Recientemente conocí en Japón a un prominente hombre de negocios que me dijo que su compañía había apoyado cientos de proyectos artísticos en lugares que habían sido devastados por el terremoto y el tsunami de 2011 porque, afirmó, su empresa reconocía que este era el modo más efectivo de ayudar a las personas a recuperar su sentido de comunidad y dignidad cuando lo habían perdido casi todo.
Todos reconocen que las artes tienen un poder que no puede medirse solo en términos materiales o financieros, dado que se encuentran entre las formas más básicas a través de las cuales se comunica la humanidad y se afirma el sentido de comunidad. El antropólogo norteamericano Clifford Geertz definió cultura como “historias que nos contamos a nosotros mismos, sobre nosotros mismos” y no es sorprendente que cuando el mundo se pone patas arriba –ya sea por un desastre natural o un desastre humano como la crisis financiera o la recesión– todo se vuelque a las artes, a las “historias” que recuerdan la humanidad esencial. Es igualmente poco sorpresivo que las artes y la actividad cultural cobren gran importancia en las relaciones entre Estados, cuando los procesos de globalización y urbanización nos imponen una creciente uniformización de la comida, la moda, el entretenimiento y los estilos de vida alrededor del mundo. Nos gusta celebrar nuestra humanidad común, así como también las diferencias entre unos y otros. Las artes y la cultura ayudan en ambas instancias.
Debido a que la identidad cultural puede parecer un poderoso antídoto para el crudo poder del mercado, parece paradójico, incluso hereje, sugerir que la particularidad de la cultura, en sí misma, se está transformando en una clave determinante para el éxito económico. Sin embargo, en la creciente y competitiva economía global, lo que diferencia a las sociedades entre sí, lo que da forma a sus habilidades y ambiciones y, sobre todo, lo que alimenta la imaginación y los talentos de sus ciudadanos también tiene un impacto directo en la economía y la competencia exitosa. Esta implicancia económica va mucho más allá que el modo en la que las naciones usan la cultura de su gente para proyectar una imagen país hacia el resto del mundo o para atraer turistas extranjeros.
Incluso en China, la potencia económica de manufactura más poderosa del mundo, se reconoce que, a largo plazo, una política cultural energética y dinámica es un componente esencial para un crecimiento económico sustentable. Su actual plan Cinco-Años, principal instrumento estratégico para todas las políticas de gobierno chinas, reconoce que la cultura y las industrias creativas (la más obvia expresión para la interfaz entre cultura y economía), deben estar en el corazón del plan estatal. En el otro extremo del espectro, Letonia un país pequeño con una población de menos de 3 millones de habitantes, está también adoptando la idea de que las políticas culturales y económicas están íntimamente vinculadas. Cuatro de los departamentos del gobierno letón (cultura, educación, economía y desarrollo regional) hicieron recientemente un llamado público para trabajar conjuntamente por una sociedad más creativa.
¿Cómo es esta nueva relación entre política cultural y política económica que se manifiesta en diferentes lugares del mundo?, y ¿qué significado tiene para un país como Chile con su gran diversidad geográfica, bienestar, tradición y ambición?
Un elemento evidente es la necesidad del gobierno de trabajar en forma más holística e integrada. En distintas partes del mundo, los gobiernos están reconociendo que durante el siglo XX, la limpia división de los departamentos de Estado en educación, economía, política regional y medio ambiente podría no ser la adecuada para una efectiva evolución del diseño de las políticas públicas del siglo XXI.
Edna Dos Santos-Duisenberg, economista brasileña que dirige el programa de Economía Creativa de la comisión ONU de Comercio y Desarrollo (UNCTAD), escribió: “En nuestro mundo contemporáneo interdependiente, ha llegado el momento de mirar más allá de la economía. En la búsqueda de remedios para nuestras actuales dificultades y seguir adelante, el mundo necesita adaptarse e incorporar cultura y tecnología en el centro del pensamiento económico… es tiempo de buscar una aproximación más holística que tome en cuenta las especificidades de los países… En este contexto, el concepto de economía creativa ha conquistado terreno lidiando con la interfaz entre economía, cultura y tecnología. Es central el hecho de que la creatividad, el conocimiento y el acceso a la información están siendo ampliamente reconocidos como impulsores del crecimiento socioeconómico… la economía creativa tiene el potencial de fomentar los beneficios del desarrollo, generando ingresos, trabajo y ganancias de exportación y al mismo tiempo promover la inclusión social, la diversidad cultural y el desarrollo”. Y si la economía creativa ayuda a alimentar la inclusión social y diversidad cultural, como la doctora Dos Santos asegura, otorga además un impacto positivo en el grueso de la economía.
El Directorio de la Comisión Europea de Empresas ha expresado recientemente que “las industrias creativas no son solo un importante factor económico en sí mismas, ellas también alimentan las economías de gran escala con conocimiento y dinamismo”.
