Uno de nuestros principales desafíos como Consejo Nacional de la Cultura y las Artes es documentar y contar con cifras que contextualicen y ayuden a definir nuestra gestión como institución. Los indicadores no son solo una forma de medir la economía, sino que también nos entregan datos gravitantes para saber dónde enfocar nuestras políticas en materia de estrategia cultural. Este rol también lo cumplen instancias de reflexión como la XII Convención Nacional de Cultura “Chile piensa la cultura”, sobre todo en el marco de la nueva institucionalidad cultural, donde resulta clave redefinir los lineamientos conceptuales que guían nuestra labor.
La reciente publicación de la décima segunda versión del Informe Anual de Cultura y Tiempo Libre, resultado de un esfuerzo conjunto del Consejo de la Cultura y el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), nos entrega más antecedentes para enfrentar el desafío de generar mediciones funcionales al trabajo en torno al sector cultural. Esta observación cuantitativa acerca de los diversos ciclos y dominios culturales, es un ejercicio que nos ha entregado conclusiones relevantes durante estos doce años para la construcción de políticas públicas coherentes con la realidad nacional.
Entre las fortalezas de esta última edición, me gustaría destacar el hecho de que por primera vez hemos integrado los datos comparativos del 2010 al 2014. Esto nos permitirá analizar tendencias y proyectar de mejor manera las políticas públicas, como parte de las metas primordiales que se ha planteado el segundo gobierno de la Presidenta Bachelet: instalar a la cultura en el centro de la vida de las personas.
El presente número del Observatorio Cultural es un intento por complementar y extender los resultados obtenidos a través de este insumo. Hemos abordado este desafío por medio de reflexiones que abarcan desde el análisis y aplicación de los resultados, hasta la revisión de sus alcances a la luz de las fortalezas y debilidades de la metodología utilizada, para su perfeccionamiento como herramienta.
Ciertamente, contar con estadísticas acerca de los diferentes ciclos y dominios culturales es una herramienta fundamental para situar a la ciudadanía en el centro de nuestro trabajo, no solo como receptora, sino como creadora y generadora de cultura. El pensarla como aliada y sustento para nuestra labor, también sirve para aclarar la noción de que nuestra institución no beneficia solo a artistas y trabajadores de la cultura.
Agradecemos a las personas que contribuyeron con sus valiosas reflexiones a la trigésima edición de la revista Observatorio Cultural. Esperamos que este documento continúe aportando al desarrollo del sentido, las posibilidades y desafíos de la medición cultural en Chile, aún más en el contexto de la creación del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.