Cultura en el desierto: experiencias y desafíos – Carlos González Riffo

Chile: diversidad cultural

Chile es un espacio de diversidad cultural de mil expresiones que se han ido gestando desde tiempos milenarios, con las formas de vida ancestrales, hasta el presente, con las nuevas expresiones culturales que podemos conocer en el convulsionado siglo XXI. La cultura es, pues, tan diversa y única como somos los seres humanos, es una construcción del hombre que busca siempre comunicarse, expresarse, relacionarse y proyectarse.

Adentrarse en el conocimiento de las manifestaciones culturales es sin duda descubrir la diversidad, la capacidad de crear, de adaptarse, de plasmar las diferentes realidades en el arte, es revelar formas de vida. Como no asombrarse en Chile con los asentamientos humanos situados en el norte del país, capaces de generar cultura en tiempos tan tempranos, como es el caso de los enigmáticos chinchorros de la costa ariqueña, con su modo tan especial de concebir la muerte materializada en técnicas complejas de momificación. O los chamanes likan-antai, estos hombres de las alturas de la puna andina en el desierto El Loa y más arriba, que por medio de alucinógenos aspirados en las famosas tablas de rapé se comunicaban con otros mundos espirituales en arranques de éxtasis y convulsiones. O los artífices diaguitas que imprimieron su sello estético con sus laboriosas manos en multitud de ceramios hechos con gredas amasadas, cocidas y pintadas como una obra de producción única sin saber que dejarían huellas hasta nuestros días. 

Un territorio tan diverso en sus manifestaciones culturales nos aporta, sin duda, los elementos identitarios suficientes para despertar el amor a la tierra, a la gente y a sus costumbres. Nos proporciona una fuente inagotable para la investigación, la producción literaria y la difusión a todos los habitantes que necesitan conocer de manera imperiosa sus raíces culturales, es decir, qué es lo propio y distintivo en medio de un mundo globalizado, amplio y accesible. 

Antofagasta: mar, desierto y mineral

La Región de Antofagasta es heredera de una larga historia que se inicia con la última época glacial de Atacama, cuando llegan los primeros cazadores y recolectores hace unos once mil años. Estos grupos fueron los primeros en poblar la región, logrando adaptarse a la variedad de climas y de paisajes geográficos escasos de fauna, de vegetación y de aguas. Estos primeros habitantes, cazadores de vicuñas y de guanacos, dieron origen a diversas etnias entre las que destacan los likan-antai (atacameños), que imponen su señorío en la zona, después de concentrarse en el oasis de San Pedro de Atacama. Son los llamados pueblos precordilleranos, característicos en la región, como también los pueblos costeños de antigua data en el litoral junto a los pueblos pampinos del siglo XIX, que en su conjunto constituyen lo propio, originan la historia, dan sentido de pertenencia y aportan identidad a este territorio.

A este lugar me trajeron “los caminos de la vida”, específicamente al desierto El Loa, famoso por ser el más árido del mundo, ¡qué contraste! Yo había crecido mirando el mar y sintiendo el olor de los árboles después de las lluvias estacionales, había recorrido diversas latitudes plasmadas de bellezas arquitectónicas y de paisajes exquisitos, visto diversas razas y formas de vida, pero, en fin, había algo nuevo que conocer y vivir. Descubrí que el desierto no era tan desierto, veo colores, destellos de estrellas, la luz de la luna, el dominio del sol, el silencio de las noches, la majestuosidad de los volcanes, las piedras de las canteras, lo sagrado del río más largo de Chile, el silbido de los vientos, el mármol de la montaña, el verdor de las quebradas, los manzanos y perales en flor, el azul intenso del cielo, la belleza de las lagunas, el volar de los flamencos, el sonido de las bandas que siguen al santo de su devoción como rompiendo lo invariable del paisaje ancestral, he visto arte y tradiciones culturales, he compartido con su gente de ingenua fe, y con todo ello pude descubrir que era un lugar único, diverso y hermoso tanto o más como los que recorrí.

Es así que mi primer estudio en la provincia El Loa lo dediqué a los bailes religiosos, ya que constituyen un patrimonio inmaterial de primer orden en el lugar, además de aportar identidad y de ser bien recibidos por niños, jóvenes y adultos. Fruto de la investigación, pude publicar con el aporte del gobierno regional y de la empresa privada local Ritmos de la tierra. Danzas cósmicas,[1]La edición de este libro fue financiada con recursos del 2% FNDR cultura y aprobados por el CORE, Región de Antofagasta. 1ª edición, abril 2007. Solo en Biblioteca Nacional. Es un análisis … Continue reading donde se analiza el hecho religioso de los bailes desde la historia andina, la antropología y la teología. Fue una experiencia interesante pues el texto fue distribuido a todos los establecimientos educacionales de la provincia y esperado con especial interés, al no existir un texto oficial que recogiera esta realidad. Más tarde, teniendo un conocimiento más profundo de la zona y sus alrededores, pude preparar la publicación de otro estudio para Calama, Arte virreinal en el desierto El Loa,[2]Este libro fue editado con fondos del 2% FNDR cultura y de la empresa privada de la provincia El Loa, Proloa. Es un texto que recoge una selección del arte barroco presente en tres iglesias andinas … Continue reading que recoge una selección de objetos desde el siglo XVII a la primera mitad del XIX, y dar a conocer el barroco del desierto evangelizado desde el siglo XVI. La madera policromada, las telas cusqueñas, el oro y la plata manufacturados, todo al servicio de la fe, según la idea de la contrarreforma. Este proyecto registra objetos de las tres iglesias más importantes de los pueblos precordilleranos del Loa: San Francisco de Chiu-Chiu, San Lucas de Toconao y San Pedro de San Pedro de Atacama. En el año 2010, la obra fue encapsulada con motivo del Bicentenario de la República en Antofagasta.

Con todo, creo necesario incentivar, promover y fortalecer la línea investigativa en la región, tan inmensa como el desierto mismo, que dará sustento, serio y formal, al desarrollo cultural. La vida académica de la región debiera incluir especialidades de áreas afines como la antropología, arqueología, historia, historia del arte, museología, conservación, entre otras, con el fin de contar con profesionales locales en los distintos ámbitos del quehacer cultural, por lo demás escaso en el espacio geográfico regional. Cada día hay nuevos desafíos que enfrentar, a fin de sumar voluntades, tocar puertas, investigar y elaborar, para continuar indagando en las manifestaciones más altas del ser humano, expresadas en su acervo cultural. 

 

 

Carlos González Riffo.[3]Investigador del arte virreinal. Ex consejero regional del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

References
1 La edición de este libro fue financiada con recursos del 2% FNDR cultura y aprobados por el CORE, Región de Antofagasta. 1ª edición, abril 2007. Solo en Biblioteca Nacional. Es un análisis multidisciplinario del baile religioso, presente en la provincia El Loa en cuanto constructor de identidad en la población.
2 Este libro fue editado con fondos del 2% FNDR cultura y de la empresa privada de la provincia El Loa, Proloa. Es un texto que recoge una selección del arte barroco presente en tres iglesias andinas del desierto regional, fruto de cinco años de investigación y de acopio por medio de fichas de los objetos con función ritual en estas comunidades de la precordillera. 1ª edición, mayo 2010. Solo en los establecimientos de educación pública de la Provincia El Loa, Región de Antofagasta
3 Investigador del arte virreinal. Ex consejero regional del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.