Violeta Parra parece haber sabido, dando muestras de una envidiable lucidez y seguridad en su trabajo, que su obra trascendería su propio tiempo y espacio, y que el lugar natural para su preservación y cuidado habría de ser una institución pública. Le transmitió a sus hijos, Ángel e Isabel, su deseo de que su obra quedara en manos del pueblo de Chile, en poder de su “gente”, el motor que la impulsaba a hacer lo que hacía.
Ese mandato fue recogido por Ángel e Isabel, quienes, durante muchos años, realizaron múltiples intentos y gestiones para que el sueño de un museo dedicado a la vida y obra de Violeta Parra se hiciera realidad. Con gran celo, atesoraron las arpilleras y pinturas de su madre, viajando con ellas y protegiéndolas de todo peligro en cada una de las singladuras que debieron enfrentar a lo largo de sus vidas, muchas de ellas dramáticas.
El pueblo ungió a la artista muy rápidamente; fue el conjunto de las instituciones el que se demoró en aquilatar su relevancia. Así, a pesar del indudable valor de la obra de Violeta, numerosas iniciativas quedaron en el camino, o peor, en nada. Sin embargo, la publicación de Obra Visual (2007) y la retrospectiva de su obra exhibida en el Centro Cultural Palacio La Moneda (2007-2012), sirvieron para que, por fin, Violeta Parra obtuviera el reconocimiento que por muchos años le había sido esquivo y para que, de una vez y para siempre, la sociedad la entendiera como una artista visual de la mayor envergadura y no solo como una “folclorista”, esa restricción que por años la persiguió.
Durante el primer período presidencial de Michelle Bachelet se firmó el decreto que autorizó la construcción de un Museo Violeta Parra, aunque este solo fue inaugurado durante su segundo período presidencial, el 5 de octubre del 2015, en el marco de las celebraciones por el Día de la Música y los Músicos Chilenos, respondiendo a un anhelo que ya se había convertido en clamor. El museo se nutrió de la generosa donación que sus hijos realizaron, en un acto filantrópico ejemplar. Desde ese momento, la afluencia de público no ha se ha detenido, superando, antes de cumplir su segundo año, 150.000 visitas.
La Fundación Museo Violeta Parra administra el museo, cuyo Directorio está presidido por Carlos Aldunate e integrado por Isabel Parra, Guillermo Miranda, el cantautor Manuel García, el alcalde de Santiago Felipe Alessandri, Ángel Cabeza y Javiera Parra. El financiamiento necesario para asegurar el funcionamiento adecuado y continuo del museo proviene del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, es decir, el Estado ha asumido la responsabilidad que le cabe en la preservación y promoción del legado de Violeta Parra. Sin embargo, este proyecto, cuya vocación pública e independencia son incuestionables, exige que se sumen nuevos actores privados que contribuyan a su financiamiento.
En vistas de que el museo hoy es financiando por el Estado, el Directorio decidió que todas las actividades —así como el acceso— serían gratuitas. Son cientos de miles los que han asistido a las visitas mediadas, a talleres educativos, a talleres generales, a la muestra de documentales, recitales, encuentros, seminarios, clases y salidas de la Maleta de Violeta, además de disfrutar de las salas de exhibición. El aporte público se devuelve con la gratuidad.
Los focos con los que trabaja el museo son acotados y realistas y abarcan todo el ciclo educativo, partiendo por la educación preescolar hasta llegar a la universitaria. Todos los contenidos que desarrolla son propios y se fundamentan en jornadas de reflexión, análisis internos, evaluaciones, reuniones de pauta y consultas expertas y ciudadanas.
El hecho de ser un museo tan joven lo pone en la vulnerable posición de tener muchos flancos abiertos, muchas líneas de trabajo, muchos desafíos, pero también le permite definir cómo ha de ser la fisonomía de una institución pública en esta época de debates y cuestionamientos varios. A sabiendas de que los recursos son limitados, la pregunta que debemos hacernos es por el sentido del museo, por justificar en su quehacer el privilegio de su existencia, la que debe abordar el equilibrio de la pulsión contemporánea y la tradición de la artista inspiradora.
El 4 de octubre del 2016, coincidiendo con el primer aniversario del museo, se dictaminó un mandato presidencial para celebrar el Año de Violeta Parra. La iniciativa ha sido liderada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y su planificación ha sido tremendamente exitosa, en tanto se ha sumado un contingente muy importante de personas e instituciones, tanto en Chile como en el extranjero, trayendo consigo energía y visibilidad a esta conmemoración. En un país al que tanto le cuesta reconocer a sus brillantes artistas, es un soplo de esperanza el que Violeta Parra cuente con una institución que vele por preservar su legado y difundirlo y que se hayan realizado tantas actividades en su honor.
Un museo es un universo. Nace con la especificidad de cuidar un legado, pero muy luego se enfrenta al desafío de proyectarlo, promoverlo, difundirlo e insuflarle vitalidad y continuidad. En el libro de visitas del museo las palabras que más se repiten son “agradecimiento” y “emoción”, lo que pone de manifiesto cuán inspiradora resulta la obra de Violeta en las nuevas generaciones, las que mantienen viva la poderosa llama de su paso por el mundo.
Cecilia García-Huidobro.
Directora Ejecutiva Museo Violeta Parra