[…] existe un museo porque Violeta así lo hubiera querido. Un espacio abierto para la gente y que además se preocupa, de forma permanente, de la conservación de su obra y de la educación de sus públicos. Un espacio dinámico, en permanente vinculación con las comunidades, un museo en sintonía con los nuevos museos y con la obligación de ajustarse a los tiempos […]
El presente texto no pretende ser un panegírico de Violeta Parra. Tampoco busca construir una historia de su vida, como tantas que se han contado, sino más bien pretende responder a una pregunta que viene de la mirada del campo patrimonial y en especial desde la museología: ¿es un museo el mejor espacio para homenajear de manera permanente a Violeta Parra?
A lo largo de estas semanas, en que el Museo Violeta Parra ha tenido abiertas sus puertas al público, no han sido pocos quienes han afirmado que “con ello se salda una deuda histórica”, que es lo mínimo que se puede hacer por esta gran artista chilena que tantos sonidos, formas y colores aportó al imaginario nacional desde su rescate folclórico, ejercicio que hoy llamaríamos “puesta en valor del patrimonio intangible” del mundo tradicional campesino. Al respecto Violeta comentó: “Yo tomé a los cantores populares para dar a conocer su alma, su pensamiento, tal como los he conocido, tal como los he oído hablar”.[1]En Cantos folklóricos chilenos, en su primera edición, publicada por editorial Zig-zag. Allí se hace alusión a la entrevista que Mario Céspedes hiciera en la radio de la Universidad de … Continue reading
Canciones como Gracias a la vida o Volver a los diecisiete, son algunas de las obras musicales más conocidas y de mayor trascendencia nacional e internacional de Violeta Parra. Traducidas a un sinfín de idiomas, dan cuenta de su proyección universal y del profundo arraigo en el contexto local. Un trabajo que se nutre de lo esencial del Chile popular, haciendo de Violeta lo que su amigo, investigador y musicólogo Gastón Soublette llamó en una entrevista: “el alma nacional encarnada en una mujer”.
Esta mirada, que parece construir una visión arquetípica, siguiendo los análisis de Jung, o de Eliade,[2]En clara alusión al arquetipo heroico que Mircea Eliade analiza en su Mito del eterno retorno. y que antes que ellos, se vestiría con los decimonónicos ropajes heroicos del discurso de la construcción de la nación, como pasa con los próceres patrios, justificaría, desde ese enfoque y bajo las lógicas museológicas más clásicas, la existencia de un museo en honor a lo que vendría a ser una suerte de “madre de la patria”. ¿O alguien en Chile se cuestionaría la existencia de los “padres de la patria”, como un O’Higgins, un Carrera, un Rodríguez, o un Prat dentro de un museo? E inclusive ¿la existencia de un museo en su honor?[3]Aunque en estricto rigor hoy no exista museo alguno de ellos y con suerte se mantiene en pie la casa natal de Arturo Prat en Ninhue, pero esa es otra historia.
Pero ese es precisamente el punto en cuestión, no se trata de centrar la mirada desde un enfoque museológico tradicional, con la idea antigua de que un museo guarda objetos viejos y que es un espacio estático y conservador, pues el rol de los museos en la actualidad va más allá de una historicista defensa o exaltación de las virtudes patrióticas de tal o cual personaje a través de ciertos objetos.
No descartamos que estos atributos puedan hacerse presentes en la figura de Violeta, pero hoy, desde el punto de vista museológico, no es lo que verdaderamente importa. Atrás quedaron los guiños positivistas y hoy resaltan los múltiples discursos que de ellos se pueden desprender.
Es por esto que nos hacemos eco de las actuales definiciones en torno a la disciplina museológica y que tanta falta hacen como discusión profunda en nuestro país. Aquí compartimos la idea que “si bien la museología estudia en parte los procesos internos de los museos (investigación, documentación, registro y exhibición de objetos), sus alcances trascienden las paredes del museo, estudian el lugar y el papel de los museos en la sociedad, sus raíces políticas, sociales y económicas así como su posible rol en el mejoramiento de la sociedad en la que se enmarcan” (Navarro y Tsagaraki, 2010). En otras palabras, se trata de hacer entender que el Museo se pone a disposición del discurso de Violeta hacia el pueblo por medio de su obra y no la obra de Violeta para armar un museo. Lo que buscamos es el aporte social del museo más allá de sus paredes e inclusive más allá de su obra, pues insistimos que “la museología es una disciplina científica que estudia cierta relación entre los seres humanos y su medio, y conlleva la expresión, valorización y afirmación de varias formas de identidad. Por consiguiente, tiene una significación social amplia” (Maroevic, 1997). Ello se fundamenta, además, en la visión institucional que se ha propuesto el museo, que es: “proteger, difundir e investigar el legado artístico, social y cultural de Violeta Parra, así como sus proyecciones actuales y futuras”. Lo que significa precisamente el no restringirse a hacer una mera descripción de la artista o una presentación descriptiva de su trabajo.
