Analizar los temas de artes, cultura y creatividad desde la óptica económica siempre ha generado una cuota de sospecha por parte de quienes participan en este sector, pues se trata de un conjunto de actividades que parecen, y de hecho son, inherentemente intangibles, que poseen valor en sí mismas, y para las cuales no existe un conjunto de precios que den cuenta de su escasez o costo. Cualquier intento de valoración y, más aún, la sola discusión respecto al valor económico en esta área es, por tanto, compleja.
Por eso vale la pena mencionar que, en sus fundamentos históricos, la economía como disciplina, se dedica a dar cuenta de dos grandes problemas: uno de asignación y otro de formación. Respecto al primero, trata de responder a las preguntas sobre la forma en que se determinan las cantidades de productos y servicios, y sus respectivos precios dentro de los mercados. Y el segundo, da cuenta de la forma en que una economía o sector emerge, crece y se transforma estructuralmente a través del tiempo.
En el ámbito de la cultura y sus actividades relacionadas —las artes, las industrias creativas y otras sobre las que volveremos a discutir en este comentario—, es relativamente más complejo dar cuenta de ambas preguntas en forma certera. Pero la economía ha sido bastante creativa en abordar estos temas, tanto desde el punto de vista conceptual como también empírico. De acuerdo a la información que se desprende del Informe Anual 2014, intentaremos ofrecer una mirada económica —evitando el economicismo— de dicho documento. El lector será quien evalúe el logro de este propósito.
Antes de seguir, una advertencia. El siguiente análisis no habría sido posible sin esta valiosa información sobre el quehacer público en la cultura y las artes. Más aún, la información que aquí se entrega es fundamental para afinar las actuales políticas públicas de promoción en el área y sobre todo, sentar una buena base para las nuevas que se diseñen. Contar con esta información de manera sistematizada y periódica tiene en sí mismo un gran valor.
Una discusión previa[1]Esta sección está basada en Benavente y Price (2011) y Benavente, Grazzi y Olivari (2016).
Analizar la temática de las artes y la cultura desde el prisma económico impone muchos desafíos. Ello pues, en primer lugar, la cultura tiene un valor intrínseco, por lo cual se hace muy difícil que un mecanismo de asignación vía precios dé cuenta de la escasez o interés que en ella puedan tener los integrantes de una sociedad determinada. Dentro de estos valores de tipo cultural podemos encontrar el estético, relacionado con la belleza y la armonía, y el valor espiritual, referido al contenido compartido por un grupo. De igual modo, incorpora el denominado valor social en tanto aporte a la comprensión social y de identidad, el valor histórico y también el valor simbólico, que almacenan y transfieren significados. En ninguno de esos casos un mecanismo de precios parece ser el indicado para dar cuenta de dichas valoraciones.
No obstante lo anterior, existe también una mirada basada en el valor económico de estas actividades, la que distingue entre el valor de uso, como la disposición a pagar por mantener algunos bienes, ya sea para consumo actual o la opción de hacerlo, y el valor de no uso, como la disposición a financiar la conservación de bienes, pues su existencia misma o su herencia a las futuras generaciones es valiosa (Throsby, 2010).
Si bien la economía distingue conceptualmente diferentes modos de valoración, a la hora de dar una respuesta cuantitativa, sus posibilidades son más restrictivas. Por esto se debe tener presente que en los temas de arte y cultura no aplica el principio de “si no se puede medir, entonces no existe”. La medición en este contexto solo da cuenta de una parte —algunos podrían decir que de una pequeña parte— de lo que constituye el universo de la cultura, las artes y la creatividad. Y en consecuencia, la información que puede recolectar un anuario no es suficiente para comprender a cabalidad este universo en Chile. Tal como sugería Ron Delegge II, “el 99% de las estadísticas solo cuenta el 49% de la historia”. Lo anterior no significa que no valga la pena el esfuerzo. Por el contrario, dicha comprensión se va construyendo sobre los esfuerzos anteriores para poder dar mejor cuenta del fenómeno, aunque sepamos que no podemos abarcarlo completamente.
Finalmente, y antes de entrar en detalles, vale la pena preguntarse por qué es el Consejo de la Cultura y las Artes, en conjunto con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el que produce este documento. Más aún, por qué el CNCA financia, con recursos de los contribuyentes, muchas de las actividades que aquí se reportan. Aunque parezca obvio, y por los motivos que de manera característica justifican estas actividades, el sector público tiene un rol indelegable. Tal como fundamentaremos más adelante, esta información tiene en sí características de bien público y de allí la justificación de su provisión pública.
