Escribo con esperanzas y rabias. Fui un opositor acérrimo al museo de Lagos en La Moneda [Centro Cultural Palacio la Moneda], aunque gocé el colgamiento de los poderosos en el pago de Chile parriano y la colección de huipiles mayas; desprecio con envidia infinita la cartelera del GAM y clamo por algo para regiones; encuentro loco que piensen en hacer crecer el Bellas Artes, mientras en Concepción se arrumban en sótanos los cuadros sobrantes de la Pinacoteca y el Biobío retumba pidiendo tener el MUNA, el Museo Nacional de Arte, como el Guggenheim de Bilbao, el Ludwig en Colonia… ¡Abajo la cultura concentrada en la ocho manzanas y en la ciudad endogámica y con una brecha de saberes y oferta asimétrica con los territorios subalternos!
El colmo fue el Museo de Violeta Parra en la plaza Italia. Por San Carlos pasan cinco millones de chilenos al año y valía la pena hacerlo allí, pero nadie lo miró, los parlamentarios del “sure” no atinaron: el arte, los archivos, la memoria, la oferta, las momias y los hallazgos arqueológicos, los instruidos y los soportes están en la Capital. Pronto se inaugurará el Museo a la Carmela de San Rosendo en una esquina de la Estación Central.
Pero hubo un cambio, un atisbo de esperanza- como la novela de Nicomedes Guzmán, La Sangre y la Esperanza-; Valparaíso ha tenido apoyo a sus soportes: la vieja cárcel como emporio del arte, a sus megaeventos como el Puerto de Ideas, los Mil Tambores y los años nuevos que tienen sabor a devolverle a Chile el carnaval prohibido por el ultramontano Marco del Pont tras la derrota en Rancagua. Bien Valparaíso, en medio de los incendios y la pobreza, del puerto que no paga impuestos locales y del populismo decadente, aparece la cultura y el patrimonio como el alma del puerto que espera.
El resto de las regiones a duras penas, lejos de Santiago, no son el balcón al Pacífico que en parte es el propio Valpo-Viña, como brazo marítimo del área metropolitana de Santiago, el lugar del weekend cultural y del happenning de lo nostálgico y alternativo.
Lentamente, tras ácidas rebeliones regionalistas, se demandó a Piñera I y Bachelet I por teatros y centros de apoyo a la creación cultural en todas las regiones. Los ecos del levantamiento “un peso para el Transantiago”, obligando a una ley espejo de subvenciones e infra en transporte a regiones (tampoco cumplida). Con todo, se ha ido poblando esta infra cultural básica para creadores audiovisuales de la provincia, incluyendo consulta a los consejos regionales, los cuales en algunos casos optaron por ciudades intermedias alternativas a la capital regional.
La (in)útil lucha por la policentralidad cultural
Oscar Castro creó Los Inútiles en 1934, tras decir en una tertulia hasta el alba con sus amigos —desde el peruano Fernández al pícaro Gonzalo Drago—: “amamos a Rancagua por los que la desprecian como ciudad que es, como un puerto sin mar y sin gentes en sus calles (sí en sus patios interiores), todos de paso, mineros y agricultores… dicen que toda actividad cultural aquí es inútil y por eso seremos Los Inútiles los que traigan y creen cultura” (interpretación tras escuchar en 1982 a Raúl González Labbé, en 1984 a Juvencio Valle, en 1990 a Juan Villalobos y en el 2000 a su viuda Isolda Pradel).
Cuando me bautizaron “Inútil” (camarada del alba, tripulante del sol me gritó el sanbernardino Agustín Zumaeta, tras responder a las siete preguntas impertinentes que aún no estoy autorizado por la asamblea a desclasificar), se revitalizó lo de luchar por el despertar regional a la naturalización del centralismo y romper la concentración oligárquica de los servicios, la economía y el poder en la capital, en lo que he llamado la presicracia chilensis, presidencialismo semiautoritario e iluminista con centralismo, que nos hace el país de mayor concentración en una primary city (ciudad con primacía) de América Latina y de la OCDE.
El poder es bobo y autorreferente, mientras las regiones bostezan, muchas veces, muchas de ellas, no todas.