Un segundo elemento es la escala. En el siglo XIX y XX el éxito económico estaba a menudo vinculado con ella: inversión masiva de capital en planta, maquinaria e infraestructura; producción masiva de bienes y servicios para alcanzar economías de proporción; grandes poblaciones y mercados masivos para absorber la producción y proveer una base doméstica para la competencia internacional. Los que ya eran ricos y poderosos se volvieron aún más ricos y poderosos. Al parecer, en el siglo XXI, muchos de estos supuestos están comenzando a ser cuestionados. Los negocios creativos no dependen necesariamente de la escala para ser exitosos. Uno de los catalizadores del temprano desarrollo de las políticas de industrias creativas en el Reino Unido, fue el descubrimiento que mucha de la energía creativa que movía el sector se encontraba en pequeños negocios que no requerían una gran inversión de capital pero sí mucha mano de obra. Era relativamente barato ponerlos en marcha y generaban nuevos empleos con el doble de rapidez que aquellos negocios subyacentes al resto de la economía ¡un doble triunfo para la política de gobierno! Aquí se destacan las palabras de un político sueco que ha jugado un rol de liderazgo en el desarrollo de políticas para el mercado laboral en su país: “tradicionalmente, Suecia ha sido un país de grandes negocios. A pesar de ser un país pequeño –nueve millones de habitantes– muchas compañías multinacionales son suecas: Volvo, Ericsson, Electrolux, Sandvik y AGA. Los pequeños negocios y emprendimientos han sido un punto ciego en el mapa …es más fácil para los políticos discutir políticas con un director ejecutivo responsable de miles de trabajadores que reunirse con miles de emprendedores a cargo de su propio trabajo. Sin embargo, cualquier diseñador de políticas interesado en el crecimiento del empleo, hoy tiene que estar interesado en pequeños negocios. Las industrias creativas crecen y dan empleo a más personas. Por lo tanto, para construir una fructífera política de empleo en Suecia, necesitamos una política para las industrias creativas”.
Pero es un académico australiano, el profesor Stuart Cunningham, quien explícitamente resalta la atracción obvia de cualquier gobierno en desarrollar políticas efectivas de industrias creativas, cuando escribe: “Desde el punto de vista de la política o la toma de decisiones, la economía creativa genera una intensa mano de obra, involucrando, además, de manera profunda a sus participantes. De esta forma, la economía creativa está hecha a la medida para la recesión: amplía su capacidad de empleo y produce capital humano desarrollando resultados parcialmente independientes de deudas, cargos y salarios”.
Un tercer elemento es la cercana relación entre industrias creativas y política regional y/o urbana. El fenómeno de los clústers creativos en ciudades alrededor del mundo ha sido muy discutido y bien documentado. Está claro que las industrias culturales y creativas crecen a partir de raíces culturales y creativas y que no solo dependen del buen transporte e infraestructura energética o mano de obra barata tal como una empresa de automóviles o de vestuario pudiera hacerlo. Ellas dependen de, y contribuyen para, una más compleja infraestructura social que incluye universidades, arte e instituciones culturales, bares, cafés, espacios públicos. Es a nivel local, urbano o regional que la necesidad y el beneficio de una integrada aproximación a lo económico, educacional y política cultural se hace más evidente.
Por último, es fácil asumir que estos asuntos son más relevantes para economías post-industriales avanzadas, que para aquellas que están en otros estadios del desarrollo. Sin embargo, uno de los principales arquitectos y activista social de Indonesia, Ridwam Kammil que preside un Foro de Ciudad Creativa en su pueblo natal de Bandung al oeste de Java, no lo considera así. Él observa que en su propia ciudad el impacto de las industrias culturales necesita y puede ser incluso más profundo: “En un país en desarrollo como Indonesia donde la tarea básica de subsistencia es todavía la preocupación más importante de la mayoría de las personas, los emprendedores creativos tienen que empujar la agenda más allá de la creatividad. Ellos tienen que jugar un rol central en traducir la creatividad e innovación en un valor tangible. Tienen que ser los agentes del cambio, motivando al resto de la sociedad a cambiar económica y socialmente. A la gente no le importa la implicancia de la creatividad si no tiene un efecto inmediato y positivo en su subsistencia”.
Citando a académicos, activistas, economistas y políticos de todo el mundo, el propósito de este artículo es demostrar que ninguno de estos asuntos es exclusivo de un segmento de un país o de un cierto nivel de desarrollo económico. En cada nación y gobierno están tratando de entender este nuevo ecosistema que vincula la actividad económica con la actividad cultural, la educación, la inclusión social y el bienestar. De hecho, es tan importante, que actualmente existe consciencia de que en un planeta cada vez más poblado, con una intensa competitividad y un crecimiento dispar de la riqueza, es tarea urgente encontrar un equilibrio sustentable entre economía y bienestar social, entre seguridad financiera para las personas e identidad cultural para las comunidades.
Quizás no es un accidente que esto coincida con el darse cuenta que también se debe encontrar de manera urgente un equilibrio sustentable con el medio ambiente natural, dado que este es también un eco-sistema en el que ni un solo elemento puede ser separado del otro; todos dependen de todos. Tal como ha sucedido a lo largo de la historia de la humanidad, la naturaleza es la encargada de enseñar la mejor lección, ¡si solo nos molestáramos en aprender!
John Newbigin.[1]Presidente de Creative England y miembro del Creative Industries Council del gobierno británico.
↑1 | Presidente de Creative England y miembro del Creative Industries Council del gobierno británico. |
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