Este no es un desafío menor, por el contrario, nos obliga a discernir e interpretar el anhelo de Violeta en el hoy. Su obra para todos, con su valor histórico, pero también y principalmente con su vigencia, es lo que nos ayuda a mantener viva y actual a Violeta, en sintonía con las distintas generaciones y a estas con su discurso popular, valiente, político y contingente. Asimismo, y más allá de los propios anhelos de la artista, su trabajo desborda identidad debido a que su fuente de inspiración es la raíz misma de la cultura popular chilena, que ella reinterpreta pero sin perder su esencia.
Violeta, o la Viola, como le llaman sus más cercanos, fue una explosión de creatividad en muchos más sentidos. Dueña de un talento innato, como pocos y pocas, danzó, cosió, bordó, recopiló, fue alfarera, escultora, pintora, cantante y compositora. También fue mujer, madre, esposa, hija y hermana, cuestión que podría parecernos poco relevante en la actualidad. Sin embargo, en su contexto (1917-1967), ser mujer, latinoamericana, de izquierda, pobre e independiente, dentro de una sociedad patriarcal, era una gran barrera a sortear, con todo ese poder creativo. Es allí donde se vuelven eco las palabras de Gabriela Mistral, quien dijera: “Hay una montaña de desprestigio y de ridículo en Chile echada sobre las mujeres que escribimos”.[4]Extracto de carta de Gabriela Mistral a Eugenio Labarca, citada en: Figueroa, Lorena; Silva, Keiko; Vargas, Patricia. (2000). Tierra, indio, mujer: pensamiento social de Gabriela Mistral. Santiago: … Continue reading Pero Violeta se las ingenió para enfrentar esa montaña, sorteándola valiente y tenazmente.
Este escueto y quizás poco generoso perfil de Violeta, ya es motivo suficiente para realizar un ejercicio de puesta en valor de su legado. Pues ella es en sí misma herencia o patrimonio cultural, que interpela a todos y cada uno con su mensaje, porque como recopiladora e intérprete de la identidad, es también el mensaje de todos.
Sin embargo, es necesario precisar que a lo largo de su intenso trabajo, Violeta estuvo a cargo del Departamento de Investigaciones Folklóricas de la Universidad de Concepción (1957), labor a partir de la cual ella funda, el 22 de enero de 1958, el Museo Nacional de Arte Folklórico, dependiente de la Universidad de Concepción.
En base a esta información, es posible inferir que Violeta veía en dicha institucionalidad una forma en la que su trabajo de recopilación y rescate podría preservarse y darse a conocer. ¿Una suerte de augurio o aviso de lo que ella pensaba para su propia obra? Sin embargo, los usuales problemas presupuestarios y de gestión, no ayudaron a que este museo se conservara por mucho tiempo, siendo disgregadas sus colecciones, desapareciendo rápidamente. Aun así, representa un esfuerzo mayúsculo que bien vale la pena tener en consideración para afirmar que un museo sería muy bien recibido por Violeta.
Asimismo, el ejercicio de exponer su obra es otro de los ingredientes que permiten apoyar la idea de lo funcional que resultaba la institución museo para Violeta.
En 1959, expuso sus óleos y arpilleras en la Primera feria al aire libre del Parque Forestal y hacia 1961 hizo lo propio en Argentina. Y si bien los contextos expositivos están fuera de lo que conocemos como museo, su mayor logro en este andar lo consigue cuando finalmente termina exponiendo sus trabajos en arpilleras, máscaras, óleos y esculturas en alambre en el Museo de Artes Decorativas establecido en el Palacio del Louvre en París.
Este hecho es interpretado por muchos como el momento cúlmine de Violeta en cuanto a la exhibición de su trabajo visual y que, sin duda, le valió un reconocimiento mayor como artista plástica fuera de Chile, el cual no ha sido igualado por artistas latinoamericanas.