Comparado con la primera vez en que me llamaron a reflexionar sobre cultura a fines de 1990, se ha avanzado algo. Entonces, en un primer informe sobre territorio y cultura, propuse pasar de los “eventos culturales” a la oferta permanente desde las ventajas y acumulado por los territorios. Algunos pasos se dieron, las bancadas regionalistas exigimos que la mitad del Fondart fuera a regiones, también que se desarrollaran soportes ante la hiperconcentración en Santiago: el GAM, el museo a los pies de La Moneda, Matucana, Balmaceda… pero son porfiados; BH Billiton (Minera Escondida) subvenciona el Museo de Arte Precolombino en su crecimiento hacia los sótanos, a metros de la Plaza de Armas, en vez de pactar un museo en red con un edificio en el norte, desde donde extrae su riqueza. Eso no es nuevo: la Braden Copper Company, con la riqueza fenomenal de El Teniente, alimentó el Guggenheim de Nueva York. La minera quiere estar bien con las elites, apoya Santiago en 100 palabras, algo extendido a la provincia, y trae muñecos gigantes de la France, que juguetean en la capital, y el saber profundo, en una programación exquisita donde el pensar parece una estrella caída en el valle mapochino.
Luces y sombras en Rancagua
En Rancagua y la Región de O’Higgins no hay un museo de arte. Y no he sido un quejoso pasivo: con el equipo que reconstruimos la democracia en la gestión municipal de Rancagua (mi referencia permanente en este ensayo) reabrimos la Casa de la Cultura, creamos fondos locales, regamos la Alameda de obras del coterráneo Samuel Román, y muchos pataleamos y fuimos sede del Mundial de Teatro, sacamos la antología de Oscar Castro, creamos con mi esposa, Alejandra Pallamar, el Concurso de Pintura Samuel Román, cuyos tres premios quedaban en manos del municipio para acumular la colección jurada por conspicuos del arte (Rojo, De la Puente, Tere Petric, Díaz). Luego, con la Fundación Andes ganamos hacia el 2000 el financiamiento de la extensión de la Casa de la Cultura con un salón de arte, que fuera incubadora del Museo de Arte de Rancagua (el MAR, que un arquitecto lúdico, Ungerer, dibujó como un pez gigante sobre el río Cachapoal, el río nunca domado de los promaucaes, siete veces fiesteros e indómitos de Cahuil a Coinco). Buscamos potencias: la paya, la cueca en Chile Canta a Chile y festejamos al Tranka y Salvita Pérez con sus cantos a lo humano y lo divino. Se apoyó al grupo Tiara (los Pobletes) y la Casa del Arte (Evaristo Acevedo y Ximena Nogueira). Y luego los alcaldes Arellano y Soto acertaron en generar centros culturales en los macrobarrios y en crear el Teatro Regional que puso a la ciudad en la red de artistas. Aquí operó bien el verbo “traer arte”, de la proclama de Oscar Castro, pero ha estado lejos de la otra cara, “crear arte”, por lo cual un grupo de artistas locales manifestaron su crítica al elitismo y a la falta de apoyo a la expresión articulada de la creación local.
Apostar al desarrollo endógeno cultural de las ventajas del territorio
En el lenguaje neodesarrollista se habla de “desarrollo endógeno” cuando un territorio pone en movimiento su capital cultural y socioeconómico, lo articula, agrega valor y crece en forma sustentable. Olmué lo logró con su festival, la alianza municipio-artistas-canal de televisión. El Chile Canta a Chile de Rancagua no logró ese salto. La ciudad “huasa” no es la capital del country music chilensis, aún no se pega el alcachofazo. Del evento pasó a cierta infraestructura, pero falta el poner valor.
Contra historia: imaginemos que en la fuerza endógena del árbol obvio de las ventajas competitivas de O´Higgins (lírica y teatro en Rancagua, danza folklórica en Graneros, cueca inédita en Colchagua, payadores en Codegua), en la red de teatros aceptables (Rancagua, Rengo y Peralillo, con alcalde culturalista y buena estación del viejo tren a Pichilemu convertida en centro cultural) se desarrollan escuelas, talleres, laboratorios y competencias de canto de raíz folklórica, neocueca, danza “nacional” y paya huasa. Y entonces existe un portal proactivo de difusión de la producción cultural regional y de sus documentalistas. La región es capaz de hacer un festival en el Teatro Regional con jurado potente en alianza con un canal o el “multiportador” de contenidos culturales y regionales que debiera “dar” TVN por los megasubsidios que se le entregarán para paliar sus déficits.