Un argumento económico tradicional sobre la participación pública, ya sea en la provisión directa o en el financiamiento de dicha provisión hecha por terceros, es aquel de las fallas mercado. Así como se observa, la información que provee este Informe Anual 2014, y en general la cultura, tienen características de bien público, y generan una serie de externalidades positivas (los beneficios asociados al consumo de algunos bienes culturales son mayores desde el punto de vista social que desde la óptica privada), y es una fuente de valores históricos, estéticos y espirituales cuya producción y preservación interesa a la sociedad en su conjunto y debe por tanto ser financiada colectivamente. Cuando se piensa en la cultura en estos términos los argumentos para la intervención pública parecen evidentes.
Por otra parte, los economistas decimos que las actividades relacionadas con las artes y la cultura tienen también algunas características que las hacen particularmente interesantes desde el punto de vista de su provisión. En primer lugar, algunos sostienen que no importa si las personas, actuando libremente, tienen o no la intención de consumir este tipo de bienes o servicios; lo que importa es que se trata de algo intrínsecamente bueno y debe por tanto ser producido. Así, la soberanía del consumidor es reemplazada por las preferencias sociales. Este es el argumento de los bienes meritorios.
La cultura también puede generar beneficios en otras áreas. Esta mirada funcionalista o instrumental sugiere que la exposición de la población a la cultura podría servir para enfrentar problemas sociales —externalidades diríamos los economistas—, escenario en el cual la demanda (o el bajo nivel de esta) no daría cuenta del valor social de la cultura.
Por otra parte, se encuentran los beneficios privados que no se expresan en el mercado, los que incluyen el valor de opción. Las personas pueden estar dispuestas a pagar por mantener algunos bienes en existencia y retener así una opción de consumo, la que puede ser ejercida por ellas mismas o por otros, incluidas las generaciones futuras. Este argumento aplica a las decisiones relacionadas con la conservación del patrimonio histórico y de determinadas artes visuales (pensemos en la colección de un museo) y escénicas (cuya práctica debe ser fomentada para que se mantengan en el tiempo).
Un argumento adicional descansa en la idea de la “enfermedad de Baumol”, la cual sugiere que muchas manifestaciones de la cultura son de una naturaleza que impone un techo a las ganancias de productividad: interpretar una sinfonía de Beethoven o montar una obra de Shakespeare requiere, no solo hoy en día sino desde el periodo en que estos autores vivieron, de un elenco compuesto por la misma cantidad de artistas. Sin embargo, a estos recursos humanos, diríamos nuevamente los economistas, se les debe remunerar en función de la evolución de la productividad agregada de la economía. De esta manera, el sector se vuelve menos competitivo por lo que la única manera en que puede sobrevivir es cobrando precios que crecen a una tasa mayor al conjunto de precios de la economía. Se puede argumentar lo eficiente que resulta socialmente que los bienes que pierden competitividad no sean producidos, pero el argumento de los bienes meritorios puede recomendar lo contrario; la sociedad no quiere que algunos bienes dejen de ser producidos.
Pero si bien los argumentos mencionados justificarían la asignación de recursos públicos, no especifican la forma en que deberían ser asignados. Existe la visión de que es el Estado quien debe entregar el financiamiento a los consumidores para que ellos tomen sus decisiones de consumo. Este es el principio de soberanía del consumidor, consistente con una “versión débil” del argumento de los bienes meritorios: el Estado debe otorgar a los consumidores acceso al arte, sin especificar el tipo de arte.
Están, por el contrario, quienes defienden el apoyo directo a la producción de los bienes y servicios, llevando el argumento de los bienes meritorios al extremo; no solo debe ser apoyado el arte, sino formas particulares de arte.
Obviamente, lo que hace implícitamente el Informe Anual 2014 sobre cultura y tiempo libre es evidenciar la forma en que esta decisión ha sido tomada. La definición de los dominios, los ciclos y los esfuerzos públicos realizados en cada uno de ellos da cuenta de dichas decisiones. Las diferentes taxonomías acerca de lo que se debe incluir en el ámbito de la cultura y las artes hace difícil este ejercicio (Throsby, 2008; Buitrago y Duque, 2013) y el Informe Anual 2014 lo hace explícito en su primer capítulo. Eso no quita que exista una decisión sobre las actividades seleccionadas y su relevancia para la autoridad.
Mirada “macro”
Antes de revisar algunos indicadores específicos vale la pena revisar aquellos que dan cuenta de lo que los economistas denominamos el ámbito macro o agregado. Es decir, dar cuenta del peso específico del sector de las artes y la cultura en la economía en general, sin entrar en detalle a cada dominio.