Esto habla por sí mismo de la relación de Violeta con la institución museo. A ello podríamos agregar el sentido profundo de su trabajo, dedicado como dijera en Ginebra, a la gente, pues “son ellos los que me impulsan a hacer todas estas cosas” (Parra citada en Parra, 2013, p. 51). Si a ello agregamos las palabras que su hijo Ángel recordó en un matutino de Santiago donde su madre le habría indicado que: “todo lo que hago es para el pueblo de Chile. Que les quede bien clarito”, es que entonces Violeta pensó en que su obra debía hacerse presente en “una institución permanente, sin fines de lucro y al servicio de la sociedad y su desarrollo, que es accesible al público y acopia, conserva, investiga, difunde y expone el patrimonio material e inmaterial de los pueblos y su entorno para que sea estudiado y eduque y deleite al público” (Maceira Ochoa, 2008). Eso es precisamente lo que el Consejo Internacional de Museos (Icom) define como museo.
En otras palabras, existe un museo porque Violeta así lo hubiera querido. Un espacio abierto para la gente y que además se preocupa, de forma permanente, de la conservación de su obra y de la educación de sus públicos. Un espacio dinámico, en permanente vinculación con las comunidades, un museo en sintonía con los nuevos museos y con la obligación de ajustarse a los tiempos y donde “musealizar, constituiría la acción a través de la cual se construye patrimonio y este es exhibido desde la noción de resignificación y uso social del mismo. A diferencia de la museificación, proceso alienante donde el patrimonio y su exhibición representarían un proceso verticalista, impuesto desde fuera de la propia comunidad. Por ello para esa comunidad aquel patrimonio no representaría ningún sentido” (Alegría Licuime, 2007).
Un museo donde el patrimonio va más allá de sus valiosas colecciones, sino que está en la propia gente que ve retratada su identidad en las palabras, colores y puntadas de Violeta, por lo que sin lugar a dudas un museo es el mejor lugar para homenajear a Violeta.
Ficha Técnica
Referencias bibliográficas
Alegría Licuime, Luis. (2007). “A 35 años de la mesa de Santiago una doble ruptura museológica” en IX Seminario sobre patrimonio cultural. Museos en obra. Santiago: Dibam.
Maceira Ochoa, Luz. (2008). “Los museos: espacios para la educación de personas jóvenes y adultas” en Decisio, mayo-agosto. México: Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe (CREFAL).
Maroevic, I. (1997). “Museology as a discipline of Information Sciences” en Nordisk Museologi, 2, pp. 77-92.
Navarro, Óscar; Tsagaraki, Christina. (2010). “Museos en la crisis: una visión desde la museología crítica” en Revista de la Subdirección General de Museos Estatales, Nº. 5-6, 2009-2010, pp. 50-57. Disponible en: http://www.mecd.gob.es/cultura-mecd/dms/mecd/cultura-mecd/areas-cultura/museos/mc/mes/revista-n-5-6-2009-2010/dossiermonograf/Navarro_Tsagaraki.pdf
Parra, Violeta. (1965). Entrevista en Ginebra, Suiza, transcrita por Milena Rojas y recopilada en Parra, Violeta (2013). Recordando a Violeta Parra: CEPAL.
Leonardo Mellado González.[5]Director Ejecutivo del Museo Violeta Parra.
↑1 | En Cantos folklóricos chilenos, en su primera edición, publicada por editorial Zig-zag. Allí se hace alusión a la entrevista que Mario Céspedes hiciera en la radio de la Universidad de Concepción a Violeta Parra en 1960, en torno a su participación en la 6° Escuela internacional de verano. Más tarde fue incluida en Recordando a Violeta Parra, texto recopilatorio publicado en 2013 por la CEPAL e impreso en las Naciones Unidas. |
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↑2 | En clara alusión al arquetipo heroico que Mircea Eliade analiza en su Mito del eterno retorno. |
↑3 | Aunque en estricto rigor hoy no exista museo alguno de ellos y con suerte se mantiene en pie la casa natal de Arturo Prat en Ninhue, pero esa es otra historia. |
↑4 | Extracto de carta de Gabriela Mistral a Eugenio Labarca, citada en: Figueroa, Lorena; Silva, Keiko; Vargas, Patricia. (2000). Tierra, indio, mujer: pensamiento social de Gabriela Mistral. Santiago: LOM, UARCIS, Dibam (p. 117) y extraída de Mistral, Gabriela (s.f.). “Carta a Eugenio Labarca” en Ed. Ganderats, Luis, vol III, p. 28. |
↑5 | Director Ejecutivo del Museo Violeta Parra. |