Volvamos un minuto a Oscar Castro y Los Inútiles: crearon la revista Actitud y la editorial Talamí, hicieron tertulias y semanas culturales. Eventos y oferta, actividad e industria.
Los teatros se vuelven endogámicos-elitistas cuando solo le hablan al público medio alto que paga 20 lucas por escuchar clásicos desde Ana Belén a Camilo Sesto, de Roberto Bravo a los comediantes de moda. Al menos el Teatro Municipal de Santiago tiene su elenco con una muni rica y con subsidio nacional. Pero los teatros de regiones son acogida y eco, la voz del “lugar” sigue esperando el asalto de la historia. Para eso se requiere oferta y no sólo demanda, apuesta quinquenal y no sólo concursitos anuales, fondos de convergencia y piso común.
Por cierto, también se requieren autoridades con pluralismo y mirada más allá de las idolatrías y la vida en twitter. Por sectarismo político se han perdido oportunidades. El alcalde derechista le quitó el respaldo a las cualitativas y cada vez más masivas Escuelas de Verano que organizaba el historiador Edison Ortiz. Un embrión similar al Puerto de Ideas de Valparaíso, a la Escuelas de Verano de Cantabria o de Gandía en España, al Forum de Barcelona, a los debates de la Cumbre Social que ha internacionalizado a Porto Alegre en Brasil y su presupuesto participativo y visiones alternativas al neoliberalismo. Rancagua tiene (tuvo) todo para ser la Universidad libremente rabiosa que a Chile le hace bien, bajo el atardecer excepcional de su calle Estado neo-colonial y la Casa de la Cultura bicentenaria.
Provincias emprendedoras y “bobas”
En otras regiones ocurre algo similar. El Festival de Cine de Viña del Mar y el de Valdivia buscan su “nuevo paso”. La Araucanía con una timidez que es omisión lesiva, no se apropia de lo mapuche y toda su cultura portentosa; en Concepción ni siquiera existe, los pencopolitanos se miran a sí mismos como la ira capital industrial y forestal, no hay un ápice de Arauco en su geografía, metarrelato, museografía y patrimonio visible. El buen museo de Cañete, con poder comunitario mapuche, es un intelectual orgánico gramsciano en el territorio del Wallmapu que se recrea; la capital “regional” aún no atina (aunque el intendente Rodrigo Díaz se atrevió a izar la bandera mapuche en un gesto que ojalá traiga la ausente interculturalidad en serio y no folclorizante).
O’Higgins y el Maule no articulan la ruta inca al sur del mundo y sus cerros con pucarás y soles andinos decaen, son decapitados y se llenan de antenas de telefonía. A Puerto Montt le da con quitar a San Vicente y su laguna de Tagua Tagua (el Hombre de Cuchipuy) el origen del homo sapiens en la tierra fría al fin del mundo. Allí, en la ruta a Chiloé, estaría un hombre de doce mil años en el sitio llamado Monte Verde, pero aún no ocurre nada de lo prometido (ni acuerdo con el ex senador Kushel, dueño de los terrenos), pero tampoco se ve a los funcionarios del Museo “Nacional” de Historia Natural colaborando para hacer una recreación de aquel primer asentamiento humano.
En cambio, Arica va redescubriéndose en su condición multicultural y trinacional transfronteriza con su carnaval andino. La nacionalización de la cueca le agrega algo de ciudad trinchera, con su homogeneidad, desde la década de 1940, pero le asienta más la mezcla quechua, aymara y afro de sus fiestas funerarias en San Miguel de Azapa y el Quitapena en la Picada del Muertito.
El director del Museo de Atacama Guillermo Cortés Lutz ha desplegado el rescate de la épica regionalista como politización autonomista, valor museográfico y potenciamiento cultural del patrimonio; ha rescatado la memoria de la revolución constituyente de 1859, rescatando del olvido a Juan Godoy, pionero de Chañarcillo, y a los obreros (y no solo los Gallo y Matta, aunque renovaron el mausoleo de Gallo, donde pena el federalismo en las noches). La región sacudió su “ser” colectivo del olvido al verse amenazada, amplificando la etnicidad que significó el daño ambiental de Pascua Lama y redescubriendo a los diaguitas (oh, no solo una cerámica precolombina). Rescate de la Legión Huasquina que fue feroz regionalista en las guerras civiles del 1851 (revolución en La Serena) y 1859. Los olores que invadieron a Freirina, además del rechazo a Pascual Lama, hicieron que el desierto florido fuera más que una postal y sacaron sus garras colectivas, el nosotros “sin pena ni miedo” (Zurita pedía que salieran de su silencio los pedregales del desierto).