La variable más evidente en este sentido es el nivel de ventas o el valor agregado de las entidades generadoras de valor económico cultural o creativo. Lamentablemente, en esta versión del Informe Anual 2014 no aparecen datos relacionados con las ventas como aproximación de la actividad económica generada por el sector. Obviamente que no es fácil obtenerlas, pero afortunadamente sí se reporta información sobre empleo. Curiosamente, las cifras de empleo son más difíciles de obtener que las de ventas, pero bien vale la pena celebrar la existencia de estas últimas. Cabe mencionar que la correlación entre el crecimiento de ambas, ventas y empleo en general, es bastante alta. Tal como se documenta, las cifras de empleo, como también de salarios y otras relacionadas, se obtienen desde los registros de las mutuales. Aquello puede constituir un sesgo respecto a las cifras reportadas por el Servicio de Impuestos Internos (SII), fuente más confiable, que también posee las correspondientes a ventas y activos. Pero el Informe Anual 2014 da cuenta de este sesgo y al calcular promedios efectivamente este sesgo tiende a reducirse.
Los resultados muestran que cerca del 2% del empleo nacional está relacionado con el sector empresas creativas. Una cifra similar se observa para el número de empresas respecto al total de empresas registradas en la mutual. Medido en términos de empleo, ¿cuán relevante es el sector? Partamos por nuestros vecinos. En Argentina, este sector representa más del 3% del empleo, en Colombia cerca del 6%, en México el 11% y en otros lugares, como Gran Bretaña puede llegar al 5%. Pero existe una gran dispersión entre zonas geográficas, tal como se observa en Chile. Se puede deducir de la información reportada en el Informe Anual 2014 que cerca de un trabajador de cada 30 se desempeña en este sector en la Región Metropolitana. Registros de Oxford Economics (2013) sugieren que ese valor es de 1 por cada 10 trabajadores para el Gran Buenos Aires; casi el triple.
Respecto a los salarios, los datos muestran que, en general, se pagan mejores salarios en este sector que en el promedio de la economía, lo cual podría dar cuenta de que las competencias que se necesitan para trabajar allí son superiores al promedio de los demás sectores.
Sin embargo, hay que tener cuidado aquí pues parte de los recursos que ingresan a las empresas del sector provienen del sector público, por lo que los salarios no estarían registrando necesariamente el valor de la productividad marginal de los trabajadores, sino la capacidad de acceso a dichos recursos por parte de los oferentes de dichos productos o servicios.
Independientemente de lo anterior, los salarios percibidos en términos de poder adquisitivo no son altos y presentan una alta heterogeneidad entre regiones, las que no se condicen con las diferencias de precios de bienes y servicios existentes entre estas. No obstante lo anterior, tanto en términos de empleo como de salarios, el sector creativo es relativamente modesto dentro de la economía nacional. Si bien no se puede inferir de los datos presentados en el Informe Anual 2014 si dicha participación ha cambiado en el tiempo, en los datos disponibles para el año 2009 (Cuenta Satélite de Cultura) se obtiene un valor de empleo muy similar al actual. Es decir, no ha habido muchos cambios en esta variable a través del tiempo, a pesar de que al menos los recursos públicos se han visto incrementados en forma sostenida.
Una dimensión económica de interés, que da cuenta de las ventajas comparativas que tendría nuestro país en términos del sector creativo, tiene que ver con el balance comercial del sector. Las cifras sugieren un gran déficit comercial, de cerca de tres mil millones de dólares, superando las importaciones a las exportaciones en cerca de 14 veces. Este valor contrasta con lo que se observa para Latinoamérica, la que, si bien también es deficitaria, registra importaciones por un valor equivalente a 1,5 veces sus exportaciones. Por su parte, las cifras indican que existe mucha heterogeneidad entre las subclasificaciones, pero se observa que por el lado de las exportaciones existe una distribución similar entre productos terminados y servicios, dominando la artesanía en los primeros y la infraestructura en los segundos. Dado que se desconocen los valores de ventas asociados al sector, se hace difícil caracterizar el peso relativo del sector externo (importaciones más exportaciones) dentro de la economía local. Sin embargo, cifras del año 2010 (Buitrago y Duque, 2013) sugieren que el sector creativo generó en Chile un valor cercano a cuatro mil millones de dólares. Dado que no ha habido muchos cambios en el empleo desde esa fecha hasta ahora, se puede suponer que la producción local es relativamente baja y que las importaciones tienen aún un gran peso relativo.
