La relación entre las ciudades y el arte suele ser cada vez más compleja. La ciudad es el producto cultural legado de la historia que se construye y destruye día a día, como una gran posibilidad de intercambio, siendo la calidad de su espacio público una de sus dimensiones decisivas. Siguiendo a Jordi Borja, “el espacio público supone dominio público, uso social colectivo y multifuncionalidad. La calidad del espacio público se podrá evaluar sobre todo por la intensidad y la calidad de las relaciones sociales que facilita, por su fuerza mezcladora de grupos y comportamientos; por su capacidad de estimular la identificación simbólica, la expresión y la integración cultural”.
¿Cómo los artistas pueden generar espacios participativos e incluir a los ciudadanos para trascender a un ámbito de interés compartido? La estética pública podría tener la capacidad de modificar la percepción de los ciudadanos respecto a su propio entorno, siempre y cuando el arte actúe como agente de cambio en una estrategia global y sus promotores tomen conciencia de ese rol. Para diseñar políticas eficientes que piensen sobre el espacio público y su impacto social, es necesario el estudio, la reflexión y el debate de las ideas involucradas en los procesos de toma de decisión.
La intervención artística en la ciudad y la experiencia personal de sus habitantes; las estrategias de las editoriales desde la vanguardia poética local; las reflexiones sobre lo cultural con una mirada regional; el aporte de la educación artística al aprendizaje de los estudiantes y las problemáticas laborales de los profesionales de las artes visuales, son algunos de los temas abordados en este número de Observatorio Cultural, que esperamos contribuyan a una discusión necesaria y contingente para el sector.