Pero hay un paradigma a seguir que es Chiloé: paisaje, comida con sus veinte festivales, lana, colores, tejuelas, mingas, mitos, iglesias y el Caleuche “singular”, aunque el principal cuento holandés es idéntico (el barco perdido en fiesta de oro en medio de la noche y la tormenta); pero qué importa si la cultura es una tradición recreada por los siglos de los siglos. El curanto se cocina por doquier en febrero en los alrededores de Bariloche, pero qué importa si algún día hay que peregrinar a Chiloé al “lugar del curanto” (aunque quede poca costa virgen de balsas, el mall se expanda y el puente amenace a la civilización chilota, dijo el perennialista).
En el caso de O´Higgins la letanía de queja es alarmante: no hay museo arqueológico, el regional vive una larga siesta, Cardoen hizo lo suyo como collage en Santa Cruz, un profesor hizo el milagro del pequeño museo del Niño Rural en Ciruelos de Pichilemu, muchas manos empujamos el rescate de Sewell como patrimonio y ya viene la capilla de Gaudí en Rancagua, con un centro cultural que ojalá entre a la lista de los diez megacentros que el Gobierno central financia en Santiago. Levantaron los rieles del ramal Peralillo en Pichilemu, no hay plata “nacional” para el pinche monumento prometido a Oscar Castro leyendo su Comarca del jazmín a un grupo de escolares, el profe Ortiz guarda en su casa mil discos y CDs con música folclórica (él es Margot Loyola y Oreste Plath), pero no existe, nadie lo ve… En los museos de España hace ya una década se escucha a los poetas y a los cantantes vivos, en el museo regional de Rancagua sigue la misma salita del siglo XIX, algunos retablos y la réplica infaltable de la batalla. La diversidad de la región está ausente, su historia cultural y social, sus luchas e inventos… No hay directorio regional, la Dibam nombrará un director por concurso. Es el iluminismo de Santiago y la dejadez de las provincias bobas.
El huaso de Toquihua que clama policentralidad
Manuel Canales que hace cultura como doctor en sociología y como huaso de domaduras en Toquihua (Zúñiga, San Vicente de Tagua Tagua), pide policentralidad, que cada comarca se empodere para producir lo suyo. Escuchando su corrido en Youtube sobre la vida en las riveras del río Cachapoal —el río nunca domado es curado en Doñihue y marihuanero en Coltauco, desordenado como los ancestros promaucaes— logro comprender que los territorios necesitan mucha centralidad o, como dijo el teólogo jesuita Jorge Costadoat antes de ser censurado, la Iglesia hay que sacarla del Vaticano y hacerla policéntrica. ¡Abajo el Vaticano y Santiago, poder para las comunidades! Así rezaba el manual de la comunidades eclesiales de base del cura Miguel Caviedes de Pichidegua, 1977, antes de adoctrinar en participacionismo a la díscola eclesia (asamblea de la comunidad previa a la Iglesia institucional) de Osorno.
Lo anterior implica un viraje mayor en el soporte estatal; ya lo explicaremos. Pero a su vez, junto con superar la santiaguinidad, incorporando una mirada nacional-policéntrica, los provincianos deben (debemos) dejar de ser pavos: en lo personal, pido perdón por la autorreferencia, he hecho el loco. Para limitar los recursos del Fondart asignados a Santiago, a la manera en que las bancadas regionalistas rechazaron el presupuesto del Transantiago, obligando a entregar cuotas a las regiones; para establecer coparticipación en rentas mineras y recursos naturales; para denunciar que se mantenían 15 parques públicos en Santiago y 10 megacentros culturales, y ninguno en regiones; para crear las universidades públicas de O´Higgins y Aysén (y no las sucursales que hacen una conferencia cultural por cada tres años)… pero no hay rebelión regional.
Le pregunté a un grupo de diputados de la Región del Biobío por qué no pelearon por el Museo Violeta Parra para San Carlos: “no había como mantenerlo”, “las cosas de ella y las arpilleras las tienen en Santiago”, “ya seremos región de Ñuble”, “fue una iniciativa privada (ja ja)”, “haremos algo el día que muera Nicanor… (ja ja)”.
