se presentan como inicio de una nueva y altamente conflictiva relación entre el Estado y las comunidades organizadas; también inaugura la aplicación de la Ley Antiterrorista del Estado y el empleo de una serie de caricaturas que buscan deslegitimar la acción del movimiento en torno a la recuperación del territorio. La emergencia de la cuestión indígena en países como México, Ecuador y Bolivia, por un lado, y un crecimiento económico que no respeta el entorno ni las comunidades que lo habitan, por el otro lado, se presentan como las antípodas en que se desenvuelve la
relación Estado-movimiento mapuche hacia fines de los 90.
La Identidad Territorial Lafquenche en la costa y la Coordinadora Arauco Malleco en la Araucanía, se constituyen en los actores políticos principales, aunque no los únicos, de la rebelión que transcurre desde fines de los 90, concitando gran respaldo y legitimidad dentro del mundo mapuche rural y urbano. La CAM, se identifica en el libro como el motor de combustión que moviliza el proyecto de autodeterminación a través de la acción insurreccional como herramienta de recuperación territorial y autonomía hasta la primera mitad de la década del 2000. Mientras, en el mismo periodo, la Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato, entre otras de las estrategias políticas asumidas por el Gobierno de Ricardo Lagos para manejar el conflicto mapuche, reactiva la vía institucional de hacer política desde el movimiento.
Finalmente, en los últimos capítulos del libro, se describe la rudeza de la respuesta desarticuladora hacia el movimiento llevada a cabo por el Estado chileno a través de operaciones de inteligencia, represión policial y judicialización/ criminalización del conflicto, que termina golpeando a la CAM con el encarcelamiento de varios de sus dirigentes hacia mediados de la década del 2000; la segunda mitad de esta década, es referida en términos generales como el repliegue del movimiento radicalizado, dada la ausencia de un discurso que consiguiera capitalizar el respaldo y legitimidad construida durante los 15 años precedentes, y la reactivación al interior del movimiento de la vía política, conviviendo ambos discursos en la lucha actual por la autonomía y autodeterminación del pueblo mapuche.
Así, el libro de Fernando Pairican recorre los senderos del movimiento mapuche desde la perspectiva de la investigación comprometida, que lejos de cerrar preguntas abre un sinfín de reflexiones y que permite complementar de manera robusta lo que se ha escrito en este último cuarto de siglo como historia oficial acerca del conflicto mapuche.
María Graciela López.[3]Socióloga de la Universidad de Valparaíso. Profesional del Departamento de Pueblos Originarios, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
↑1 | El Mercurio, La Tercera, El Austral, Punto Final y El Siglo. |
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↑2 | Aukiñ, de Aukiñ Wallmapu Ngulam; Weftun de la Coordinadora Arauco Malleco; y Azintuwe, periódico mapuche. |
↑3 | Socióloga de la Universidad de Valparaíso. Profesional del Departamento de Pueblos Originarios, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. |