En el centenario de su natalicio, la revista Observatorio Cultural tiene el agrado de presentar este número especial dedicado a honrar la memoria y la obra de una de las figuras artísticas y culturales más importantes de nuestro país, Nemesio Antúnez Zañartu.
Al hablar de Nemesio Antúnez no podemos recurrir a categorizaciones estrechas. Los numerosos oficios que ejerció a lo largo de su vida, vinculados todos en algún grado a las artes visuales, sirven de ejemplo de su vitalidad y curiosidad. Su obra visual —uno de los más vastos patrimonios artísticos de Chile— comprende una multitud de técnicas y formatos (acuarela, óleo, grabado, ilustraciones, muralismo, solo por nombrar algunas), estilos y preocupaciones. En 1956 fundó el Taller 99, seguramente el más influyente de los espacios formativos dedicados a experimentar con las técnicas del grabado.
Pero la obra visual es solo la punta del iceberg; también fue docente, director del Museo de Arte Contemporáneo de Santiago (MAC) y del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) en dos ocasiones -primero, entre 1970 y 1973; y, dos décadas después, entre 1990 y 1993, año de su muerte-; agregado cultural de Chile en Estados Unidos y uno de los ideólogos —junto a Claudio di Girolamo— y presentador del inolvidable Ojo con el arte, programa de televisión que se propuso la nada sencilla tarea de acercar las artes, sin distinción entre pintura y grabado, o poesía y teatro, a la ciudadanía.
Su doble rol de gestor cultural y comunicador confiere a Nemesio un carácter precursor en lo que refiere al desarrollo de la mediación cultural en nuestro país. En su primer periodo como director del MNBA, abogó por un museo abierto, un lugar cálido y disponible para todos, un espacio que dejara de ser, en sus propias palabras, “aterrante”, un camino que ya había comenzado cuando aceptó hacerse cargo de la dirección del MAC. Recuerda Nemesio en entrevista con Patricia Verdugo:
Conseguimos hacer un Museo nuevo, un Museo “vivo” como no lo había hasta entonces en Chile. Traer exposiciones del extranjero, organizar otras dentro del país, estimular el arte mediante concursos, traer público al Museo y llevar el arte al público, darle participación.
Dicho anhelo de hacer llegar el arte a las personas y darles participación, seguramente encuentra una de sus máximas expresiones en la exposición abierta que montó en la población San Gregorio en 1963, en la ciudad de Santiago. Como anota Hernán Precht Bañados:
Al llegar al lugar, y apreciar en él la acogida que los pobladores brindaban a esa Muestra, comprendimos que la distancia que nos separaba de San Gregorio era una pálida imagen de la verdadera distancia que, para desasosiego nuestro, había existido hasta ese momento y que ahora se reducía lentamente. En efecto, dudar sobre el valor de presentar el Arte Contemporáneo en la población, indicaba que la verdadera lejanía a San Gregorio era de índole espiritual.
No solo la muestra fue un éxito, sino que consiguió despertar la atención del mismísimo presidente Jorge Alessandri, quien, curioso por lo que consideraba un hecho “inaudito”, llegó en su automóvil privado a visitar la exposición, comentándole a Nemesio que ojalá más gente hiciera cosas como la que él hizo.
Precisamente de la labor de Nemesio Antúnez como gestor versa el artículo de Eva Cancino, en este número especial. En él se ofrece una visión panorámica de los principales desafíos que orientaron sus distintos periodos como director del MAC y el MNBA, con un énfasis especial en el que fue su principal leitmotiv: la conformación de un museo vivo.
Con el objetivo de profundizar en su labor como mediador y comunicador, entrevistamos a Claudio di Girolamo, quien, en 1969, mientras trabajaba en Canal 13, le propuso a Nemesio que desarrollaran un microprograma que llevara el arte a los hogares de todos los chilenos. Producido con pocos recursos, pero con bastante imaginación, Ojo con el arte, como cuenta di Girolamo, si tuvo éxito fue gracias al carisma, sencillez y tenacidad de Nemesio, para quien la difusión de las artes —como lo demuestra su gestión como director de museos— era una cuestión de la máxima importancia.
Pese a que su obra ha despertado gran atención y ameritado un caudal de muestras y exposiciones, los murales de Nemesio Antúnez —algunos ya desaparecidos— no son del todo conocidos por el gran público. Ponemos en este número especial un fotorreportaje dedicado a sus murales con la intención de difundirlos y ayudar a su puesta en valor y salvaguarda.
Por último, Amalia Cross se concentra en el trabajo que Nemesio realizó con las piedras, con la idea de que estas nos permiten, metafóricamente, reconstruir los caminos que hemos tomado. Se trata de un artículo incisivo y poderoso, con una visión aguda del trabajo de Antúnez que descansa sobre la seductora hipótesis de que, concentrándonos en las distintas piedras, en las distintas estaciones del sendero de Nemesio, podremos obtener información rica de su obra.
De más está decir que Nemesio fue más que un gran artista, eso se sabe. Lo que no podemos perder de vista es que fue un gran educador y comunicador, alguien que recogió la máxima de que sin público no hay arte y que no se cruzó de manos, todo lo contrario, salió en busca de nuevos públicos, demostrando con eso su amor imperecedero por la vocación que tan bien supo llevar a cabo, pero también su reconocimiento de que de poco sirve que la belleza sea patrimonio de unos pocos.