Cerca de Madison, Wisconsin, en el pequeño pueblo de Springfield, está el Museo a Frank Lloyd Wright, el principal arquitecto anglosajón de la historia.
El Ché es el revolucionario y el niñito que jugaba golf en la pequeña Alta Gracia y su museo está cerca de Córdoba. Botero regala por doquier a su Medellín y el espacio público se recrea. Gonzalo Ilabaca, el notable pintor porteño, decía con modestia que él donaría parte de su obra si “alguien le asegurara que se va a exponer”.
La altísima concentración de todo, salvo la artesanía
Huelgan las palabras para argumentar lo concentrado que está la cultura en Chile en el eje Santiago-Valparaíso y algo en Concepción, con chispazos regionales en lo culinario-patrimonial de Chiloé, en la producción artesanal de O´Higgins y Biobío.
El Informe Anual 2014 sobre cultura y tiempo libre, publicado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de Estadísticas es lacerante, y sus resultados se suman a que el 50% de Chile habita en el eje Santiago Metropolitano-Gran Valparaíso, allí está el 60% del PIB, el 80% de la investigación y desarrollo, y también el 80% de la producción, oferta y consumo cultural formal (viva Paulo Freire, al menos en provincias subalternas y lejanas, se viven otros millones de episodios no contabilizados en el PIB cultural).
La Región Metropolitana concentra las bibliotecas con asistencia de más de 37.000 personas, mientras que al segmentar por grupos etarios, se aprecia que casi desaparece el estrato mayores de 60 años y existen diferencias en el peso de cada estrato por región: la Región Metropolitana, por ejemplo, es la única en la que predomina el estrato de 15 a 29 años y prácticamente en todas las restantes el estrato entre 0-14 años tiene un mayor valor. Es decir, en provincias van niños y en la metropolitana jóvenes, y la oferta es más sofisticada e interactiva en esta última, basta ver la Biblioteca Nacional, los café literarios de los municipios ricos; aquí están los archivos de todos el país.
Lo mismo ocurre con la concentración de estudiantes de arte y patrimonio en megaciudades, versus una matrícula cercana a cero en 12 regiones. La concentración de estudiantes de carreras vinculadas a patrimonio cultural en universidades, institutos y centro de formación técnica es de 516 en Santiago, 173 en Valparaíso, 105 en Biobío, y nada en el resto. La Escuela de Cultura Artística, ECA, de Rancagua murió con el golpe del estado.
La existencia de museos relevantes solo en Santiago es vomitiva, ya que estos ni siquiera se ocupan de hacer giras y extensión en regiones. Tienen el presupuesto de la “nación” y la oferta está en el Mapocho. Dos museos son las estrellas: el Bellas Artes y el de Historia Nacional son los top en visitas. Según los datos reportados por la Dibam, en el 2014 se contabilizaron 360.982 usuarios(as) de las distintas áreas educativas, concentrados(as) preferentemente en el Museo Nacional de Historia Natural (60,3%). A su vez, este museo concentró el mismo año el 43,9% de usuarios y usuarias en delegaciones con servicios de visita guiada a los distintos museos de la Dibam, con un total de 210.288 a nivel nacional.
Vaya paradoja. Los profesionales del Museo de Historia Nacional no tienen plan alguno de dotar a los museos regionales de sus salas de historia natural territorial, devolviéndole parte de los hallazgos regionales. Lo poco que hay de consistente en las regiones es obra de masones (Universidad de Concepción y los jesuitas de Le Paige en San Pedro de Atacama). Bien los ariqueños con su proyecto de museo a escala internacional de la cultura Chinchorro. Algo Martinic y los suyos en la autónoma Punta Arenas. Notable y triste, tristísimo, fue visitar, junto a José Marimán y Heinrich Von Baer, el colapsado de colecciones y modestísimo museo comunitario de Balmaceda en Aysén.
Biobío aparece rescatando su cultura, como lo ha hecho el movimiento Ñuble Región, con la ya nombrada omisión por el caso del museo Violeta Parra. Desde la perspectiva territorial, es la región que exhibe una mayor proporción de acervos culturales registrados en el Sistema de Información para la Gestión Patrimonial en 2014 (35,4%), mientras que las que exhiben fluctuaciones negativas del 100% son las regiones de Arica y Parinacota, Atacama, Maule, La Araucanía, Los Lagos y Aysén.
