Jessica Andrea Villalón Núñez – Geografía, Universidad de Chile
Ciertas comunidades rurales han desarrollado históricamente diversos artefactos, técnicas y sistemas hidráulicos para optimizar el uso del agua, buscando así mejorar las condiciones predefinidas por el territorio. Algunos de aquellos artefactos que se han transformado en un patrimonio hidráulico campesino son las azudas o ruedas de agua, los molinos y las salinas, bienes que simbolizan los procesos históricos que se han sucedido en las comunidades, la adaptación de estas al espacio geográfico, el desarrollo de las actividades económicas y sus consecuentes transformaciones ligadas a la calidad y cantidad de agua de la que disponían. Son también un tipo de patrimonio simbólico, que se traduce en un factor de identidad, artefactos hidráulicos que han generado un sentimiento de pertenencia en los pobladores que ven en ellos un reflejo de su historia, y están cargados de anécdotas y recuerdos que son parte de la memoria de los lugareños.
En Chile existen paisajes de agua asociados a aquel patrimonio hidráulico, como es el caso de las azudas o las ruedas de agua de Larmahue, los molinos de agua de Santa Amelia, Pañul y Rodeíllo así como también las Salinas de Cáhuil, ubicados en la cuenca baja del Cachapoal y del Estero Nilahue, en la Región del General Libertador Bernardo O’Higgins. Actualmente no existe una gestión permanente de estos patrimonios, sino más bien ha habido una serie de iniciativas y programas puntuales, de carácter temporal, que han buscado difundirlos mediante el turismo rural; pero aún queda mucho trabajo pendiente en cuanto a su difusión y puesta en valor, la cual se hace cada vez más necesaria considerando que son patrimonios altamente vulnerables que no solo tienen una importancia material, sino también inmaterial, considerando su implicancia en términos culturales al ser creaciones artesanales, ideadas, utilizadas y conservadas por las mismas comunidades.