Vale la pena mencionar que todas estas cifras son aproximadas, ya que no se cuenta con el detalle respecto al procedimiento de obtención de las mismas, pero entregan una idea acerca de las magnitudes. Lo anterior aconseja que para la caracterización agregada o macro del quehacer del sector creativo se recopilen y presenten cifras más específicas, en especial con una mirada temporal, para poder hacer comparaciones en el tiempo y con países afines.
Mirada “micro”
A pesar de que el Informe Anual 2014 no presenta un análisis detallado de las cifras agregadas, se observa un gran esfuerzo en documentar cifras sectoriales, las que pueden ser clasificadas en dos grandes grupos. El primero, relacionado con ciertas dimensiones del quehacer creativo, como cifras que consignan género, participación de pueblos originarios, oferta de estudios terciarios relacionados con el sector creativo y otras afines como deportes, propiedad intelectual, infraestructura y equipamiento. El segundo grupo, es el de las cifras relacionadas con lo que se denomina dominios del quehacer cultural, que abarcan las diferentes actividades dentro de lo que Throsby llama “círculos concéntricos” (Throsby, 2008).
Respecto a estas cifras, vale la pena destacar el gran esfuerzo en documentar la manera en que han sido levantadas, las diferentes fuentes utilizadas, la definición cuidadosa del ámbito asociado a cada dominio, así como el ordenamiento de la información en los diferentes ciclos, los que también son cuidadosamente explicados. De igual modo, se advierte al lector sobre los problemas y potenciales sesgos asociados a la forma de recopilar la información, la que no parece ser muy diferente de las buenas prácticas internacionales.
De las cifras sectoriales (a diferencia de aquellas denominadas como dimensiones), llama la atención el gran trabajo realizado para exponer la evolución de los esfuerzos de fomento de los ámbitos culturales asociados a los pueblos originarios. Las cifras muestran un creciente apoyo, en especial mediante becas y número de programas de recuperación y revitalización de las lenguas, como también en programas de manejo y protección del patrimonio cultural, aunque este último ámbito tiene una evolución con gran variabilidad en los últimos años. De igual modo es notable el aumento de los fondos para capacitación y especialización profesional y técnica para pueblos indígenas, observándose además un claro sesgo a favor de la mujer.
Uno de los ámbitos que se reporta es aquel asociado al deporte. Si bien la Unesco, tal como se señala en el Informe Anual 2014, lo considera dentro de las actividades culturales y creativas, en sí mismo es un ámbito de gran relevancia. Más allá de la evidente cifra de que las actividades de fútbol, tanto amateur como profesional, concentran la mayor parte de la asistencia de chilenos a espectáculos deportivos, una comparación con otras actividades culturales, en términos de asistencia, podría dar cuenta de la relevancia del deporte frente a las demás actividades culturales. En particular, y como sugerencia para otros anuarios, un análisis de asistencia a las diferentes manifestaciones culturales podría entregar una visión más comprehensiva de este tipo de actividades en Chile. Si bien esperaría que el deporte, particularmente el fútbol, concentre una gran parte de la audiencia, se podrían encontrar sorpresas en otras actividades, en especial en conciertos, teatro y cine, que valdría la pena tener a la mano.
De igual manera, se reportan las inscripciones de derechos de autor dependiendo del tipo de solicitante. Los temas de derecho de autor y propiedad intelectual son en general muy relevantes, y valdría la pena realizar para ellos un análisis separado. Uno en particular tiene que ver con los ingresos por royalties asociados a dichos derechos, como también su evolución en el tiempo. Otro tema abordado es el resultado de las denuncias por infringir dichos derechos. Ello pues, si bien ha existido una interesante discusión acerca de disminuir la extensión y temporalidad de las patentes y otros mecanismos de protección de la propiedad intelectual, en el ámbito de los derechos de autor, por el contrario, existe una visión de búsqueda de mayor protección y sobretodo de mayor control y supervisión (enforcement) de dichos de derechos por parte de la autoridad. Un trabajo complementario a lo que hace el Instituto Nacional de Propiedad Industrial (Inapi) puede ser de la mayor relevancia.