Observando los datos correspondientes a Monumentos Naturales se evidencia que la Región de Magallanes (18,8%) concentra la mayor cantidad de unidades de este tipo, mientras que las regiones de Tarapacá, Atacama, O’Higgins, Maule, Biobío y Los Ríos no registran ninguna unidad. En cuanto a las superficies asociadas a estas unidades según región, Arica y Parinacota sobresale con el mayor número de hectáreas a nivel nacional (65,7%), mientras que las regiones de Valparaíso (0,01%) y Coquimbo (0,37%) presentan las proporciones más bajas si se excluyen aquellas regiones que no tienen ningún Monumento Natural en su territorio.
Las regiones aparecen en el área Artesanía, medida por los millones de dólares que exportan. Ahí destacan Biobío con 33 millones de dólares, Magallanes con 30, luego RM con 13, además de Los Lagos y O´Higgins, que muestran 1.4 y 1.3 respectivamente. Hay que investigar si lo de Magallanes y Biobío es parte de sus franquicias tributarias y se llama artesanía a producción textil. En Los Lagos es conocida la alta confección lanar chilota y de utensilios de madera de árboles nobles. En Ñuble sobrevive Quinchamalí, la nutrida curtiembre y aperos del mercado de Chillán, pero esto no se mide en el indicador de artesanías, que se refiere a lo exportable.
O´Higgins se ha convertido en un lugar policéntrico de artesanías nobles y mejoradas: Chimbarongo exporta sus muebles de mimbre y participa en ferias internacionales, Pelequén crece con los artesanos de piedra rosada y el mejor diseño de su cluster de mueblistas, Santa Cruz tiene La Lajuela, con la producción de chupallas y sombreros y joyas con motivos huasos; Doñihue se mantiene como capital del chamanto y se alista su Museo Centro de Exhibición; en Pichilemu se fortaleció el diseño y calidad de la greda de Pañul a pequeña y gran escala; y en Rancagua-Machalí se innovó con la escuela de orfebres en Cobre de Coya, donde más de un centenar de artistas vive de la misma y se realizan eventos internacionales.
Aquí hay una microhistoria de inventar tradición desde afuera y adentro. Pasamos vergüenza —cuando fui alcalde— por no tener nada que regalar alusivo a la ciudad de la segunda minera de cobre del mundo. Al crear la Corporación Pro O´Higgins en el año 2000, junto a CODELCO y algunas empresas privadas, fuimos a pedirle a Raúl Celleri —célebre artesano en cobre de Lo Barnechea que exponía en Los Domínicos y que mostraba parte de su obra en el Club de Campo Coya y Termas de Cauquenes— que hiciera un curso intensivo de buen diseño orfebre y creación de arte en cobre. Don Raúl dijo que “los secretos no se enseñan”. Yo le hablé del libro clásico sobre desarrollo de Putman y el capital social de los artesanos del norte de Italia (cuero, carteras, zapatos), que compartían los diseños, hacían escuelas y reproducían la relación maestro-aprendiz. “A quién tienes en Rancagua”, espetó. Tras un silencio largo le hablé de unos artesanos que hacían aritos y pulseras. Así comenzó la escuela de Orfebres, usando un local vacío en el semiabandonado campamento minero de Coya, la que ya lleva quince años y ha formado a cientos de artesanos, decenas de los cuales viven con dignidad creando con sus manos.
En lo único en que las regiones logran empatar en proporción a Santiago es en festivales y recitales al aire libre; no hay pueblo sin festival; rancheras, cumbias, cuecas, sound y rock salen de las piedras y sauces, desde Chanco (Maule costa) a Chancón (entre Rancagua y Alhué). Pero los cines de pueblo murieron, ya no se ve a Tarzán ni a Jorge Negrete, pero tampoco a las buenas películas chilenas en auge. Santiago tiene el 59% de las idas a cine.
Apocalipsis del libro y concentración editorial y brecha de bibliotecas
Donde la cosa está mal, huele mal y duele es en los libros y la lectura. Santiago produce con los fondos públicos más de 220 libros al año, mientras hay regiones de un dígito y el promedio se ubica en los 20, por tanto la brecha es de uno a diez. Peor aún, en la creación de bibliotecas escolares hay muchas regiones que tienen entre el 1% y el 5% de cobertura del total de sus escuelas, mientras en la Región Metropolitana es un 22%. Tamaña brecha.
