Editado en Chile (1889-2004)
Paula Espinoza – Fotografías de Alfredo Méndez
Quilombo Ediciones, 2012, 213 páginas
Eliana Rodríguez, viuda del poeta y artista visual chileno Juan Luis Martínez, cumple con mucho celo las instrucciones que le dejó su marido antes de morir. Una de ellas era que, cuando se cumplieran los veinte años de su fallecimiento, se publicara una obra que dejó terminada y que lleva por título El poeta anónimo. La obra fue publicada en abril del presente año por la editorial brasileña Cosac & Naify. Otra petición de Juan Luis Martínez fue que, también a los veinte años de su muerte, se reeditara La novela nueva, libro publicado originalmente en 1977 y reimpreso en 1985. Según las instrucciones del autor, la nueva edición debía incorporar las correcciones hechas por el poeta antes de morir. El propósito de Eliana Rodríguez es publicar el libro por sus propios medios, sin el apoyo de ninguna editorial, como ya ocurrió en las ocasiones anteriores: de este modo puede controlar su difusión y escoger personalmente a los lectores de la obra, con el fin de conocerlos.
Historias como estas se esconden a menudo detrás de los libros sin que el lector suela tener conocimiento de ellas. Paula Espinoza se ha propuesto contar algunas de ellas, y para hacerlo ha escogido algunos de los libros que más profundamente han marcado y conformado la historia de la literatura en Chile. Son ochenta y dos títulos en total, de los que se ofrecen las portadas originales, fotografiadas por Alfredo Méndez. El conjunto traza un recorrido visual de la producción del libro en Chile desde 1889 a 2004. “La invitación aquí sugerida es a vislumbrar lo que puede haber detrás de un libro”, escribe Espinoza. “El objeto, dicho a partir de estas consideraciones, porta una trama que lo hace posible” (p. 11).
En Editado en Chile encontramos, por ejemplo, alusiones al momento particular que la poesía chilena vivió en los tiempos de Juan Luis Martínez, que fueron también los tiempos de Nicanor Parra, de Enrique Lihn, de Alejandro Jodorowsky y de Raúl Zurita. Unos tiempos en los que la visualidad irrumpió en el espacio del libro, con innovadoras propuestas tanto en lo relativo a la gráfica como a los materiales. Estos autores pusieron en cuestión algunos fundamentos del quehacer literario, y al hacerlo cuestionaron el libro en cuanto objeto.
“Nadie dijo que hablar del libro fuera fácil” (p.12), recuerda Espinoza. No lo era ayer, y sigue sin serlo hoy: tal es su premisa. En Chile existen proyectos editoriales de calidad que plantean nuevas e interesante propuestas. Si bien no se puede hablar de una industria de gran envergadura, como las de México o Argentina, sí han proliferado las editoriales independientes, se han fortalecido las más grandes, y unas y otras dan lugar a ediciones a veces poco convencionales.
Como en toda revisión del pasado, gracias a la que propone Espinoza, es posible comprender algunas de las razones que han dificultado el desarrollo editorial de Chile, algunas de las cuales persisten en la actualidad. “Si de algo sabe la edición en Chile”, escribe Espinoza, “es del peso que la historia ejerce en la producción escrita de un país” (p. 15).
En el repaso que aquí se hace de lo que hubo detrás de las publicaciones más significativas de nuestro país es posible vislumbrar algunos hitos y personajes ineludibles. Ciertos títulos son representativos por encarnar la ideología y la estética de un determinado periodo, fuera el autor consciente o no de ello. Un ejemplo de esto es Casa grande de Orrego Luco, novela publicada en 1908 y que obtuvo un sensacional éxito (se vendieron veinte mil ejemplares de una obra en dos volúmenes, que tuvo el impacto de los actuales bestsellers). Las intrigas de la aristocracia chilena motivaron al público general en una sociedad en la que la formación lectora era privilegio solo de algunas clases sociales.
La industria editorial chilena vivió hacia mediados del siglo XX un periodo de gran efervescencia. A la creación de Zig-Zag, siguieron las de Nascimento, Ercilla y Cruz del Sur. Particularmente significativa, en este contexto, es la figura de Mauricio Amster, quien a partir de los años cuarenta trabajó en numerosos proyectos editoriales, aportando un sello gráfico distintivo a sus trabajos, llenos de prolijidad y elegancia. Con sus vastos conocimientos de tipografía y diseño, Amster colaboró con las editoriales más importantes de la época, algunas de las cuales harían historia. “Con propiedad es posible decir que, desde 1940 hasta 1980 —el año de su muerte—, Mauricio Amster fue el responsable gráfico de gran parte de las publicaciones realizadas en Chile” (p.115).
Paula Espinoza discurre sobre algunos proyectos editoriales que hicieron huella en el imaginario literario de varias generaciones, y habla de “ediciones a cargo de Ercilla o Zig-Zag, que sin mucha pretensión se convirtieron en ese otro canon, en el canon de la repisa chilena” (p.113).
Tiene interés enterarse de que ya un siglo atrás la industria del libro infantil tenía en Chile un importante arraigo, gracias a sellos como Zig-Zag, que publicaba su revista El Peneca, o Rapa-Nui, que en 1947 lanzó Papelucho.
Debido al protagonismo que concede a las portadas de los libros, el texto de Editado en Chile es breve y conciso. Si bien no pretende ser un estudio de los fenómenos de producción editorial en el país, destaca de manera clara algunos hechos que la determinaron. Entre ellos, la llegada del Winnipeg, el barco en el que arribaron a Chile, huyendo de la Guerra Civil Española, un buen número de españoles con conocimientos del libro que tuvieron una fuerte influencia en una industria todavía incipiente en aquel entonces. También, por supuesto, el golpe militar y la dictadura de Augusto Pinochet, que no solo mermó la producción de libros sino que eliminó o empujó al exilio a un buen número de profesionales, decretando el cierre de editoriales y la censura de libros. Durante la dictadura es cuando se estipula que los libros deben ir sujetos al IVA, asunto que sigue siendo en la actualidad motivo de grandes polémicas.
Sin ser ambicioso, y planteado con espíritu divulgativo, Editado en Chile invita al lector a asomarse a la otra cara de los libros, introduciéndolo en problemáticas de las que no suele tener conocimiento. No es un libro sobre la historia de la literatura chilena y sus escritores, sino una amena e instructiva manera de cobrar conciencia de los cauces por los que accedemos a una y a otros.
Daniela Farías.[1]Licenciada en Lengua y Literatura Hispánica por la Universidad de Chile y magíster en Lingüística Española por la misma universidad. Ha cursado estudios de posgrado en Lexicografía Hispánica … Continue reading
↑1 | Licenciada en Lengua y Literatura Hispánica por la Universidad de Chile y magíster en Lingüística Española por la misma universidad. Ha cursado estudios de posgrado en Lexicografía Hispánica en la Real Academia Española, Madrid. Ha trabajado como investigadora en la Academia Chilena de la Lengua y ha orientado su carrera hacia la edición y corrección de textos, colaborando en proyectos como el Diccionario de uso del español de Chile, de MN Editorial; el Diccionario didáctico, de Editorial SM y La Araucana de Quilombo Ediciones. Ha realizado trabajos de apoyo para el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile, y actualmente se desempeña como editora de la Biblioteca Clásica de la Real Academia Española. |
---|