Finalmente, están las cifras asociadas a los diferentes dominios culturales, las que concentran la mayor parte del Informe Anual 2014. El trabajo que se ha hecho en este ámbito es monumental; da cuenta de una detallada recolección de información sobre cada uno de los ámbitos relevados que, si bien, y tal como lo advierte el texto, puede tener sesgos, es claramente muy valiosa. No viene al caso hacer un análisis económico de cada cifra y de cada dominio particular, pero es bueno tener a mano lo planteado en la primera sección de este documento en lo referido al rol público en la provisión y/o financiamiento de dichos productos o servicios. Por ejemplo, una comparación cuantitativa entre los dominios puede ser ilustrativa de los énfasis que pone el Estado en potenciar cada uno de ellos, en particular cuando se revisa la evolución de estas cifras en el tiempo. Esta información podría formar parte de un capítulo en sí mismo referido al presupuesto público, en el cual se detalle con gráficos y cuadros las diferentes asignaciones por dominio en forma comparativa a través del tiempo. De igual forma, una mirada más global de los dominios puede caracterizar de mejor manera la actividad cultural y creativa en el país, lo que no está presente en el Informe Anual 2014 pero que sería de gran interés para una audiencia menos ilustrada en el tema, como también para aquellos directamente relacionados con el diseño y decisión sobre fondos públicos en estas materias.
Raya para la suma
El Informe Anual 2014 sobre cultura y tiempo libre es un extraordinario aporte para comprender la relevancia de las actividades de las artes, la cultura y la creatividad en nuestro país. Es el resultado de un trabajo de más de una década entre el Instituto Nacional de Estadísticas y el Consejo Nacional de Culturas y las Artes, el cual se valora y agradece.
Desde la óptica económica, las actividades culturales han ido concentrando cada vez una mayor atención. No solo porque hoy se reconozca el creciente peso que tiene sobre la actividad económica en los países, sino porque son importantes generadores de empleo. Ello ha sido posible pues hoy se dispone de mayor y mejor información sobre las actividades culturales y creativas. Por otra parte, la economía como disciplina ha ido desarrollando herramientas más sofisticadas para poder analizar un sector que, al igual que la ciencia y la tecnología, presenta características particulares. No solo muchas de sus actividades y productos corresponden a bienes meritorios, es decir que son buenos y necesarios en sí mismos, y por tanto un mecanismo de precios no es suficiente para dar cuenta de su relevancia, sino que poseen características evidentes de bien público. De allí la necesidad de una participación cercana del Estado ya sea en la provisión o en el financiamiento de su oferta.
Contar con información que dé cuenta de dicho esfuerzo público también ayuda a comprender los énfasis que la autoridad otorga. Si bien esa información no está presentada en forma agregada y explícita en este Informe Anual 2014, y se sugiere por tanto que pueda ser incorporada en futuras versiones, una comparación entre lo que aquí se ha definido como dominios, en especial en forma temporal, puede ayudar a comprender dichos énfasis. De igual modo, caracterizar el peso relativo que tienen estas actividades dentro del contexto económico nacional mediante cifras agregadas de ventas, empleo, inversiones y remuneraciones, puede también ayudar a dimensionar la relevancia del sector.
Sin duda se han hecho importantes avances en la disponibilidad de información acerca de la actividad económica de este sector. Y este Informe Anual 2014 es un fiel reflejo de ello. Disponer de dicha información en formatos complementarios como bases de datos, gráficos y tablas estructuradas, puede ayudar a realizar estudios comparativos y proveer de información útil, tanto para la evaluación de actividades actuales como para fundamentar el diseño de apoyos futuros. Queda entonces planteado el desafío.
Referencias bibliográficas
Benavente J.M. y J.J. Price (2011) “Apoyo público a las artes y la cultura: Una mirada desde la economía” en M. Aninat (ed.) (2011). Cultura: Oportunidad de Desarrollo. Santiago de Chile: Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Benavente J.M., Grazzi M y J. Olivari (2016) Marco sectorial para el apoyo a las artes, cultura e industrias creativas en Latinoamérica (borrador). Washington D.C.: Banco Interamericano Desarrollo.
Buitrago F. e I. Duque (2013) La economía naranja. Washington D.C.: Banco Interamericano Desarrollo.
Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Estadísticas (2014). Cultura y Tiempo Libre. Informe Anual 2014. Santiago de Chile: Departamento de Estudios, CNCA. Descargado de /wp-content/uploads/2018/09/Consumo_y_tiempo_libre_2014.pdf
Oxford Economics (2013). The economic impact of creative industries in the Americas (informe realizado para British Council, BID y OEA). Washington D.C.: Oxford Economics.
Throsby, David (2008). “The concentric circles model of the cultural industries”, en Cultural Trends, 17(3): 147-164.
Throsby, David (2010). The Economics of Cultural Policy. Cambridge: Cambridge University Press.
José Miguel Benavente.[2]Jefe de la División de Innovación y competitividad, Banco Interamericano de Desarrollo. Profesor titular de la Universidad Adolfo Ibáñez.