Vuelvo a Rancagua. Pavito (Patricio Vidal Toro) —que no tiene nada de pavo—, joven barbón, risueño, lector y escéptico, hijo de la mismísima profe de castellano Gloria Toro, comenzó con su novia hace una década con la editorial Primeros Pasos, produciendo libros que ellos mismos compaginaban. Con ellos publiqué la tercera edición de bolsillo de mi novela Pichilemu Blues, y mi hermano poeta Greny, su enésimo poemario. Lograron alianza con la librería Cervantes de mis primos Van Treek para hacer lanzamientos y crear un programa de entrevistas culturales en la tv regional por cable (sextavisión). Anticoncursos y postulaciones —es un Diógenes contemporáneo—, costó que creyera, y prefiere vender su propia agenda anual con extractos de las decenas de poetas y escritores de la región, que ha antologado. Le conté que las dos veces que postulé al Fondart no me gané nada, para demostrarle que no había pituto (yo puedo decir que soy un político discriminado): con el proyecto de fotografías gigantes y rescate de la historia de mi Barrio Estación de Rancagua (allí vivió Oscar Castro en los prostíbulos de la Vida simplemente, allí se fundó el PC en 1922, en sus lenocinios y quintas de recreo comenzaron a cantar Arturo y Luis Gatica en la década de 1940, de sus calles aprendió el oficio la mismísima Negra Esther). Eso fue como el 2000. Y el 2013, lejos de la vida “pública”, con Edison Ortiz propusimos editar una historia social de Rancagua al acercarse el bicentenario de la batalla, pero tampoco hubo apoyo. No importa, nos haremos ricos con Pavito publicando en Primeros Pasos, además Edison vendió toda su historia de Rancagua como sede del mundial del 62 y su libro de comidas de la región con Raúl Paredes.
La cuestión es que Pavito ha logrado hacer su editorial, como en Curicó existe la Mataquito en textos escolares. Ante la concentración de los subsidios a los escritores santiaguinos y santiaguinizados, el camino parece ser que el Estado sea proactivo con los Consejos regionales y se alíe con las universidades públicas regionales para que sean activas en este ámbito (y el 2% de apoyo al arte se multiplique como los panes), licitando con editoriales regionales un paquete de libros trianuales que permitan aumentar la producción “desde” los territorios. Otra forma es obligar a la autoridad de educación a comprar para los establecimientos y bibliotecas de las regiones producción con contenidos regionales y producidos en la región respectiva. Otra autorreferencia: cuando creamos Pro O’Higgins en 1999, descubrimos que no se cumplía la obligación de pasar dos módulos de historia regional en segundo medio. Aliados con el Pepe Weinstein, de la Fundación Andes, se logró financiar un libro completo de historia regional, mapas, folletos masivos, videos para que los jóvenes conocieran desde la vida minera a los salineros de Cahuil. Hoy se siguen reimprimiendo y la competencia de historia regional es un ícono en la geografía cultural del país de O`Higgins. Se sigue dando la hermenéutica de la vida: primero fue el verbo. Y ese verbo requiere producción y distribución de lo territorial.
Menú para un viraje a la cultura policéntrica. Empoderamiento y flexibilidad para las regiones
La elección de intendentes cambiará el rumbo, si la mano negra de la historia centralista no lo destruye como u-topía (el no lugar). Pero no basta con ello y se quiere flexibilidad con control social participativo de los fondos regionales, muy marcados por la infraestructura física (FNDR). La Comisión para la Descentralización del 2014 planteó, en forma unánime, que se dieran subsidios y crearan programas donde existan brechas más grotescas (entre ellas las culturales, como vimos), además de añadir una División de Educación y Cultura en los gobiernos regionales, permitir empresas públicas en casos urgentes (como la idea de la editorial regional en asociación con universidades), así como la creación en todas las regiones de sus consejos de innovación e investigación (no sólo lo ministerial que se “baja” al territorio, poder de abajo, policentralidad).
Nacionalizar los museos y soportes santiaguinizados
Hay que obligar a los museos y megacentros pagados por todos los chilenos a que hagan giras incluyendo coproducciones con grupos regionales y artistas de los territorios. Si se trae a Rembrandt de nuevo o a Dalí, debe presentarse también en Antofagasta y Concepción. Las colecciones son “nacionales”, no solo santiaguinas, y debieran circular en redes permanentes, heliocéntricas, añadiendo a artistas regionales plásticos, audiovisuales, escultores, literatos y sus obras, verdaderos trenes culturales trashumantes para alargar y ensanchar Chile, replicando a Zurita.
Microhistoria: conocí de niño el magnífico cuadro de Rugendas El huaso y la lavandera en una exposición itinerante que llegó al modesto local de la Cámara de Comercio de Rancagua en calle Germán Riesco. Empecé a soñar con la lavandera chilenísima, ya no con la Mona Lisa en el rostro de Laura Antonelli y su Malicia para los púberes de los 1970 (Q.E.P.D), ni la crespa de Boticcelli en El nacimiento de Venus, que se parecía a las rubias de Abba y los chascones soft de Bee Gees. La lavandera volvía a la provincia de re-flejarnos y reconocernos.
Contrahistoria: veo los cuadros de Salas y Goycolea de Rancagua por todo Chile, los poemas de la Martínez y los cuentos locos de la Apablaza siendo leídos en Achao y en Calama. Redes, itinerancia, nacionalismo policéntrico, muerte a la santiaguinidad.
La urgencia de los financiamientos basales y fondos de convergencia
Se debe combinar el concurso con la apuesta de financiamientos basales a grupos e instituciones que muestren excelencia y pluralismo con directorios amplios. Debiera ser obligatoria la alianza pública con actores de la sociedad civil y gremios del arte. Evitar la captura por un actor, la cooptación y la corrupción. Frente a cada brecha de las regiones, dar este paso para buscar acercamiento.
Es la lógica de los Fondos de Convergencia que se propusieron con los royalties del cobre y nuevas tasas a los recursos naturales (evasión y no pago de impuestos a regiones de forestales, eléctricas, puertos, megacadenas), que dieron recursos para superar las brechas, discriminando positivamente a las regiones con rezagos, que en los soportes culturales son evidentes.
Colofón final de devolución: el decálogo mínimo de soportes por cada región
Cada región, como en Santiago, debe tener al menos el siguiente decálogo de soportes con financiamiento basal nacional/regional. En la jerga de la descentralización se le llama proceso de “devolución” a los territorios.
1. Un centro de apoyo de la creación artística con equipos estables.
2. Un instituto de investigación y difusión artística en la ventaja comparativa de la región, asociado a la universidad pública regional.
3. Un museo de arte potente que incluya en forma obligatoria una colección regional de artes audiovisuales.
4. Un museo de historia regional multidimensional (no sólo “colonial”), con perspectiva intercultural (los ancestros y los nuevos habitantes migrantes), con su archivo regional.
5. Un sitio arqueológico regional con su sala de historia natural de la región.
6. Una biblioteca de última generación.
7. Un teatro-espacio multiescénico.
8. Un megafestival con protagonismo regional.
9. Una feria del libro y de las ideas de escala regional-nacional.
10. La editorial regional asociada a la universidad pública regional.
Este decálogo es parte de la cultura, de los petitorios democráticos del movimiento estudiantil de los 80, el final del Alegato Histórico Regionalista y el sueño provinciano de la policentralidad. A luchar.
Referencias bibliográficas
Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Estadísticas (2014). Cultura y Tiempo Libre. Informe Anual 2014. Santiago de Chile: Departamento de Estudios, CNCA. Descargado de /wp-content/uploads/2018/09/Consumo_y_tiempo_libre_2014.pdf
Esteban Valenzuela Van Treek.[1]Académico de la Universidad Alberto Hurtado, escritor y ensayista (Pichilemu Blues, Matilde espera carta de Alemania, Nahual Maya, Alegato Histórico Regionalista, Infante y el valdiviano … Continue reading
↑1 | Académico de la Universidad Alberto Hurtado, escritor y ensayista (Pichilemu Blues, Matilde espera carta de Alemania, Nahual Maya, Alegato Histórico Regionalista, Infante y el valdiviano federal, Descentralización ya, Territorios rebeldes), periodista y cientista político de la Pontificia Universidad católica de Chile, Máster en Desarrollo de la University of Wisconsin–Madison, Doctor en Historia Universidad de Valencia. Fue alcalde y diputado por Rancagua. Presidió el año 2014 la Comisión de Estado para la Descentralización. Fundador de Los Federales e integrante del Grupo Los Inútiles de Oscar Castro. |
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